lunes, 26 de octubre de 2020

SUP3IA 1 - OBSOLESCENCIA 0

Hace ya bastante tiempo que no escribo nada. Y el caso es que desde que empezó todo esto de la pandemia la vida de todo el mundo ha dado un tremendo giro que bien merecería unas cuantas líneas por mi parte... Pero es que no me apetecía. Después de aquella operación de hernia que me mandó a casa un poco antes de que lo hiciera el estado de alarma, llegó el Helycobacter Pylori a mi vida, y con él un tratamiento de antibióticos que me dejó la flora intestinal hecha trizas. Con el Covid-19 agazapado tras cada esquina y mis defensas gritando "WARNING! WARNING!..." he pasado unos meses bastante acojonado cada vez que tenía que salir a la calle. Ahora me voy encontrando bastante mejor, ya como casi de todo y con relativa normalidad, y "gracias" a mi amigo Hely -y a las consecuencias del tratamiento- incluso me he quedado tipín (perdí como 10 kilos en menos de un mes). Pero durante un tiempo pensé "Como me coja la mierda esta del virus me manda a la UCI seguro...".
 
Como decía, todos estos meses de encierro, poca movilidad e interacción social escasa han sido más fructíferos de lo que pudiera parecer; mis nuevas (aunque modestas) habilidades como panadero o mi cuquísimo huerto urbano son sólo algunas pinceladas. Pero de eso hablaré otro día. Hoy vengo a contar mi épica y gratificante victoria sobre la obsolescencia de los electrodomésticos... 
 
Hace unos días nuestra lavadora empezó a hacer ruidos extraños, algo así como un golpeteo... clanclanclanclan... bueno, ya sabéis... Más tarde empezó a fallar el centrifugado y finalmente se paró y en la pantallita aparecieron algunos códigos de error que tuve que descifrar gracias al manual que, afortunadamente, todavía guardamos después de 12 años. El caso es que, según el manual, había algún problema por exceso de agua en el tambor, una obstrucción o alguna movida con la válvula de desagüe... 
 
¡Mierda! Se jodió la lavadora, y el cesto de la ropa sucia hasta las trancas, hay que buscar una lavandería, creo que hay una en la calle Talycual ¿Tendremos que llevar nuestro propio detergente? Nunca he estado en una lavandería ¿Cómo va esto?¡Arg!... Espera, espera, vamos a calmarnos...
 
Lo primero que pensé es que se trataba de un atasco tontorrón así que me fui a lo fácil, abrí una portezuela que tiene la lavadora para desagüe manual y... ¡Cagoenla...! cariño he inundado el lavadero y... ¡anda mira! aquí hay dos monedas de euro... Satisfecho de mis dotes detectivescas y con la zona azul de los próximos dos días resuelta, fregué el lavadero y me dispuse a probar que el aparato ya funcionaba. Puse un ciclo corto de lavado, esperé como un gilipollas casi media hora al lado de la lavadora y en el momento de centrifugar, ¡oh cruel decepción!, otra vez igual: clanclanclanclan y el centrifugado que no va... 
 
Cariño, ve mirando lavadoras que esto no va. Yo creo que mejor vamos a pasar de buscar un servicio técnico, porque el trasto tiene más de 12 años y para soltar 200 pavos en la reparación y que se vuelva a jorobar a los dos meses, casi mejor nos gastamos 400 ahora en una lavadora nueva ¿no?... 
 
Últimamente la situación económica no es la mejor, así que me fastidiaba bastante hacer un desembolso así, pero, una vez asumido que íbamos a hacer el gasto, llegué a una conclusión muy liberadora... Si vamos a comprar una lavadora nueva, no pasa nada si me termino de cargar ésta. Ha llegado el momento de cacharrear...
 
Jamás he visto una lavadora más allá de su parte frontal para meter la ropa y el detergente, pero a partir de ese momento me arrolló una ola de despreocupación y me atreví con todo. Enredando me di cuenta de que si dejaba abierto el desagüe manual (esta vez con un barreño para no inundar otra vez el lavadero) el centrifugado sí que se hacía. Todo empezó a encajar en mi cabeza y mi confianza como técnico de lavadoras fue in crescendo... Poco rato después tenía volcada la lavadora y le miraba las tripas como si hubiera estado haciendo aquello toda la vida, había soplado (con cuestionable salubridad) por todos los tubos que me había encontrado para asegurarme de que no había atascos y tenía la bomba de desagüe desmontada en mis manos... 
 
Cari, esto lo arreglo yo, ya verás. A mi me dá que es este cacharro. Aquí pone "motor de drenaje" yo creo que esto es lo que se ha roto...
 
Bien visto esto tiene menos mierdas que un ordenador...

Total que decidimos probar. Vimos precios por Internet y la cosa andaba entre 20 y 40 euros. Teníamos poco que perder y bastante que ahorrarnos. Al final encontré la pieza en una tienda de repuestos en Cáceres por 23 euros (hay que hacer consumo local, que la cosa está muy mala...). La monté, crucé los dedos y puse un lavado corto para probar (esta vez no me quedé todo el rato junto a la lavadora... aunque fui cada dos minutos a mirarla inquisitivo). Ni un ruido raro, centrifugado impecable y al final la estimulante musiquita que anunciaba el final del lavado... 
 
¡Cariño, esto funciona!
 
Loas, aplausos y emoción contenida... Es una chorrada enorme, pero fue un subidón para mi ego. Me anoto un tanto contra la obsolescencia, con la firme convicción de que mis recientemente adquiridas habilidades como técnico de lavadoras nos aseguran lavadora para otros 12 años...

jueves, 16 de abril de 2020

Fabia

Esta situación excepcional que nos ha tocado vivir está trastocando prácticamente todos los aspectos de nuestra vida, y situaciones ya de por sí difíciles y dolorosas se vuelven aún más arduas y provocan que las penas sean todavía más densas. El pasado 9 de abril, Jueves Santo, falleció mi suegra, y a la dureza de perder una madre y una abuela hay que sumarle la triste imposición de estos lamentables días de no haber podido despedirla como ella se merecía. Sólo Cris y sus hermanos pudieron estar presentes en un breve responso que tuvo lugar en la capilla del cementerio. Ni sus hermanas, a las que, siendo Fabia la mayor, crió desde bien joven debido a la perdida de sus padres; ni sus nietos y nietas, algunos de los cuales han vivido más con ella que con sus padres; ni decenas de vecinos, con los tenía esa relación de cercanía y familiaridad que sólo perdura en los pueblos.

Fabia ha sido una luchadora toda su vida. Mandona de caracter, estaba acostumbrada a que las cosas se hicieran como ella decía (porque durante gran parte de su vida siempre fue la mejor manera); pero también era generosa hasta el extremo, poniendo siempre a los demás por delante de si misma. Aunque la vida en sus últimos años (los que debieran haber sido más plácidos) no la ha tratado bien (culpa de muchos achaques y personas por los que ella se dejó la existencia) su fe se ha mantenido siempre inquebrantable y siempre ha visto la mejor parte de cada uno (llegando a justificar lo injustificable). Personas como ella se merecen un descanso a la altura de sus espectativas y se lo deseo sinceramente.

