viernes, 25 de marzo de 2011

Efeméride

El día la saludó, como cada mañana, proyectando esos divertidos puntos de luz que tanto le gustaban en las paredes de la habitación. Se incorporó en la cama con su fino cabello totalmente revuelto, se desperezó y miró a su alrededor. Se dejó caer de nuevo sobre la cálida almohada y coqueteo con la posibilidad de volver a dormirse. Aunque era atractiva, enseguida renunció a esa idea, volvió a incorporarse y se quedó sentada con las piernas cruzadas, haciendo un tremendo esfuerzo por mantener los ojos abiertos. Se los restregó, a veces eso funcionaba. Bostezó, y volvió a mirar lo que la rodeaba.

Por la cama y en el espacio que quedaba entre el cabecero y la pared estaban desperdigados casi todos sus amigos: Pu la observaba desde el rincón. Gatito, Elly y Pato, Chulú y unos cuantos compañeros blanditos más, parecían sonreírle aquella mañana. Entre las almohadas y el edredón pudo ver a Kino, al Burrito y a la Vaca. Alargó la mano para coger a Kino y lo tomó entre sus brazos. Todavía permaneció sentada unos instantes observando su habitación.

Recordó algo gracioso del día anterior y lo rememoró en voz alta sonriéndose. Luego la imagen de un niño de la guardería quitándole un juguete la disgustó un instante, pero duró poco.

Tenías una sensación peculiar en el estómago, era como cuando papá le hacía cosquillas, pero por dentro. Lo cierto es que, desde hacía unos días, todos andaban un poco revolucionados. En la guardería hablaban de coronas, tartas, globos y aspitos. Mamá y papá habían comprado un montón de cosas y mamá incluso había hecho un bizcocho. Las abuelas decían cosas raras por teléfono y parecían especialmente alegres... En fin todo el mundo estaba muy contento. Era como si fuera a ocurrir algo especial.

De pronto escuchó una voz agradable y familiar. Miró hacia la puerta de la habitación y se le iluminó la cara. Allí estaba mamá, sonriendo y cantando una canción que conocía bien. ¡Hoy era su cumpleaños! Mamá se acercó y le preguntó: -"¿Cuántos años cumple hoy mi niña?"- La pequeña dejó a Kino entre sus piernas cruzadas, estiró un dedo de cada una de sus manitas y dijo alto y claro:-"¡DOS!"-.

lunes, 21 de marzo de 2011

La Reserva

El pasado sábado he celebrado mi segundo día del padre. Si he de ser sincero, más allá del regalo (de gusto algo cuestionable, pero cargado de buenas intenciones) que las cuidadoras de la guardería han hecho para mí, con una foto de la niña y puntitos de colores hechos, mediante su dedito guiado, con pintura Tempera, lo que más me ha llegado ha sido su "Felicidades papi" (previamente ensayado con mamá) y sus besos en mi frente, mientras me sujetaba la cabeza con sus manitas...

Por lo demás este día de San José lo hemos festejado pegándonos una soberana paliza de viaje relámpago, para ir a ver una reserva natural de animales a unos pocos kilómetros de Sevilla. El viernes por la tarde, unos amigos (también con críos pequeños) nos propusieron la aventura, y nosotros, que sin pensarlo nos apuntamos a un bombardeo, corrimos a dejarlo todo preparado para salir bien tempranito el sábado por la mañana.

La Reserva del Castillo de las Guardas está en un precioso paraje natural, en las inmediaciones de una vieja mina de cobre, a unos 50 kilómetros de Sevilla. Según la propia página web de la Reserva, se trata de uno de los mayores parques de animales de Europa. Hay más de mil animales de unas cien especies distintas viviendo en semilibertad (muchos de ellos al alcance de la mano de los visitantes).

