domingo, 16 de enero de 2011

Pinceladas Autobiográficas. El SUP3IA y el Trabajo (y III)

En los dominios del Señor Oscuro

Desde el principio me negué en rotundo a vivir en las tierras del Señor Oscuro. De entrada no tenía nada personal contra aquel pueblo, salvo que siempre me había dado la impresión de que el adjetivo "capital" le venía un poco grande, por mucho que alguien hubiera decidido meter un montón de dinero para hacer de él una ciudad de verdad, por el mero hecho del centralismo geográfico. Como lugar turístico no está nada mal, personalmente me encanta la historia y la arqueología. Pero a partir de las cinco de la tarde aquello está más muerto que el pájaro dodo... Y además ¿Por qué narices allí no levanta la niebla a medio día como en todas partes?... Lo que yo digo, aquel lugar tiene algo maligno. Así que decidí hacer el sacrificio, y durante un par de años en autobús y unos cuantos más en coche compartido, he estado yendo y viniendo. Ahora, después de un lustro de madrugones, carretera y comidas a deshora, tengo que reconocer que algo de inquina sí que le he cogido...

Como operador trabajé casi un año en el Servicio Regional de Tiritas y Fonendos. Estaba en la sección de Redes y Comunicaciones y tuve buenos jefes y mejores compañeros. Ya no hacía tantas salidas a servicios periféricos, aunque las idas y venidas diarias lo compensaban con creces. El trabajo tampoco era ingrato, básicamente consistía en gestionar y monitorizar las comunicaciones. Desde armarios de conexiones hasta configuración de proxys y firewalls. Pero sin grandes apreturas. La verdad es que el sistema estaba muy bien montado cuando yo llegué y había gente que pilotaba de sobra, con lo que no puede hacer mucho más que aprender de ellos unas cuantas cosas mientras estuve allí. Así que muchas mañanas las pasábamos optimizando configuraciones, leyendo documentación y curioseando en los proxys las páginas que visitaban algunos personajes confiados en sus acogedores y privados cubículos. Era una sensación de poder muy gratificante y, para que negarlo, nos echábamos unas risas; sobre todo al imaginar la cara de más de uno cuando al día siguiente intentaba emprender su sexual aventurilla del día anterior y se encontraba con el pantallazo de turno llamándole poco menos que viciosillo salido. La pena es que todo era demasiado aséptico: "La web que está intentando acceder ha sido bloqueada por el Servicio de Informática por su contenido inapropiado...". ¡Qué ganas de haber terminado el mensaje con un "GUARRO, DEJA DE TOCARTE" en Arial 72, negrita y rojo parpadeante...!

Tras casi cuatro años desde que terminara la carrera, se me presentó la oportunidad de volver al desarrollo. Sin que llegara a peligrar mi puesto en el Servicio Regional de Tiritas, me llamaron de la última de las bolsas, la de Técnico. En términos prácticos era el grupo laboral más alto al que podía acceder debido a mi titulación. Era en los Servicios Centrales de mi anterior destino, la Consejería de Asuntos Rurales. Tendría que seguir en Mordor, pero cobraba un poco más y además me destinaban a un ambicioso proyecto de .NET: ASP, Visual Basic y SQL.

Me costó un poco tomar la decisión porque estaba muy a gusto con mis compañeros. Pero las redes no terminaban de llenarme y prefería probar fortuna en un entorno del que a penas sabía nada. Para cuando tuve que incorporarme a mi nuevo puesto, ya había repasado mis apuntes de SQL, ojeado un manual de .NET y programado hábilmente un par de "Holas Mundos" bastante resultones. Estaba dispuesto a enfrentarme a los avatares de la programación de objetos y los frameworks de desarrollo. Llegué allí dispuesto a aprender y a comerme el mundo (después de decirle hola). Tuve una entrevista con mis nuevos jefes y me mostraron mi nuevo puesto..., en la sección de Infraestructuras y Comunicaciones. ¡Mierda!, más cables y redes...

