viernes, 29 de julio de 2011

¿Una cuestión de ego?

Otro tipo que tampoco anda descalzo. Al jeque Hamad Bin Hamdan Al Nahyan, miembro de la familia que gobierna Emiratos Árabes Unidos, se le estima una fortuna de más de 21.000 millones de dolares, y como tiene sus necesidades básicas cubiertas y nada mejor en lo que gastar el dinero, pues se da estos caprichillos ocasionales...

Cómo encabronarse de cara al fin de semana

¿Cuántas veces nos habremos preguntado quién tiene el dinero? Pues lo tienen (entre otros) estos, estos y estos... A ver, yo no estoy en contra del libre mercado, todas son empresas privadas y pueden hacer lo que quieran con sus beneficios (otra cosa son las repercusiones éticas y sociales, aunque hoy no quiero extenderme). Pero entre los que piden ayudas estatales para afrontar los ""problemas económicos"", los que practican EREs escudándose en ""pérdidas"" y los que nos calientan la cabeza -y la visa- con la ""crisis energética"", el tocamiento de gónadas es ya casi obsceno... 

lunes, 18 de julio de 2011

Matalascañas o El Regreso de la Maldición Vacacional

La semana pasada unos amigos (también con niños pequeños) nos llamaron para hacer una escapada de fin de semana a la playa, por eso de desconectar un par de días ante las vacaciones "oficiales" del verano; vacaciones que se antojan distantes todavía, allá por la segunda quincena de agosto.

Así que seguimos recorriendo los destinos vacacionales más cañi de la península, a la búsqueda de sol y playa, y sobre todo diversión para la pequeña... Esta vez le ha tocado a Matalascañas. Un hotel algo antiguo, pero bien reformado, con un buffet bastante respetable, un par de piscinas, muy cerca de la playa -donde además te llevan en trenecito- y muchas opciones de entretenimiento para los niños (tienen un recinto con castillos hinchables, camas elásticas, caballitos, un pequeño tren y otros cacharros). Así que, a priori, la cosa no pintaba mal para un par de días.

Claro que cometimos la ligereza de no contar con nuestra particular maldición vacacional. Y no hablo de la imprudencia de emprender un viaje a la costa en plena operación salida -lo que nos condenó a más de dos horas de retenciones-. Tampoco me refiero a la playa hipersaturada, donde entre mi toalla y la del vecino no cabía el bigote de una gamba... Hablo de mi pobre hija, que ha tomado por costumbre obligarnos a visitar el servicio de urgencias más cercano en el destino vacacional de turno, sin mala intención por supuesto, ya que a fin de cuentas ella es la más perjudicada.

En esta ocasión ha sido una gastroenteritis de caballo, que después de dos días de vómitos y diarrea, tiene a la enana agotada y bastante irritable. La verdad es que es una pena, porque pese a lo nada exótico del destino, podríamos haber pasado un par de días bastante agradables. Al final, el ratito de playa el sábado por la tarde, dos breves incursiones en la piscina del hotel y un buffet digno, pero amenizado con vómitos y llantos, han arrojado un balance ligeramente negativo. A ver si cuando nos vayamos de vacaciones de verdad en agosto, podemos romper ya con esta pequeña maldición familiar, porque sino voy a optar por quedarme en casita, bien cerca del pediatra.

miércoles, 13 de julio de 2011

Septuagenario encerrado en un fornido cuerpo de 35 años

De verdad, al próximo que me diga eso de "Al menos tienes salud" le voy a tener que soltar alguna fresca. Vale que no esté aquejado de nada terminal, pero menuda temporada llevo. Al menos hace un año podía echarle la culpa a la niña diciendo aquello de "Es que nos cogemos todas las mierdas que se trae de la guardería...", pero lo cierto es que en los últimos meses he estado continuamente enfermo, mientras que ella, a lo sumo, se ha pillado un resfriado.

Esta mañana a las seis y media, mientras me tomaba un café recalentado antes de coger el coche, he mirado el rinconcito de la encimera de la cocina donde están, perfectamente ordenadas, todas las cajitas de medicamentos que actualmente estoy tomando. Por un momento me ha venido a la cabeza el aspecto de un rinconcito de encimera similar, en casa de mis padres, donde mi difunta abuela apilaba sus medicinas... Me he sentido un poco raro. No son cosas para la tensión ni para los huesos, pero ahí están: Ibuprofeno, Flutox, Flumil, Auxina, un tubo de Lizipaina y las recetas con las dosis correspondientes... En las últimas cinco o seis semanas he tenido que ir al médico tres veces (yo, a quien le caducaban las tarjetas sanitarias sin conocer siquiera al médico que me habían asignado...). La última, ayer, la doctora dijo que me iba a tener que dar de baja, y yo, imbécil de mi, le dije que me diera una semana más para recuperarme con el tratamiento, y si no mejoraba entonces hablábamos lo de la baja, que ahora me venía bastante mal por el trabajo.

El caso es que a penas hace un mes terminé un tratamiento con antibióticos, antes de eso estuve otra vez con antiinflamatorios y mucolíticos, y ahora estoy liado, tomando otras cuatro o cinco cosas diferentes tres veces al día, por lo que parece ser una faringoamigdalitis que me deja sin voz a media mañana. En los últimos tiempos he acumulado, además de esta faringoloquesea, una faringitis, una laringitis, un principio de bronquitis, algún que otro catarro común y mucha frustración y mala leche.

Desde hace algún tiempo me da la impresión de que mi cuerpo ha perdido toda capacidad combativa y regenerativa. He reducido mi actividad física a mínimos vergonzosos, vamos, que sudo lo mínimo para no enfriarme. Evito exponerme a aires acondicionados (aunque en el trabajo es inevitable) y he renunciado a la horchata bien fría tan propia del verano. Y aún así, parece que la más mínima brisa veraniega, o el batir de las alas de un mosquito, revientan mis defensas, saltan todas las barreras y se apalancan en mi tracto respiratorio dejándome bien jodido durante semanas... ¡Cómo para no sentirse mayor!