Hasta el día en que pueda acompañar a mi mujer a llevar unas flores que dignifiquen la despedida valgan estas palabras para testimoniar el respeto de su único yerno. Que descanse en paz porque se lo ha ganado.

sábado, 28 de marzo de 2020

Reflexiones de cuarentena

Cuando hace casi tres meses me enteré de que tenía una hernía inguinal y de que debía pasar por quirófano, pensé que el bisiesto 2020 no empezaba demasiado bien. Poco después me llegó resolución denegatoria a mi solicitud de teletrabajo. Parece que los informes favorables y el buen desempeño que habíamos demostrado no eran suficientes para la inánime máquina burocrática, y varios compañeros y yo mismo nos quedábamos fuera en base a dudosas razones y criterios arbitrarios (incluso escribí un airado post que no llegué a publicar). Definitivamente el 2020 apuntaba maneras de annus horribilis o, dicho en buen castellano, año de mierda...

Y hete aquí que entonces llegó el bichito de China y mi pequeño mundo de mierdecillas particulares se esfumó de repente y las cosas que me preocupaban cayeron bastante abajo en mi lista. Además, por fortuna, mis cuitas personales se han ido solucionando, no sin cierta dosis de inquietud (y, por momentos, de ironía). Pasé por quirófano cuando ya se habían detectado los primeros casos en Extremadura, así que los dos días que pasé en el hospital fueron un poco tensos. A ver, las estadísticas jugaban a mi favor, cinco o seis casos entre un millón de ciudadanos no tenía que ser alarmante, pero la psique de cada uno va a su aire, y los medios de comunicación ya habían desencadenado la psicosis del papel higiénico... Además en quirófano no faltaron las coñas sobre el coronavirus (me pusieron anestesia raquidea, así que me enteré de todo). La noche fue bastante mala, tardé horas en volver a sentirme las piernas, pero lo peor fue que, cuando mis piernas ya respondían, en el espacio entre ellas sólo había una preocupante sensación de vacío, vamos, que mis partes pudendas fueron las útimas en despertar, así que imaginad el desasosiego... Con todo tuve mucha suerte, recibí una atención magnífica de todo el personal del hospital y el día siguiente a la operación, a media mañana, estaba camino de casa (tras una pájara terrible, por levantarme demasiado pronto, que me dejó la tensión en 7/5 y me hizo perder el conocimiento unos minutos, por lo que casi me dejan ingresado...). Unos días después estalló la pandemia y operaciones como la mía quedaron suspendidas hasta nuevo aviso. Así que tuve mucha suerte.

A nivel laboral, y "gracias" a la carambola de mi operación, también he tenido suerte de cierta extraña manera. Cuando se estaban empezando a aislar algunos municipios, en España ya había varios cientos de infectados y habían muerto algunas decenas de personas, yo estaba de baja en casa, recuperándome. Pero muchos de mis compañeros todavía debían ir a trabajar y estaban peleando para que la Junta siguiera las recomendaciones del Gobierno central y mandase a la gente para casa. Finalmente llegó el teletrabajo para todos. Tras las reticencias y los obstáculos que se inventaron ciertos burócratas de nuestra Administración, la situación les vino impuesta y se vieron obligados a implementar los mecanismos de forma atropellada y sin una buena planificación (pudiendo haberse hecho con más tiempo y de forma ordenada). Afortunádamente el esfuerzo de un buen número de compañeros ha hecho que sea posible trabajar online de manera tolerable.

Y así llegamos al momento presente. En el instante en que escribo estas líneas el país está prácticamente parado, la mayoría de la gente (la que no está dando la batalla en primera línea) está confinada en sus casas desde hace dos semanas, vamos camino de los 73.000 infectados, se han superado los 5.600 muertos y este virus dista bastante de ser "poco más que una gripe" como pensábamos al principio (y las cifras a nivel mundial son bastante más escalofriantes). Mi percepción, e imagino que la muchos, es de irrealidad y estupor, como de ser uno de esos extras sin importancia en una peli catastrofista mediocre donde el héroe de turno lucha por salvar al mundo (un sanitario exhausto, algún miembro de cualquier cuerpo de seguridad o un humilde empleado de una tienda de comestibles...). Un personaje, poco menos que secundario, que sólo puede esperar a ver que pasa, con la sensación de estar metido en una situación insólita que no imaginó llegar a vivir...

No voy a entrar hoy a juzgar como se está gestionando esta crisis (eso llegará en su momento), me imagino que estar en cualquier gobierno que se tenga que enfrentar a semejante situación no debe ser cosa de fácil digestión. A nivel social y económico no hay precedentes recientes en Europa, y algunos expertos usan como referencia aproximada una situación de guerra. Está bastante claro que este evento va a marcar un antes y un después en nuestra generación. Todo apunta a que las repercusiones a todos los niveles van a ser muy importantes. Acostumbrados como estamos a ver, desde nuestra efimera burbuja de seguridad, que las catástrofes y la penurias quedan casi siempre lejos de casa, estamos aprendiendo una valiosa lección sobre la fragilidad de nuestro modus vivendi y sobre la vulnerabilidad de este mundo de cosas que damos por sentadas sin pensar demasiado en ellas. Ahora un enemigo invisible cuestiona todo este tinglado que llevamos décadas comprándonos, y lo hace sin demasiado esfuerzo, desbordando es unas pocas semanas todas nuestras preconcepciones.

martes, 21 de enero de 2020

El SUP3IA se mete en política...

...Así que agarrensé que vienen curvas. Hace muchísimo tiempo que no opino aquí sobre ningún aspecto relacionado con política. Me da una pereza terrible. Además releyendo algunas entradas antiguas, en las que toco algo este tema, tengo una nefasta sensación de deja vu; la impresión de estar repitiendo una y otra vez las mismas quejas sobre los mismos perros y sus distintos collares. La política está tan llena de infamia que intentar organizar en mi cabeza todos los sentimientos, impresiones y opiniones que me provocan sería una labor titánica (y bastante ingrata). Así que me he dicho "vamos a darle un enfoque más personal, en esa línea ligeramente autobiográfica que caracteriza a este blog"..., y a ello vamos.

Creo que no soy persona de ideologías, pues sobre el papel casi todo suena bien; sobre todo cuando quien escribe es alguien mucho más formado y elocuente (quizás inteligente) que el común de los mortales (o que yo). De hecho pienso que en política hay que ser chaquetero -en el buen sentido- en función de las necesidades que en cada momento tenga un pueblo o sociedad. Aunque tengo mis opiniones sobre casi todo, soy bastante flexible y suelo escuchar con humildad y mente abierta cuando los discursos no son reaccionarios o incendiarios y los oradores consiguen captar mi atención y mi respeto. Sin embargo hay algunos punto de mi biografía y matices de mi persona que a ojos de algunos podrían encasillarme más cerca de uno u otro lado. Provengo de una familia con cierta tradición militar; de hecho a mi mismo me llamó la atención el ejercito como salida profesional durante algún tiempo. Por si fuera poco, sin llegar a ser un beato, durante gran parte de mi vida fui un "buen católico", hasta que una especie de "epifanía personal" me llevó al agnosticismo. Y además cuando hablaba con mis amigos sobre estos temas (Dios, Patria, Familia...) podía llegar a ser bastante vehemente... Así que puedo entender que en general se me defina como algo conservador o, si quieren, un poco "centrado a la derecha".