Trabajar para la Administración tiene estas cosas. Te ofrecen un puesto que te interesa y aceptas, luego, si eso, ya te colocan ellos donde mejor les vienes. Ser informático en el ente público implica que todo te suene bastante y luego te especialices sobre la marcha, si es que te dejan. Sólo hay que ver el temario de una oposición: dominio de cinco lenguajes de programación, conocimientos de otros tantos sistemas operativos, abstracción y concreción de sistemas y modelos de datos, redes físicas y virtuales y, por supuesto, legislación sobre protección de datos, seguridad de comunicaciones telemáticas… (Vamos cien temas de puro infierno). Y como parece ser que mi año en el Servicio Regional de Tiritas había hecho de mi un experto en redes, mis servicios en esa sección eran poco menos que imprescindibles. Menos mal que no terminé en la asesoría jurídica por mis conocimientos sobre la Ley 59/2003 de Firma Electrónica. Yo creo que no se enteraron de que estaba saliendo con una abogada, si no me lo encasquetan fijo...

Durante casi otro año estuve haciendo prácticamente el mismo trabajo (aunque cobrando un poco más), pero finalmente el jefe del Servicio de Informática me llamó a su despacho y me dijo “Tú, a trabajar a Desarrollo...”. Por fin, mi oportunidad de hacer lo que quería.

Desarrollando espero

Desde que dejé atrás la Sección de Infraestructura y Comunicaciones han pasado ya casi tres años. Desde entonces trabajo en la que podría llamarse la aplicación insignia de esta santa casa. En realidad se trata de una aplicación monstruosa a la que se le está exigiendo mucho más de aquello para lo que fue concebida y que jamás estará terminada. Actualmente debe haber unas 2.000 tablas, 9.000 procedimientos almacenados, y no se cuantos cientos de formularios web y windows. Es una aberración tentacular descontrolada y con un nivel de elementos redundantes e inútiles que matarían de un infarto a los mismísimos Boyce y Codd.

Debido a mi inexperiencia (en desarrollo en general y en el framework de .NET en particular) estuve un año programando formularios web en ASP y formularios windows en Visual Basic. También me puse al día con el lenguaje de consulta Transact SQL hasta que fui capaz de montar procedimientos de cierta complejidad. Después, como resulta que ya era un experto (otra vez) y el análisis de alto nivel ya no tenía secretos para mi, me convertí, de la noche a la mañana en jefe de proyecto (pero claro, con el sueldo de un programador). Hasta entonces, desde mi humilde e infantil percepción del mundo, yo no concebía como era posible que una aplicación tan grande e importante, en la que trabajaba tanta gente capacitada, podía haber crecido de manera tan deforme y descontrolada. Pero cuando me otorgaron mi pequeña porción de marrones, en forma de subproyecto, y empecé a trabajar con gente de otros servicios ajenos a Informática (nosotros los llamamos gestores, en otros sitios los llaman clientes, pero su función es siempre la misma: tocar las pelotas), recibí una buena dosis de realidad marrón y pestilente en toda la boca.

El parcheo y el copy-paste son un arte, y este mundo está lleno de artistas. La desgracia de esta profesión es que muchas veces ni siquiera tienes otra opción y no hay más remedio que hacerlo así. Al cliente le importa tres narices cómo se hacen las cosas. Sólo quiere que funcione, que se vea como él quiere y que esté listo para ayer o antes de ayer. Total, eso no es más que cruzar un par de tablas en base de datos, y así hacen algo esos melenudos informáticos (léase en tono peyorativo) que se están rascando las bolas todo el día y viendo porno en Internet.