Nada más llegar nos dirigimos a la exhibición de aves rapaces, la pillamos empezada y sólo vimos la actuación de un par de buitres comunes y un magnífico buitre leonado que sobrevoló nuestras cabezas a poco más de dos metros. Después disfrutamos -sobre todo la niña, que quedó boquiabierta y entusiasmada- de un espectáculo con leones marinos. Comimos moderadamente bien en uno de los restaurantes del lugar y paseamos por un recinto lleno de animales: chivos de Hungría, liebres de la Patagonia, cigüeñas de varios tipos, cisnes, pavos reales y unos bichos llamados emús, que son unos pájaros enormes parecidos a los avestruces, pero que a mi me recordaban más a los velociraptores de Parque Jurásico (y que parecían mirarme con más hambre que curiosidad).

Culminamos la excursión con un tour de más de una hora por la reserva en un tren neumático, durante el cual pudimos ver las joyas del parque: osos pardos, elefantes, hipopótamos, un rinoceronte blanco, chimpancés... Muchos de estos animales estaban en recintos cerrados más o menos amplios y algunos, como los tigres de bengala y los leones, se mostraron esquivos y a penas les vimos el hocico. Pero había un buen número de bichos campando a sus anchas entre los trenes y los coches (también se podía hacer el recorrido en el propio vehículo, pero no me apetecía dar parte al seguro por la coz de alguna cebra malhumorada). Así que a guanacos, ciervos, gacelas, oryx, cebras y watussis (¡menudos cuernazos!) casi pudimos tocarlos (aunque los continuos carteles de "Peligro, la cebras tienen muy mala leche y muerden" nos hicieron desconfiar de todos los herbívoros...).

Este emú me miró con muy mala cara...
Para estar a mediados de marzo, la verdad es que pasamos momentos de bastante calor. Además el viaje -sobre todo la vuelta- fue bastante deslomante. A última hora tenía calambres en el trasero y dolores por todo el cuerpo (y tener que ir a 110 no ayudó mucho). Pero lo cierto es que la experiencia ha merecido mucho la pena, y algunas de las instantáneas con la cara de la enana no tienen precio...

martes, 15 de marzo de 2011

Cuando ganan los malos

Pertenencia a comando terrorista, involucrado en atentados con bomba, robos a mano armada y secuestro. Procesado y condenado por apología y enaltecimiento del terrorismo e injurias contra el Estado y la Corona (aunque quizás esto sea lo de menos). Estos detalles forman parte de extenso currículo del bueno de Arnaldo Otegi, que hoy se debe estar descojonando del Estado de Derecho.

Para una vez que la justicia española había puesto los puntos sobre las ies, hoy la estupidez institucionalizada me ha vuelto a dejar (contra todo pronostico) ojiplático y boquiabierto. El Tribunal Europeo de Estrasburgo de los Derechos Humanos ha condenado a España por vulnerar la libertad de expresión de este individuo, y ahora toca pagarle la suma de 20.000 euros por daños morales -más 3.000 de costas del proceso-. Importe que saldrá, por supuesto, de nuestros contribuyentes bolsillos...

A mis ojos, esa institución, así como la expresión "Derechos Humanos" acaba de sufrir un duro revés. Lo triste es que probablemente tiene razón. El señor Otegi tiene tanto derecho a decir que el rey es el jefe de los torturadores, como yo a decir que él es un hijo de puta sin escrúpulos y con ideales caducos. La diferencia es que si yo fuera un columnista prestigioso, o incluso si este blog lo leyeran más de diez personas, igual hasta me tocaba pagarle por difamación... Este es el país en el que vivimos, este es el mundo en el que vivimos.

martes, 8 de marzo de 2011

Ahorrando en la factura energética

Hoy ha sido mi primera vez. Mi primera vez a 110 (111 o 112 quizás) por la autovía. Cual virginal novia, despacito, con cuidado. No fuera a ser que en un descuido me la metieran bruscamente con 100 euros de multa por ir a 115...

Yo no suelo pasar mucho de los 120 (rara vez llegaba a 130), pero eché mis cuentas para ver cuanto tiempo me supondría la genialidad gubernamental y me he equivocado muy poco. Hoy he tardado unos 8 o 9 minutos más en llegar a mi trabajo (y lo mismo en volver). Diréis: "¡Leches, cómo te pones, si no son ni diez minutos...!". De acuerdo, no son ni diez minutos, pero cuando uno se levanta a las seis de la mañana y llega a comer a casa cerca de las cuatro, 10 minutos son una puta eternidad...