Recuerdo que ya hace un montón de años viví una de esas situaciones con un buen amigo homosexual, sólo que yo entonces no lo sabía. Ahora suena gracioso, pero en aquel momento pensé mucho en la imagen que estaba proyectando de mi mismo. Por aquel entonces estábamos mi mujer y yo con los trajines de nuestra boda, concretamente ya habíamos enviado invitaciones a nuestros amigos. Ya saben como va esto: si dos amigos eran pareja, invitación con ambos nombres. Si no conocíamos a la pareja del amigo o amiga en cuestión pues poníamos "fulanito y acompañante". Y para el caso de los solteros lo normal era la invitación unipersonal... Para nosotros, este amigo del que habló entraba en la última categoría... El caso es que una tarde vino a casa, triste, taciturno. Normalmente era un tío bastante jovial, así que me sorprendió, "un mal día" imaginé, y no le di mayor importancia. Al rato de estar en casa, tomando café supongo, charlando en tono un poco más distante del habitual, va y nos suelta "tengo que contaros algo"... "¡Ay dios!" pensé. Su cara y su tono revelaban por lo menos una enfermedad terminal, así que nos alarmamos... "El caso es que tengo pareja pero no se llama María, se llama Juan" (se hace necesario aquí matizar que me estoy inventando los nombres por razones obvias, no quisiera yo causar un malentendido... Estos dos son una de las parejas más estables y unidas que conozco de entre los amigos de aquella época). "¡Coño, que susto! pensé que te estabas muriendo ¿Cómo ibamos a invitar a tu pareja si no sabíamos que la tenías?" le dije... Resulta que, aunque todos los demás amigos lo sabían, a mi no me había dicho nada preocupado por lo que yo pudiera pensar. Me pasé semanas pensando que clase de disparate homofobo había podido soltar en su presencia y salvo algún chiste no se me ocurrió nada... El caso es que los dos vinieron a la boda y creo que lo pasamos bien (y no fui yo precisamente el que hizo chanzas sobre quién de los dos era la parra fecunda...).

En cualquier caso creo que no tengo buen ojo con esto de la política. A parte de mis primeros escarceos democráticos, cuando mi principal referente político era mi castrense influencia familiar y voté un par de veces al PP, el resto de mis participaciones han sido abstenciones o alternativas que consideraba más centradas. Aunque tampoco es que me haya ido muy bien. A estas alturas podría empezar a considerarme "el azote de los partidos emergentes", porque pareciera que cuando me intereso por un partido y les voto estos se estrellan estrepitósamente... Por ejemplo, cuando surgió aquel prometedor UPyD, con una Rosa Díez que se desmarcaba de un PSOE viciado y corrupto y un Fernando Savater que me había encandilado con Ética y Política para Amador, les voté y fue una debacle. Luego, hace algo más de un año, cuando C's parecía dispuesto a cambiar las reglas de la política y subía como la espuma, les voté (incluso he estado afiliado un año por la perseveracia de otro buen amigo); y no hay más que ver cómo estamos ahora...

No soy amigo de alarmismos. Me niego a pensar que con el gobierno que se ha formado recientemente se estén organizando checas en los sótanos de Madrid o que la oposición esté haciendo vudú para traer de vuelta al Generalísimo... Pero debo reconocer que no me gusta lo que está pasando. Me disgusta pensar que alguien como Sánchez, con tal de permanecer en el poder, se pliegue a gobernar con quien el día anterior le quitaba el sueño o trate de igual a igual a unos políticos que ignoran o tergiversan la justicia y la ley, o se abanderan con ellas, según conviene a sus intereses. Me preocupa que lo que queda en la oposición se aferre a ideales trasnochados o incluso peligrosos. Me asusta que los extremos vayan a condicionar el debate político de los próximos años en un terrible "con nosotros o contra nosotros" que está polarizando las opiniones y dividiendo a la gente.

Siempre he dicho que la política en España tiene ese tufillo futbolero que nos caracteriza para casi todo en este país (los míos son los míos aunque sean unos mantas... o en este caso, aunque sean unos sinvergüenzas). No puede explicarse de otra manera que partidos como PP y PSOE sigan siendo mayoritarios pese a las cuestionables mochilas que ambos llevan a la espalda. Y encima, cuando por fin nos enfadamos y decidimos cambiar de criterio, nos echamos en brazos de los populismos y nos dejamos llevar por las ideologías más extremas (léase VOX o UP)... Imagino que es por esta razón, porque somos como somos, que las alternativas que surgen para ocupar opciones más centradas, que se manifiestan en posturas menos ideológicas y más pragmáticas y que son capaces de ver cosas buenas en un lado y en otro, al final desaparecen o terminan cayendo hacia uno de los dos lados.

Siempre me ha gustado considerarme una persona inteligente y con buen criterio. Le viene muy bien a mi ego. Imagínense que siendo un Sup3ia encima tuviera un mal concepto de mi mismo... me habría tirado de un puente hace tiempo. Además soy más de observar y escuchar que de hablar (y con la edad cada vez más). Consecuencia de esto es que no suelo emitir juicios de valor antes de tiempo y me cuido mucho de pillarme los dedos con verborrea traicionera... Pero sucede que, al final, tener mucha información me bloquea y no puedo posicionarme casi nunca en axiomas absolutos (cosa que desluce bastante ciertas conversaciones...). El pragmatismo me hace ver puntos de razón en casi cualquier argumento (esto me pasa mucho con la política) y al final evito discutir la mayoría de las veces. Además en esta sociedad de trending topics, tweets y likes, me resulta extenuante argumentar contra los sesgos de confirmación que padece casi todo el mundo... Así que soluciones en 280 caracteres no tengo...

... Pero tengo claras algunas cosas: me fastidia que la política nacional de los próximos años -la que nos afecta a los ciudadanos de TODO el país- vaya a estar condicionada por sectarismos, independentismos y hechos diferenciadores a cuenta de unos cuantos personajillos que sólo saben mirarse el ombligo, mientras en mi tierra seguimos en el puñetero culo de Europa. Me molesta treméndamente ver como aquellos en los que deberíamos confiar más que en nuestras madres, nos mienten a la cara un día sí y otro también. Me revienta que un puñado de individuos que predican el "haz lo que yo diga pero no lo que yo haga", que se dan ínfulas y se atribuyen una superioridad moral, se arroguen el patrimonio de la historia, la ley, la justicia o la libertad de expresión. Me pone enfermo que esos, a los que pagamos un pastón con nuestros impuestos, utilicen el sistema para derribarlo, se enzarcen en debates voceríos estériles sobre el sexo de los ángeles y luego nos hablen como a tontitos de baba, suavito y en tono condescendiente, para explicarnos por qué tenemos que agacharnos y ponernos de culo... Ostras, espera, a ver si va a ser este comentario homófobo... ¡Ah no! que la sodomía también mola entre heterosexuales...

¡Joder! Si por esto no quería yo hablar de política.

viernes, 10 de enero de 2020

Balance del 2019

Desde el punto de vista de mi faceta de escritor de blogs ha sido el año más triste de la historia. La verdad es que se veía venir a tenor del decreciente número de entradas año tras año... En fin, es lo que hay. Y el caso es que ha resultado ser un año bastante interesante (como siempre digo, todo lo interesante que puede resultar para la existencia de un tío normal...), pero es que ahora tengo Netflix (Gracias mil Markus, te has cargado mi carrera como escritor :DDD)... Nah! hablando en serio, la culpa no es de Netflix, sólo he cambiado la tele que consumo, que no es mucha, por algo más respetable, menos mierder y sobre todo con menos publicidad.

Pero bueno, aquí estoy otra vez, haciendo un balance algo tardío del año que acabamos de dejar atrás. Como iba diciendo, ha sido uno de eso años que dejan cierto regustillo de satisfacción. Y es que durante el 2019 he alcanzado algunas de mis metas personales, por ejemplo, después de unos años estudiando inglés he conseguido obtener el B2 por la Escuela Oficial de Idiomas. También he tramitado mi Tercer Dan de Aikido (ya son 17 años los que llevo entusiasmado con esta práctica y los últimos 5 dando clase)...

