domingo, 9 de diciembre de 2018

Córdoba, en la capital del Califato Omeya

El primer fin de semana de diciembre, y con el bien justificado pretexto de celebrar nuestro aniversario, hemos aprovechado para conocer otra de las joyas andaluzas que teníamos pendientes: Córdoba.

Nos hemos alojado en un bonito hostal, el Palacio del Corregidor, a pocos metros de la Plaza de la Corredera y muy cerca de casi todo. De esta forma hemos podido dejar el coche en un garaje y recorrer el centro y la mayor parte de los puntos de interés a pie.

Llegamos a la capital omeya el viernes día 30, ya bien entrada la tarde. Así que nuestro primer contacto se limitó a dar un paseo por las inmediaciones en busca de una taberna que nos habían recomendado para cenar. Cruzamos la Corredera, subimos unos metros por la calle Rodríguez Marín y giramos a la izquierda por la calle Tundidores. Casi al final de la calle está la Taberna Salinas, un local agradable con comida tradicional. Después de cenar muy dignamente, dimos un breve paseo que nos llevó hasta la calle Capitulares, donde nos encontramos con las ruinas del templo romano que se alza junto al Ayuntamiento.


Al día siguiente nos levantamos relativamente pronto, desayunamos en una cafetería de la Corredera y enseguida nos dirigimos a nuestro primer destino, la visita estrella de Córdoba: la Mezquita-Catedral. 


 

El monumento se tiene bien ganado el título de Patrimonio de la Humanidad, el lugar es sencillamente espectacular. Siendo primero basílica hispanorromana, después mezquita (con ampliaciones que abarcaron más cuatro siglos) y finalmente catedral cristiana tras la reconquista; es una impresionante amalgama de cultura e historia.



Más tarde fuimos a ver el Alcázar de los Reyes Cristianos. La fortaleza fue construida durante el reinado de Alfonso XI de Castilla y sin duda lo más impresionante son las vistas desde sus almenas, sus jardines y sus fuentes.



Tras el Alcázar dimos un breve paseo por el barrio de San Basilio y visitamos algunos bonitos patios. Un rato después ya apretaba el hambre así que nos adentramos en la judería a la búsqueda de Casa Pepe, otra recomendación culinaria, donde comimos de milagro gracias a que sólo éramos tres y nos pudieron hacer un hueco, porque estaban hasta las orejas de reservas.

Por la tarde nos perdimos un buen rato por la judería, disfrutando de sus callejuelas y recovecos. Luego, tras un café, dimos un largo paseo hasta nuestro siguiente destino, el Palacio de Viana.

No nos apetecía demasiado recorrer las estancias interiores de la enorme casa señorial, así que decidimos hacer sólo la visita de sus doce patios y jardines..., lo cual ya fue suficientemente impresionante.


Ya de noche, cuando ibamos de vuelta a la zona de nuestro alojamiento, buscando un lugar para cenar, nos desviamos unos minutos para subir la cuesta del Bailío y echarle un ojo al Cristo de los Faroles, con lo que concluimos y dimos por bien aprovechado el día.

La mañana del domingo la dedicamos a visitar Medina Azahara. Este enclave arqueológico está a unos pocos kilómetros de Córdoba, a los pies de Sierra Morena (hay autobuses que van hasta allí). Se trata de los restos de de una ciudad palatina que mandó construir Abderramán III, allá por el siglo X, y que desde julio de 2018 forma parte del selecto club de los Patrimonios de la Humanidad. Actualmente está en proceso de excavación y sólo es visitable aproximadamente un 10% del complejo, aún así resulta impresionante.




Comimos bastante bien en un lugar llamado Los Patios de la Marquesa. Este sitio se define como espacio gastronómico y cultural. Resulta interesante porque en torno a sus patios hay varios tipos de restaurante donde uno puede coger su comida para disfrutarla en los espacios comunes, con lo que cada comensal puede disfrutar de lo que más le guste: mexicano, turco, italiano, tapería, asador...

Dando por cumplidos los objetivos más destacables (a nuestro entender) de la capital cordobesa, empleamos el resto de nuestra tarde en pasear tranquilamente por la Judería, las inmediaciones de la Mezquita, el Puente Romano y un bonito mercadillo navideño en la Plaza de las Tendillas. Antes de volver al hostal cenamos en una taberna cerca del Ayuntamiento, "La Cuarta", donde nos faltó poco para hacerle la ola a sus berenjenas con miel de caña...


El lunes por la mañana, tras desayunar tranquilamente, emprendimos el viaje de vuelta, cultural y gastronómicamente satisfechos.