En fin, que en estos derroteros discurren mis días en el mundo laboral. Entre unas cosas y otras ya han  pasado casi 15 años desde que aquel pollo desorientado se echó a la calle con una carpeta llena de fotocopias del más triste de los currículum. Estoy muy lejos de haber logrado (al menos por ahora) el trabajo de mi vida, pero todavía soy joven y me quedan muchas cosas por hacer (al menos eso espero, que la vida es muy perra…). A ratos echo mis cuentas para ver cuando podría preparar una oposición. Otras veces conjeturo con mi futuro en la empresa privada. Y en ocasiones incluso jugueteo con la idea del autoempleo… Lo que sí es cierto es que me agobia bastante no sentirme preparado para ninguno de los tres caminos. Sólo tengo clara una cosa: quiero que mi trabajo sea un medio y no un fin. Quiero disfrutar de mi familia y de mis amigos, por encima de ganar más dinero o prestigio. Valoro tremendamente cada minuto de mi tiempo libre y aun así, en ocasiones, lo uso para seguir formándome, aunque procuro apuntar hacia cosas que me llaman la atención pese a que no me reporten un beneficio inmediato o quizás no me sirvan nunca en mi trabajo. Por lo demás todavía, a estas alturas de la vida, no tengo claro dónde acabaré. Aunque imagino que estos tiempos de incertidumbre casi nadie lo sabe.

6 comentarios:

  1. No puedo estar más de acuerdo contigo. El trabajo, un medio para obtener recursos que inviertes en tu tiempo libre.

    Espero seguir 'escribiendo' contigo las siguientes partes y leyendo su versión novelada aquí!

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  2. Joer, todo el mundo deseando huir de Mordor, y yo deseando trabajar allí. Es un pueblo grande, lo divertido -y lo malo- es que te vas encontrando a todo el mundo por la calle. Tuvimos que ir por una urgencia al hospital un día... y en el tiempo de espera tuvimos que ir a saludar... yo conocía a dos que trabajaban en administración, la médico de urgencias tiene al niño en el mismo cole que el nuestro, la de enfermería vive en nuestro bloque... vamos, un desbarajuste, porque encima nos perdieron los análisis y hubo que hacerlos otra vez... Pero con todo es una ciudad agradable, caótica, fea (su estructura urbana es desastrosa), que para el tamaño que tiene no tiene muchos servicios -mi ciudad natal tienen apenas 10000 habitantes más y le da cien mil vueltas-, pero agradable.
    En cuanto si tu opción de vida es trabajar para vivir, o eres profesor de universidad (como me dijo en su día mi "director de proyecto", que lo bueno es que investigaban en lo que les gustaba) o trabajas en el sector público. El sueldo no es bueno, pero tienes una estabilidad de horarios y laboral que no tienes en otro sitio. Y además, en lo privado funciona igual que en lo público, llegas de experto en furullos, y te ponen a recoger tamardiles... si te ponen, que lo normal es que te busques tú algo que hacer.

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  3. Ah, y que lo de la niebla no levanta, a mí me reventaba cuando estudiaba en la Caesarina (sí, en la ciudad sin río) era la frase "Mañanita de niebla, tarde de paseo", y una mierda, de donde yo vengo es mañanita de niebla, tarde de niebla, noche de niebla y quince días sin ver el sol, y encima bajo cero, así que esta semana me estoy sintiendo casi como en casa.

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  4. Lo que yo te diga José, a mi es que se me está enquistando la mala leche por los madrugones y ya le pongo pegas a todo.

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  5. Ha sido muy amena toda esta miniserie... ;-) Por cierto, no comparto (del todo) tu idea de Mordor. Yo he podido venirme a currar a Cáceres y no lo he hecho. Prefiero perder dos horas al día subido a un autobús. :-P

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  6. Pues tú me explicarás por qué Chesco... Me imagino que me dirás que por el trabajo. Obviamente no cuenta si en Cáceres sólo podías trabajar de auxiliar administrativo y en Mérida eres un flamante ingeniero técnico... Sin embargo, ante la misma categoría laboral para mi no habría color... Serían dos horas más que dedicarle a mi mujer y a mi hija.

    Me alegra que te haya gustado... Ya tengo preparado otro "fascinante relato" sobre mi vida :)

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