...Pero sin duda, una de las mejores experiencias que he disfrutado durante la mayor parte del 19 ha sido el teletrabajo. Lamentablemente el periodo de un año que se establecía en aquella ya lejana primera convocatoria acabó el día 1 de octubre. En mi caso y en el de los compañeros que me tocan más de cerca, el balance ha sido muy positivo. Objetivamente, hemos recibido informes favorables y el reconocimiento por parte de jefes y gestores de que el trabajo se ha hecho bien. Subjetivamente -y aquí me refiero a mi experiencia personal-, he estado más descansado, mi concentración ha sido mayor y mi rendimiento ha mejorado... Y por lo visto he sido mucho más encantador, porque hace unos días mi hija me soltó "¡Jo papá! a ver si te vuelven a dar pronto el teletrabajo porque ahora estás siempre más cabreado"... Y me temo que razón no le falta. Si algo malo ha tenido el teletrabajo es que volver a la modalidad presencial todos los días de la semana se ha hecho especialmente duro. Levantarse de nuevo todos los días antes de las 6 de la mañana y volver a comer pasadas las 4 de la tarde, es ahora peor que antes. Los días laborables que caían entre los festivos del pasado diciembre han sido especialente horribles. En esas fechas la carga de trabajo es bastante baja ("bastante baja" es un eufemismo para decir que los pocos que estaban estábamos hemos pasado algunas jornadas mirando la pantalla como zombies y manoseándonos las gónadas...) así que algunos días la sensación de estar desperdiciando mi vida ha sido particularmente molesta (menos mal que sigo siendo adicto a los MOOC)... En noviembre salió una nueva convocatoria para el teletrabajo, pero ya veremos como se resuelve. Este tipo de cosas en la Administración suelen complicarse y retorcerse hasta límites ridículos, así que prefiero no hacerme demasiadas ilusiones.

Pese a mi flamante y recién adquirido Nivel Avanzado en el Marco Común Europeo de Referencia, el 2019 no me ha ofrecido grandes oportunidades de mostrar mis destrezas lingüísticas. En lo económico ha sido un año lleno de imprevistos. El más gordo fue en verano, cuando una avería importante nos puso en la tesitura de tener que comprar un coche nuevo. Meses después, horno, vitro y nevera dilapidaron los exiguos ahorros anuales... Así que las vacaciones de la pasada anualidad se han limitado a un par de escapadas por tierras patrias y poco más. Además ciertas circunstacias familiares han limitado nuestra movilidad: mi suegra está bastante pachucha y no podemos alejarnos demasiado, así que lo de salir del país está de momento aparcado.

Me atrevo a decir que, en terminos generales, no ha sido un mal año, aunque las novedades acaecidas distan mucho de haber sido dignas de mención, principal motivo por el que tengo esto tan parado... Además, para hablar de cosas normales sin ser aburrido o cansino hace falta un poco de chispa e interés, y en los últimos tiempos me noto escaso de lo uno y de lo otro. Aunque no desisto, ya iremos viendo.

miércoles, 30 de enero de 2019

Teletrabajador

En abril de 2018 se publicó en el DOE una resolución mediante la cual se reactivaba la posibilidad de que algunos trabajadores de la Administración pudieran realizar teletrabajo unos cuantos días de la semana. Digo "se reactivaba" porque ya se realizó una experiencia piloto de teletrabajo con algunos empleados hace varios años y que, según parece, resultó exitosa. Sin embago, por razones que desconozco (aunque supongo que fueron razones políticas), el tema quedó aparcado durante un lustro. El caso es que ahora, unos cuantos años después, el asunto se ha puesto otra vez en marcha (supongo nuevamente que por razones políticas..., y en este caso sí que me permito especular: tenemos elecciones en la primavera de 2019...).

Total que después de leerme y releerme el Decreto y cerciorarme de que mi trabajo y mi situación personal me habilitaban como candidato, entregué papeles, recibí infomes favorables y desde el 1 de octubre me convertí en teletrabajador a tiempo parcial. Ahora trabajo desde casa tres días por semana, y los otros dos días me desplazo a Mordor para honrar a todos con mi presencia y que no se les olvide mi jeta.

El teletrabajo lleva un montón de años funcionando en muchas empresas y en varias administraciones, y por fin ha llegado a nuestro recóndito ente público. Yo desde luego siempre lo he visto claro, al menos para mi tipo de trabajo, donde la mayoría del tiempo estoy programando, haciendo explotación de bases de datos o escribiendo documentación. A penas necesito reunirme con jefes, compañeros o gestores un par de veces al mes; es más, al final casi todo lo que se hace en las reuniones puede solucionarse por email o por teléfono. Así que por ahora, en lo que a mí respecta, sólo encuentro ventajas.

En algún sitio leí hace tiempo que teletrabajar requiere disciplina. Es totalmente cierto. Sobre todo cuando los días que trabajas desde casa te dan flexibilidad y libertad de horarios. Como los días que hacemos teletrabajo no tenemos horarios y trabajamos por objetivos puede pasar, dependiendo de si la carga de trabajo es mucha o poca, que echemos más horas de la cuenta o que estemos "demasiado" relajados... Para evitar esto, yo me he propuesto trabajar las mismas horas que cuando estoy en presencial. Independientemente de la carga de trabajo, procuro estar conectado y disponible a partir de las 7:30, y si algún día no puedo garantizar esa disponibilidad recupero el tiempo a primera hora de la tarde... Lo cierto es que la mayoría de los días prolongo mi jornada un poco más allá de la hora habitual de salida cuando estoy en presencial. Al estar en casa no me da pereza acabar y probar un script, o contestar un correo de última hora (no tengo a los compañeros de coche esperando, ni una hora de viaje por delante antes de dar por terminada la jornada...).

Los días que estoy en casa, levantarme un poco más tarde y quitarme horas de carretera desde luego ha sido un revulsivo (estoy más descansado y motivado), pero lo que de verdad he notado es la tranquilidad, el silencio y la ausencia de interrupciones. El servicio de Informática, en el lugar donde trabajo, es una sala grande con un montón de gente, donde las únicas barreras físicas (que dado el caso podrían proporcionar un poco de necesario aislamiento) son las de los despachos de los jefes. Muchos estimados compañeros tiene la mala costumbre de hablar a voces, entiendo que a veces es necesario hablar de trabajo (aunque muchas veces el trabajo no es el tema de la conversación...), pero ocasionalmente la mesura o el respeto brillan por su ausencia y el servicio parece más un bareto que un lugar de trabajo.

Otro problema es que la gente ajena al servicio se pasea por allí como Pedro por su casa: llegan (a veces también pegando voces) te plantan los papelotes encima del teclado y demandan atención inmediata sin importar lo que uno pueda estar haciendo...Y todavía se me ocurre algún otro hándicap, por ejemplo, habitualmente el factor ambiental por allí suele ponerse bastante hostil a medida que avanza la jornada (la ventilación y la climatización son terribles), En el mejor de los casos, se percibe ese aire enrarecido y cargado que abotarga los sentidos; en el peor, llega a oler a cloaca inmunda y se hace necesario salir de allí para no echar el desayuno... Todo esto no lo sufro en casa, lo que redunda no sólo en mi concentración y mi rendimiento, sino también en mi humor y mi salud.