Hoy, durante los viajes de ida y vuelta, me reconcomía la mala leche. Mira que lo he intentado, desde que sabía que esta medida iba a entrar en vigor he intentado buscarle el lado positivo. He intentado dar por buenos los argumentos del ahorro energético. He intentado dejarme convencer por los que tiran de la ecología diciendo que tendremos menos emisiones de CO2. He intentado pensar en la ingente cantidad de vidas que va a salvar esta brillante providencia. He intentado creerme que esto no es otro despropósito con afán recaudatorio de un gobierno que lleva meses (si no años) dando tumbos... Pero volvemos a lo de siempre: para eso no tendría que leer ni un puñetero periódico, ni foros de opinión. Para eso no tendría que existir el jodido Google, gracias al cual cada vez es más difícil engañar a los pobres pardillos que somos los votantes.

Dicen que con motivo de la crisis en oriente medio y el fantasma del desabastecimiento, se hacen necesarias estas medidas transitorias para ahorrar en la factura energética... ¿La factura energética de quién? Me pregunto, porque a mi me cuesta 15 euros más llenar el deposito que hace unos meses. Incluso nos subieron la gasolina y el gasoil cuando el barril de petróleo estaba en uno de sus precios mínimos. 

El consumo de un vehículo, así como sus emisiones de CO2, dependen sólo en parte de la velocidad. La forma de conducir y el tipo de coche son factores fundamentales. Los coches actuales son diseñados para tener su máximo rendimiento y eficiencia de consumo en torno a los 120 Km/h (algunos más). Existen un buen número de coches de seis velocidades, que con la actual reglamentación no llevarán un régimen de revoluciones suficientemente alto para meter la sexta, pero irán demasiado revolucionados (y consumirán más) en quinta.

En cuanto a la prevención de accidentes está por ver cuantos fulanos se van a partir la crisma por estar más pendientes del cuentakilómetros que de la carretera, porque sólo esta mañana yo ya me he ido al arcén un par de veces por mirar que la aguja no se me fuera de madre.

¿Afán recaudatorio? ¡Qué va, para nada! Cómo podemos ser tan mal pensados con unos políticos tan honestos y bienintencionados. Si aquí lo pone muy clarito.

Está claro que en los días que corren cada vez es más difícil mantener una actitud positiva (que es el objetivo de este blog... ¡Lo juro!). Cualquier persona que pretenda mantenerse mínimamente informado ojeando dos o tres periódicos, al final acabará convertido en un pesimista o, en el mejor de los casos, en un sup3ia (luchando por sobreponerse a su mal rollo).

Un buen amigo me dijo un día que la información genera infelicidad. Es irremisiblemente cierto. Hay quien dirá que lo mejor es pasar de todo y dejarse llevar por las circunstancias. A mi modo de ver, esto tiene un problema: el día que menos te lo esperas, te estampas, por sorpresa, con el muro de la cruda realidad (claro que siempre hay gente con suerte que nunca llega estrellarse). Yo por mi parte prefiero ver venir el muro, por si surge la más mínima oportunidad de esquivarlo...

En cuanto al tema que nos ocupa, sinceramente he llegado a pensar "ojalá me pare la guardia civil a 114 kilómetros por hora":

G.C.: - Buenos días, ¿Sabe a que velocidad iba usted? -
Yo: - Buenas, no sé, quizás un par de kilómetros por encima de 110 -
G.C: - Iba usted a 114 kilómetros por hora, y eso es una infracción… -
Yo: - ¡HAAAALAAAAA! No puede ser que fuera tan pasao’... No, en serio ¿A qué velocidad iba? -
G.C.: - 114…, de verdad
Yo: - ¿Y me va usted a multar por eso? -
G.C.: - Sip, cien eurillos si tiene usted a bien… -
Yo.: - Sepa usted señor agente, que esta panda de cabrones (jefes suyos y míos) ya me están quitando más de cien pavos mensuales, y me han dejado las pagas extra con síntomas de desnutrición… -
G.C.: - A mi también, pero es que además me van a joder un poquito más si no le multo a usted...
Yo.: - Mmmm... ¿Y dice que tengo descuento por pronto pago? -