A ver, trabajar en casa también tiene sus pequeños inconvenientes; y no hablo de la soledad, el aislamiento social, el factor humano del lugar de trabajo... bla, bla, bla... y todas esas tontadas que a mí, como ser ligeramente asocial, me traen bastante sin cuidado... Hablo, por ejemplo, de cierta falta de cultura en esta forma de trabajar. Algunas de las personas para las que trabajo tienen todavía mucho que aprender sobre cómo funciona esto. Tienen problemas para aceptar/entender, por ejemplo, que la forma que tienen mis jefes de evaluar mi desempeño y el buen funcionamiento de esta iniciativa, es que yo tenga tareas asignadas para cada trabajo que deba hacer (por pequeño que sea). Como ya he comentado, muchos están acostumbrados a llamar por teléfono y obtener tu atención de forma inmediata, a llegar al Servicio de Informática, sentarse a tu lado y ponerte los papeles encima de la mesa o, en el mejor de los casos enviar una tarea imprecisa y mal descrita en la que con un "hacer cosas" pretenden cubrir sus necesidades de tus servicios para los siguientes seis meses... Pero bueno, supongo que eso se irá corrigiendo con un poco de labor pedagógica o simplemente por la fuerza de la necesidad.

¿Qué queréis que os diga? Para mi es una situación -por el momento- ideal: descanso, motivación, rendimiento y salubridad. Cómo ya he dicho, ni siquiera echo en falta las relaciones sociales en la oficina. Mi vida personal es suficientemente rica fuera del ámbito laboral y, por lo general, cuando voy al trabajo lo que hago es trabajar. Tengo la suerte de tener un trabajo que no requiere de demasiadas interacciones personales, y en cualquier caso hoy día se hacen unas videoconferencias y unos videochats buenos buenos, así que podría habituarme a esta situación de manera indefinida...

... Aunque espera, ahora que lo pienso sí que hay otro pequeño inconveniente de trabajar en casa: la nevera y la despensa están a unos pocos metros... Bueno, por ahora lo llevo bien, después de cuatro meses todavía me mantengo en mi peso (incluso un poquito menos). Pero he observado que hacer pequeñas incursiones en la cocina es demasiado fácil. Por ahora lo estoy llevando bien con café, té o algo de fruta, pero a veces me sorprendo con una magdalena o un par de onzas de chocolate en la mano y eso sí puede ser preocupante...

sábado, 19 de enero de 2019

El final de la inocencia

Vayan por delante mis disculpas por tan dramático título, pero es que, aunque hace dos o tres meses que sucedió el infortunio, estaba haciendo memoria sobre los acontecimientos del 2018 y ha vuelto a mi recuerdo uno de los hechos más tristes del año que ha quedado atrás. Es una de esas cosas por las que han de pasar todos los padres, pero eso no lo hace más sencillo...

Después de muchos meses sin perder una pieza, a mi hija de le cayó un diente que amenazaba con desprenderse desde hacía tiempo. Como de costumbre aplicamos el protocolo: saquito con diente bajo la almohada, niña dormida, cambiar diente por moneda y dejar un pequeño regalo junto a la cama (en esta ocasión fue un libro)... Amaneció un nuevo día y estábamos en la cama esperado a que nuestra hija, que suele ser más madrugadora, viniera a enseñarnos lo que le había dejado el Ratoncito Pérez. La escuchamos moverse en la cama y salir al pasillo, y al momento la vimos aparecer por la puerta de nuestra habitación -Gracias papá, gracias mamá. Era el libro que quería...- Cris y yo nos miramos, forzamos una sonrisa -Cariño, ha sido el Ratoncito Pérez-. La peque nos miró con perspicacia -Sé que habéis sido vosotros, me lo han dicho Fulanito y Menganita en el cole, el Ratón Pérez son los padres. Decidme la verdad...-. Ese "Decidme la verdad" cayó como una losa, así que ya no pudimos seguir con la farsa. Explicamos el fake del roedor como buenamente pudimos, tiramos de la ilusión, de las mentiras piadosas y de cualquier cosa que pudiera justificar mantener una mentira durante tanto tiempo... Os aseguro que es una tarea ardua cuando llevas años ensalzando ante tu hijo la sinceridad y la honestidad, y enarbolando la bandera de la verdad ante todo...

Superado ese primer episodio de decepción y miradas reprobatorias, la mayor preocupación de la niña era si seguiría recibiendo los pequeños obsequios ahora que conocía la dolorosa verdad. La tranquilizamos diciéndole que no se preocupara, que seguiríamos siendo sus Ratoncitos Pérez mientras tuviera dientes de leche... Se tanteo las encías con la lengua, echó sus cuentas y tras darnos un beso se marchó satisfecha.

Sabíamos que la cosa no iba a terminar ahí. -Esta niña es muy lista, sólo es cuestión de tiempo que ate cabos y averigüe lo demás...- me dijo Cris. Yo me sentía como un asesino que ocultaba cuatro cuerpos bajo el frío cemento del garaje -No te preocupes, nos ocuparemos cuando suceda...-. Y sucedió.

Llegaron las fechas navideñas: vacaciones, comilonas con la familia y regalos (muchos regalos)... El resultado pudo haber sido catastrófico. Montón de deslices de adultos (abuelos, tíos...) que no son conscientes de que con estos enanos hay que andar hilando muy fino, que parece que no escuchan pero lo escuchan TODO. Gente en los supermercados o por la calle hablando descuidadamente y a voces por el móvil -PUES YO LE VOY A ECHAR LA BAT-CUEVA Y LA CASA GRANDE DE PINYPON...-. O hablando del último "Negro del Whatsapp" gritando que los padres son los Reyes desde el balcón de Andoain... (que ya le vale al tío...). Total que la preguntita de marras al final cayó durante las fiestas -Oye papá, y si el Ratón Pérez sois vosotros ¿no seréis también Papá Noel y los Reyes, No?...-. Lo del Ratoncito Pérez había sido demasiado duro, así que tiré de imaginación y método científico, y dije con absoluto convencimiento -A ver, tú sabes que lo del Ratoncito Pérez era físicamente imposible, un ratón no es inteligente, es más, ¿te imaginas a un ratón levantando un libro como el que te regalamos con el último diente?... Pero los Reyes y Papá Noel son atropomorfos y se les presupone una inteligencia ¿No?...-. Me miró un momento con cara rara (igual me había pasado un poco intentando sonar verosímil...). Así que, después de explicarle lo que significaba "antropomorfo", me soltó un -Sí, eso tiene sentido papá- que sonó poco convencido... -Un año más...- dije para mis adentros -... intentemos mantener un año más la verdad bajo el cemento...-.

domingo, 9 de diciembre de 2018

Córdoba, en la capital del Califato Omeya

El primer fin de semana de diciembre, y con el bien justificado pretexto de celebrar nuestro aniversario, hemos aprovechado para conocer otra de las joyas andaluzas que teníamos pendientes: Córdoba.

Nos hemos alojado en un bonito hostal, el Palacio del Corregidor, a pocos metros de la Plaza de la Corredera y muy cerca de casi todo. De esta forma hemos podido dejar el coche en un garaje y recorrer el centro y la mayor parte de los puntos de interés a pie.

Llegamos a la capital omeya el viernes día 30, ya bien entrada la tarde. Así que nuestro primer contacto se limitó a dar un paseo por las inmediaciones en busca de una taberna que nos habían recomendado para cenar. Cruzamos la Corredera, subimos unos metros por la calle Rodríguez Marín y giramos a la izquierda por la calle Tundidores. Casi al final de la calle está la Taberna Salinas, un local agradable con comida tradicional. Después de cenar muy dignamente, dimos un breve paseo que nos llevó hasta la calle Capitulares, donde nos encontramos con las ruinas del templo romano que se alza junto al Ayuntamiento.


Al día siguiente nos levantamos relativamente pronto, desayunamos en una cafetería de la Corredera y enseguida nos dirigimos a nuestro primer destino, la visita estrella de Córdoba: la Mezquita-Catedral. 


 

El monumento se tiene bien ganado el título de Patrimonio de la Humanidad, el lugar es sencillamente espectacular. Siendo primero basílica hispanorromana, después mezquita (con ampliaciones que abarcaron más cuatro siglos) y finalmente catedral cristiana tras la reconquista; es una impresionante amalgama de cultura e historia.



Más tarde fuimos a ver el Alcázar de los Reyes Cristianos. La fortaleza fue construida durante el reinado de Alfonso XI de Castilla y sin duda lo más impresionante son las vistas desde sus almenas, sus jardines y sus fuentes.



Tras el Alcázar dimos un breve paseo por el barrio de San Basilio y visitamos algunos bonitos patios. Un rato después ya apretaba el hambre así que nos adentramos en la judería a la búsqueda de Casa Pepe, otra recomendación culinaria, donde comimos de milagro gracias a que sólo éramos tres y nos pudieron hacer un hueco, porque estaban hasta las orejas de reservas.

Por la tarde nos perdimos un buen rato por la judería, disfrutando de sus callejuelas y recovecos. Luego, tras un café, dimos un largo paseo hasta nuestro siguiente destino, el Palacio de Viana.

No nos apetecía demasiado recorrer las estancias interiores de la enorme casa señorial, así que decidimos hacer sólo la visita de sus doce patios y jardines..., lo cual ya fue suficientemente impresionante.


Ya de noche, cuando ibamos de vuelta a la zona de nuestro alojamiento, buscando un lugar para cenar, nos desviamos unos minutos para subir la cuesta del Bailío y echarle un ojo al Cristo de los Faroles, con lo que concluimos y dimos por bien aprovechado el día.

La mañana del domingo la dedicamos a visitar Medina Azahara. Este enclave arqueológico está a unos pocos kilómetros de Córdoba, a los pies de Sierra Morena (hay autobuses que van hasta allí). Se trata de los restos de de una ciudad palatina que mandó construir Abderramán III, allá por el siglo X, y que desde julio de 2018 forma parte del selecto club de los Patrimonios de la Humanidad. Actualmente está en proceso de excavación y sólo es visitable aproximadamente un 10% del complejo, aún así resulta impresionante.




Comimos bastante bien en un lugar llamado Los Patios de la Marquesa. Este sitio se define como espacio gastronómico y cultural. Resulta interesante porque en torno a sus patios hay varios tipos de restaurante donde uno puede coger su comida para disfrutarla en los espacios comunes, con lo que cada comensal puede disfrutar de lo que más le guste: mexicano, turco, italiano, tapería, asador...

Dando por cumplidos los objetivos más destacables (a nuestro entender) de la capital cordobesa, empleamos el resto de nuestra tarde en pasear tranquilamente por la Judería, las inmediaciones de la Mezquita, el Puente Romano y un bonito mercadillo navideño en la Plaza de las Tendillas. Antes de volver al hostal cenamos en una taberna cerca del Ayuntamiento, "La Cuarta", donde nos faltó poco para hacerle la ola a sus berenjenas con miel de caña...


El lunes por la mañana, tras desayunar tranquilamente, emprendimos el viaje de vuelta, cultural y gastronómicamente satisfechos.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Bichejos

Creo que ya lo he mencionado en alguna ocasión: me encanta nuestro piso. Vivimos en una zona residencial tranquila, alejada del centro (lo cual sería muchísimo mejor si los transportes públicos funcionaran de otra manera...). Tenemos el privilegio de disfrutar de un gran patio con fantásticas vistas a una enorme finca donde a menudo pasta el ganado. Por allí el silencio y la calma son la tónica general, sólo rotos ocasionalmente por algún vecino ruidoso, algún otro de gustos musicales un tanto cuestionables o el zumbado que de vez en cuando escucha el fútbol, con la radio a toda pastilla, en su propio patio o terraza... Pero por lo demás nada de tráfico, aire más fresco y limpio, noches apreciablemente más estrelladas... Campo, rumiantes y pajarillos... Puro bucolísmo vaya... Menos cuando llegas a casa y a un metro de la rejilla de TU lavadero te encuentras bichos como estos...
He pisado en un par de días más de una docena de estas... ¡ARG!
Y este colega medía sus buenos 10 o 12 centímetros...
Entonces la idea de mudarte a un piso, lo más alto posible, en el puñetero e insano centro, se te pasa fugazmente por la cabeza...

martes, 31 de julio de 2018

Verano de 2018. Edimburgo.

Corre el verano de 2018. No es de los peores en cuanto al calor, pero en Extremadura el calor del verano, por suave que resulte en contadas ocasiones, siempre se me antoja demasiado..., así que, como ya viene siendo habitual en nuestras escapadas estivales, buscamos destinos más septentrionales. Este año, por cierto, es la vez que más nos hemos acercado al septentrión de todos nuestros viajes: nos hemos dejado caer por Escocia.

Nuestra estancia se ha limitado principalmente Edimburgo, aunque uno de los días hicimos una excursión en la que disfrutamos de un rápido tour panorámico por Glasgow y dimos un pequeño mordisco a las Highlands, con sus lagos y castillos.

Edimburgo me ha parecido una ciudad fantástica (creo que se ha convertido en mi favorita entre las capitales europeas que conozco...). Además, contra todo pronóstico, hemos disfrutado de un tiempo estupendo, con buena temperatura y un par de esporádicas y breves apariciones de eso que los anglosajones llaman "gentle rain".

Día 1

Llegamos a la capital escocesa el día 15 de julio. Nuestro avión aterrizó sobre las seis y cuarto de la tarde, pero entre traslado al hotel, check-in y acomodamiento en la habitación, nos dieron casi las siete y media cuando quisimos salir a la calle... A esas horas podíamos hacer poco más que dar una vuelta por el West End (la zona por donde se encontraba nuestro hotel, el Hampton by Hilton, en Fountainbridge St.) y mimetizarnos con los lugareños cenando tempranito. Así pues, tras un breve paseo que nos llevó hasta las inmediaciones de los jardines Princes Street, entramos a cenar en un interesante lugar llamado Bread Meats Bread en Lothian Rd.

Vista de Castle Rock desde Princes Street.
Día 2

El lunes 16 empezó nuestro periplo por la ciudad. Como de costumbre, nuestra primera referencia fueron los autobuses turísticos (sí, ya sé que no es la forma más bohemia y aventurera de viajar, pero cuando viajas con peques hay que jugar sobre seguro...). Preparando el viaje habíamos tenido conocimiento de una opción muy interesante: el Royal Edinburgh Ticket. Esto es un pase de 48 horas que te permite viajar de forma ilimitada en las tres líneas de buses turísticos que recorren la ciudad y que incluye las entradas al Castillo de Edimburgo, al Palacio de Holyroodhouse y al Royal Yacht Britannia. Además te hacen descuentos en otro montón de sitios... Es un poco caro, pero echando cuentas lo cierto es que compensa y garantiza dos días de despreocupación en cuanto a desplazamientos y visitas. Además creo que es una alternativa genial para ubicarse en la ciudad y luego patear por tu cuenta... Total que cogimos nuestros tickets en Waverley Bridge y subimos al primer autobús.

Nos bajamos del bus en la Royal Mile, la calle más emblemática de la Old Town. Royal Mile une el Castillo con el Palacio de Holyroodhouse y es la calle más antigua de la ciudad. Nuestro objetivo inicial era haber subido directamente al Castillo, pero de camino nos encontramos con el edificio de la Camera Obscura y tuvimos que cambiar los planes. La Camera Obscura es un curioso artefacto construido en el siglo XIX que emplea lentes y espejos para proyectar imágenes de Edimburgo en tiempo real sobre una pantalla horizontal. Además el edificio alberga la exposición World of Illusions, donde se puede disfrutar de toda suerte de efectos e ilusiones ópticas que nos tuvieron entretenidos durante más de una hora. Como guinda, el edificio tiene un magnífico mirador que permite disfrutar de estupendas vistas de la ciudad.