miércoles, 2 de marzo de 2011

Pinceladas autobiográficas: Cuando el SUP3IA forma una familia

Iba a empezar esta entrada haciendo una afirmación un tanto desacertada: Formar una familia es complicado... Unos segundos de reflexión me han bastado para pensar justo lo contrario. Cualquier ceporro puede formar una familia, hasta el más inútil de los seres humanos puede encontrar una pareja y tener hijos. En el mejor de los casos (que no el más frecuente) los dos miembros de la pareja tendrán un mínimo de sentido común y responsabilidad. En otras tantas situaciones uno de los dos aportará un ápice de cordura, básico para que una familia funcione, al menos hasta que se le agote la paciencia a alguno de ellos (generalmente al más cuerdo). Y en el peor escenario imaginable, tendremos a una pareja de idiotas despreocupados, procreando como conejos y dilapidando el futuro económico, cultural y social de su prole... Bueno, también hay idiotas forrados de pasta que procrean como conejos. Esos no dilapidan el futuro económico de sus hijos, pero su aportación a la cultura y la sociedad es más que cuestionable...

Lo que sí es de verdad complicado es formar una familia con éxito. Enfrentarse a los problemas de una convivencia en pareja y a la llegada de los hijos con buenos resultados, es un reto que no está al alcance de todo el mundo. Por si esto no fuera suficiente, el trabajo (o en los días que corren la falta de éste), la economía, la política y en general todo un catálogo de contratiempos diarios (que curiosamente casi siempre tienen detrás a algún cabrón con traje caro, maletín y corbata), no ayudan en tal cometido.

Encima, todos estos problemas se agravan cuando uno es un sup3ia. Una característica que nos define es el catastrofismo (fundamentado o no), la certeza de que las cosas siempre pueden ir a peor y el desagradable vicio de no ser capaces de desconectar de los problemas del mundo con tanta frecuencia como otros seres humanos (a los que por cierto envidio).

El caso es que pese a todo esto, hace ya seis años, yo decidí (con el permiso de mi mujer claro) formar una familia. Aquella chica a la que conocí en un botellón (menuda ironía), concluyó que, si me había soportado durante diez años como novio, podría lidiar conmigo como marido, así que me dio el cuando navegábamos por la bahía de Mallorca.

Por fortuna para nosotros, aquellos diez años de noviazgo dieron para conocernos mucho. Para cuando decidimos pasar por vicaría, ya estábamos puestos al día de todos los vicios y virtudes del otro, así que no nos llevamos sorpresas y los primeros cuatro años de matrimonio fueron prácticamente un paseo, una continuación de un largo noviazgo, pero con la ventaja adicional de poder hacer ciertas maldades sin que nuestras familias pusieran objeción.

Esos cuatro años fueron la prerrogativa que nos dimos antes de ampliar la familia. Disfrutamos mucho en ese tiempo: salíamos y entrábamos a nuestro antojo, viajamos un poco y disfrutamos bastante de una especie de noviazgo con papeles. Además, como los dos procedíamos de familias algo conservadoras, a mi me daba morbo tocarle el culo o plantarle un beso en los morros a mi señora delante de nuestros padres... ¡Osado que era uno vaya!

Pero a los cuatro años y pico sí que cambió nuestra vida. Cambió y se desbarató completamente por la llegada de una pequeña preciosa. Preciosa sí, pero con una irritabilidad y unos pulmones que hubieran colmado la paciencia del santo Job.

Se que es un topicazo, pero la llegada de un bebé lo altera todo. Altera las costumbres, altera el descanso, altera la relación de la pareja y con frecuencia altera los nervios. Marido y mujer mutan en un concepto más homogéneo llamado padres, que no pasa de ser un complemento de la criatura, como el cambiador, los pañales o el Johnson’s Baby.

No faltan pruebas que ilustren lo que estoy diciendo. Los temas de conversación, por ejemplo, derivan inevitablemente hacia los humanos bajitos y todos las cuestiones relacionadas con ellos: las gracias, los balbuceos, las primeras palabras, pasos y ocurrencias, la lactancia materna, la leche y los cereales más recomendables..., y largas conversaciones sobre excrementos. No es de extrañar que los amigos (que no son padres) muchas veces dejen de contar con la pareja de felices progenitores para salir de cañas y decidan guardar cierta distancia. Supongo que las patas de calamar y los litros de cerveza no entran igual hablando de escatologías.

Y es que es sorprendente lo importante que puede volverse la caca (vamos, la mierda) cuando es el hijo de uno el que protagoniza la deposición. A la mínima que el bebé pone una cara rara o tiene los ojos vidriosos, los padres tardan una fracción de segundo en coger a la criatura en volandas y olfatearle el culo con ahínco: "parece dura, está otra vez estreñida" o "es blanda, a ver si tiene otra vez gastroenteritis"... ¡Coño, pero si sólo la has olido! ¿Cómo es posible que ya sepas textura, dureza, color y cantidad?... Pues no lo sé, pero lo sé. Debe ser alguna especie de superpoder que se desarrolla con la paternidad, por algún tema hormonal o una mutación en la pituitaria... qué sé yo.

Y ya no hablemos de las primeras veces que la criatura nos pide pis o caca, entonces se colman todas nuestras expectativas como padres (Olga está en esa fase) y aplaudimos y celebramos orgullosos cada evacuación, como si la nena acabase de doctorarse Cum Laude en Física Cuántica Aplicada...

El otro día en la tele, pusieron un magnífico monólogo de Arturo Vals que por supuesto me perdí, porque a esa hora Olga estaba terminando de cenar con su DVD de Pocoyó. Afortunadamente existe YouTube, que aunque ocasionalmente sirva de escaparate para las mayores chorradas del mundo o para lanzar al estrellato a algún payaso sin talento, en general viene muy bien para tener siempre al alcance todas las genialidades televisivas (que también las hay). Os dejo aquí el enlace, porque de verdad merece la pena y me ha arrancado más de una carcajada. Bien sea para que los padres sepamos que no estamos solos, o bien para que los que no lo son se solidaricen con nosotros, ahí queda. Pero debo lanzar una advertencia: el monólogo tiene un fuerte efecto disuasorio.

Por si fuera poco, los padres, que para todo lo demás se vuelven tremendamente olvidadizos, empiezan a memorizar nombres de enfermedades, medicamentes infantiles, personajes de dibujos animados y canciones ridículas sobre animalitos. El otro día me sorprendí canturreando la canción de las tres mellizas en el trabajo. Avergonzado miré a mi alrededor en busca de miradas increpantes, pero afortunadamente nadie me escuchó (o eludieron mencionarlo para no sentir vergüenza ajena). Si alguien me hubiera preguntado hace dos años si veía Caillou le habría partido la cara por insultarme. Hoy me sé la canción y el nombre de todos los personajes.

Tener hijos no es una decisión que deba tomarse a la ligera. Yo de hecho, siempre he defendido la necesidad de un curso para sacarse el carné de padre (y esto no tiene nada que ver con los genitales). Nosotros tomamos la decisión después de meditarlo mucho tiempo, convencidos y totalmente conscientes (o casi) de la que se nos venía encima. Y aún así, se hace tremendamente difícil renunciar a una vida cómoda en pareja: salidas nocturnas, cine, cenas, viajes improvisados casi con lo puesto, mucho tiempo libre y otras numerosas ventajas (como la ausencia de inoportunas interrupciones en determinadas situaciones)... Todo esto por no hablar del aumento exponencial de las preocupaciones -todos, absolutamente todos, los objetos de casa son potencialmente letales-. Se diría que la necesidad del mentado carné es innegable.

Honestamente tengo que decir que muchas veces me he preguntado si esto de la paternidad compensaba. En los momento de mayor agotamiento, o cuando tienes un mal día en el trabajo y lo único que te apetece es escaparte el fin de semana (y no puedes), improvisando y sin dar explicaciones, nos vence el ego y dudamos sobre si tomamos la decisión correcta. Sólo tengo que observar a mi hija durante unos segundos, cuando está distraída, ajena a mi presencia, para que todo vuelva a cobrar sentido.