Royal Mile.
Vista desde el mirador de la Camera Obscura.
Más tarde continuamos nuestro ascenso hasta la explanada del Castillo, pero se había hecho tarde e iba siendo hora de comer algo. La visita a la fortaleza requería más de dos horas, así que decidimos postponerla y volvimos a la zona de Princes Street, donde comimos -un poco regular- en un Pizza Hut (quizás fue la peor experiencia culinaria del viaje, luego la cosa fue a mejor...).

Una cosa bastante significativa de Edimburgo hoy día es su relación con la conocida saga de libros y películas de Harry Potter. J.K. Rowling ha escrito la mayoría de los libros en Edimburgo y de hecho la ciudad está llena de lugares que al parecer le sirvieron de inspiración... Dado que Olga ha leído varios de los libros y ha visto todas las películas podría decirse que es una fan, así que por la tarde, después de un tranquilo café, tocó hacer nuestro pequeño tour de Harry Potter...

Vista del Castillo desde Grassmarket.
Fuimos en autobús hasta Grassmarket y desde allí subimos por Victoria Street (justo en la intersección de estas dos calles está la fuente medieval de West Bow). Parece ser que Victoria Street sirvió de inspiración para el famoso callejón Diagón de los libros de Harry Potter, de hecho hay varias tiendas que venden todo tipo de artilugios relacionados con las historias del famoso mago; una de ellas es además un pequeño museo (que obviamente tuvimos que visitar). En su parte más elevada Victoria Street desemboca en George IV Bridge, donde está The Elephant House, una cafetería que se ha hecho famosa porque J.K. Rowling solía pasar muchas horas allí escribiendo. Siguiendo hacia el sur por George IV Bridge se llega al cementerio de Greyfriars Kirkyard. Dicen que este camposanto sirvió también de inspiración a la escritora para sus novelas y que las inscripciones del ciertas lápidas dieron nombre a algunos de los personajes... Lo cierto es que este cementerio ya era uno de los más conocidos de la ciudad por sus historias paranormales (Edimburgo está impregnada de historias sobre fantasmas y leyendas siniestras) y por el pequeño perrito Bobby (del que se puede ver una pequeña estatua de bronce frente a la entrada del cementerio). Se cuenta que el perrete -un Skye Terrier- permaneció catorce años junto a la tumba de su amo (un policía que murió de tuberculosis a mediados del siglo XIX, según algunas versiones). Este ejemplo de lealtad perruna ha hecho del can uno de los símbolos más queridos de la ciudad... Finalmente, desde el cementerio, a lo lejos, tras una gran reja de hierro, está la escuela de George Heriott, que sirvió de inspiración para Howgarts, pero no pudimos visitarla porque por estas fechas todavía hay alumnos allí.

Victoria Street.
Cementerio de Greyfriars Kirkyard.
Después de dedicar un buen rato a callejear buscando los pasos del niño mago volvimos a la Royal Mile donde, tras un pequeño paseo, pusimos el broche de oro al día cenando en Deacon Brodie's Tavern, uno de esos pubs típicos, típicos, donde nos zampamos un merecido Fish & Chips.. Después de eso vuelta al hotel a morir hasta la mañana siguiente.


Día 3

El martes -17 de julio- amaneció muy nublado y algo más fresco, incluso llovió suavemente en un par de ocasiones durante la mañana; pero nuestra determinación para aprovechar el día a tope era firme. De camino a la parada del bus nos detuvimos en un Tesco Express y compramos unos sandwiches para el almuerzo. A esas alturas de nuestra estancia ya estábamos completamente imbuidos de las costumbres gastronómicas anglosajonas, a saber: un tempranero desayuno continental en el hotel, un ligero almuerzo a media mañana (sin parar demasiado) y una buena cena no muy tarde. Estas pautas nos permitían no perder mucho tiempo y adaptarnos mejor a los horarios de los lugares que queríamos visitar. Después de abastecernos, cogimos el bus que nos dejó en Royal Mile, a unos metros de la subida al Castillo.

Vista desde el Castillo.
El Castillo de Edimburgo se asienta sobre un tapón volcánico conocido como Castle Rock. Esta fortaleza es el lugar turístico -de pago- más visitado de Escocia. Recorrer todos los puntos de interés sin muchos aprietos lleva entre dos y tres horas. Tiene un montón de lugares interesantes y unas vistas increíbles de la la ciudad. Además una de las cosas más chulas que tienen, pensada para los peques, es un cuestionario con fotos y dibujos para que se entretengan durante un buen rato explorando la fortaleza. Al salir, si quieres, el personal de la entrada (super amable) revisa el quiz y dan un pequeño obsequio a los niños.

Castillo de Edimburgo: The Honours of Scotland.
Castillo de Edimburgo: The Scottish National War Memorial.
Como nuestro plan para la tarde era visitar el Royal Yacht Britannia, cogimos un bus hasta el barrio portuario de Leith. Nos bajamos en un bonito centro comercial, el Ocean Terminal, donde también se encuentra el centro de atención a visitantes del Britannia y el acceso al buque. Con la visita al Castillo y el desplazamiento hasta Leith nos habíamos pasado bastante de la hora a la que teníamos pensado comer (serían como las tres de la tarde), así que nos apresuramos a zamparnos los sandwiches junto al centro comercial y luego embarcamos.

El Britannia es un buque de Estado que la familia real británica ha utilizado durante más de 40 años para viajes oficiales. Tras un millón de millas recorridas y más de 1000 visitas oficiales, el barco ha sido retirado del servicio (aunque la reina todavía lo usa en algunos actos oficiales) y ha quedado permanentemente atracado en Edimburgo. El paseo por las estancias del barco es bastante interesante y dota de completo sentido a la expresión "vivir como un rey".

Royal Yacht Britannia.
Tras la visita al barco dimos una vuelta por el Ocean Terminal, tomamos una café y unos dulces en una cafetería Costa y nos volvimos al centro. Como aún era algo temprano para cenar, dimos otro buen paseo que nos llevó hasta el parque de The Meadows (al Sur de la Old Town). Luego volvimos sobre nuestros pasos para cenar en MUMS Great Confort Food. Comida muy típica: pasteles de carne, puré con salchichas, el popular haggis escocés... muy bien cocinado y en abundancia. Cenamos muy bien, casí demasiado, así que decidímos finalizar el día dando un buen paseo de regreso al hotel (lo que nos llevó una media hora).


Día 4

Nuestro cuarto día en las tierras de William Wallace también dió mucho de si. El tema de los sandwiches del día anterior había funcionado bien, así que decidimos repetirlo. Tras un buen desayuno y la posterior parada en el Tesco, cogimos un autobús en dirección a Holyrood para ver el palacio y sus inmediaciones.

Palacio de Holyroodhouse.
A ver, el palacio es eso, un palacio. Está lleno de tapices, pinturas, muebles lujosos... Es como el Royal Yacht, cosa de reyes... A mi me gustan este tipo de visitas porque te enseñan una parte de la historia y de vez en cuando te enteras de anécdotas truculentas y trapos sucios de los poderosos. Lo que pasa es que a veces tanta ostentosidad y pompa cansan un poco... Vaya, que no es apto para antimonárquicos. Y aunque uno sea capaz de abstraerse al contexto histórico es normal sentirse algo incómodo a poco que tengas un ligero sentido de la justicia... Lo que desde luego me encantaron fueron las ruinas de la abadía del siglo XII -junto al palacio- y los jardines. Esa forma en que se mezclan las viejas piedras y el verde frondoso de los alrededores tiene algo muy especial.

Abadía de Holyroodhouse.
Abadía de Holyroodhouse.
Jardines de Holyroodhouse.
Debimos estar por Holyrood como un par de horas; luego decidimos volver al centro caminando tranquilamente por la Royal Mile. De camino nos topamos con el Museo de la Infancia así que también tuvimos que dedicarle unos momentos de nuestro tiempo. En este museo se hace un recorrido por la historia de los juguetes desde el siglo XVIII. Es un sitio agradable para pasar un rato si viajas con niños (menos en la terrorífica sala de las muñecas de porcelana... ¡arg!). Hay varias cosas con las que pueden jugar y entretenerse. Se cuenta que al fundador del museo, un coleccionista de juguetes llamado Patrick Murray, ni siquiera le gustaban los niños... Habría que ver la cara que hubiera puesto al observar la obra de su vida invadida por una legión de pequeñajos toqueteándolo todo...

Hacia el mediodía nos encontrábamos en Bistro Square, al Sur de Royal Mile, muy cerca del Museo Nacional de Escocia (que era nuestra próxima visita); así que nos sentamos en unos bancos a comernos nuestros sandwiches frente a la la bonita Teviot Row House y al McEwan Hall de la Universidad de Edimburgo. Luego nos dirigimos al museo, pero como nosotros lo del café después de comer lo llevamos muy a rajatabla, nos detuvimos en una agradable pastelería en George IV Bridge, la Patisserie Valerie (junto al The Elephant House) y nos tomamos nuestros cafés con algún que otro caprichillo.

Catedral de St. Giles en la Royal Mile.
El Museo Nacional de Escocia, es uno de eso sitios en los que podrías pasarte un día entero sin aburrirte. Hay todo tipo de galerías sobre Ciencias de la Naturaleza ( Fauna, Flora, Geología, Astronomía...), Tecnología, Historia, Cultura, Moda... ¡Incluso tienen a la Oveja Dolly disecada! Además es tremendamente interactivo; durante nuestra visita había varias actividades científicas para los peques en el hall de la planta principal, y hay montón de cosas en las exposiciones para tocar y enredar con ellas. Te encuentras carteles de "Please Touch" y cajones donde pone "Please Open" por todas partes... Está absolutamente pensado para estimular la curiosidad y el aprendizaje de los más pequeños. Olga estaba encantada. En un par de horas esa tarde pudo hacer experimentos de física, jugó con poleas y engranajes, programó un robot, enredó con un brazo robótico, tocó enormes meteoritos de millones de años, diseño bicicletas con una aplicación interactiva, se disfrazó (varias veces), le hicieron pruebas físicas "como las que hacen a los astronautas", vió esqueletos y reproducciones de animales actuales y prehistóricos y un montón de cosas más... Y el acceso es gratuito. Uno se marcha de allí satisfecho, con ganas de más y encantado de dejar unas cuantas libras en la urna de donaciones...

Esa tarde cenamos temprano (repetimos en Bread Meats Bread) y nos fuimos pronto al hotel para estar descansados al día siguiente. Habíamos decidido realizar una excursión fuera de Edimburgo y esto requería pegarse un buen madrugón. Al principio habíamos pensado hace un tour que nos llevaba hasta las Highlands y el lago Ness, pero tras asesorarnos un poco y averiguar que Nessie no estaba por allí en esta época del año, nos convencieron para hacer otro que nos llevaba un poco más cerca, nos hacía madrugar un poquito menos y era algo más económico... Contratamos con una empresa de chicos españoles, Viajar Por Escocia - Tours en Español, y la jornada del jueves 19 nos asomamos brevemente a Glasgow, paseamos a la orilla de los lagos Lomond y Katrine y visitamos el Castillo de Doune.

Día 5

Salimos en bus desde el punto de encuentro, en la Royal Mile, sobre las ocho y cuarto en dirección a Glasgow (aproximadamente una hora de viaje). La estancia en Glasgow fue bastante efímera: un tour panorámico desde el autobús y un par de paradas breves: en la Catedral de Glasgow (s. XII) y en el Museo de Kelvingrove. En la cripta de la Catedral nos encontramos sin esperarlo con una fascinante exhibición de obras del artista Warren Elsmore ¡hechas con Lego!... Pasajes históricos, las Siete Maravillas del Mundo, hitos científicos... Así que nos costó arrancar a Olga de allí y lamentamos no poder disfrutar de aquello más tiempo... La parada en el museo no dió tampoco mucho de si, "...para hacer un pis y poco más..." en palabras de nuestro guía. Sin embargo pudimos ver algunas obras de arte curiosas y otras muy conocidas, como el Cristo de San Juan de la Cruz, pintado por Dalí, algún pequeño Picasso y algún Monet...

Catedral de San Mungo. Glasgow.
A algo menos de una hora hacia el norte está el lago Lomond, que determina algo así como el límite entre las Lowlands y las Highlands. El lago está emplazado en el Parque Nacional de los Trossachs, donde se encontraban las tierras del famoso héroe escocés Rob Roy. Es el lago más extenso de Escocia (creo que el Ness es el más profundo) y el emplazamiento es realmente idílico, aunque el ambiente turístico le resta parte de su encanto (claro que, quién soy yo para hablar de influencias negativas del turísmo si he viajado casi 3000 Km para ver aquello...¡Porras, soy un cínico!).

Lago Lomond.
Nuestra segunda parada fue el lago Katrine. A mi juicio, este lago (también localizado en los Trossachs) es más bonito que el Lomond. Se dice que junto a sus orillas fue donde vivió Rob Roy. Tras dar un paseo junto al lago nos dirigimos al pueblo de Aberfoyle, donde paramos un rato para comer.

Lago Katrine.
Aberfoyle es un pequeño y típico pueblo escocés ubicado en un marco incomparable (en medio del Parque Nacional). La villa está relacionada con varios personajes históricos de Escocia: María Estuardo, el ya mencionado Rob Roy... y el más curioso, el párroco Robert Kirk, de quien se dice que desapareció misteriosamente tras hablar más de la cuenta del mundo de las hadas, elfos y gnomos (cuya entrada al parecer está en algún lugar cercano a esta localidad) en su libro ‘The Secret Commonwealth’.

Para almorzar el guía nos recomendó acercarnos a Aberfolyle Delicatessen and Trossachs Butcher. En esta carnicería de nombre tan rimbombante (y página web un tanto desafortunada...), además de venderte productos frescos de mucha calidad, te cocinan unos pasteles de carne de morirse... Disfrutamos de nuestro almuerzo en unos merenderos junto a The Scottish Wool Center, en cuyo aparcamiento estaba nuestro autobús. Este centro cuenta con un recinto con diferentes animales (cabras, ovejas, ponies, patos...), zona de juegos infantil y en general un entorno muy agradable.


Por la tarde, tras un pequeño incidente de carreteras cortadas (que nos hizo ir por vías ya no secundarías sino cuaternarias por lo menos...), llegamos al Castillo de Doune. Hay que decir que la visita a esta pequeña fortaleza (del siglo XIII), más allá de la curiosidad de aparecer en la serie "Juego de Tronos" o en la pelí de los Monty Phython "Los Caballeros de la Mesa Cuadrada", me pareció un tanto anodina... Pero bueno, resultó curioso escuchar algunas historias sobre el castillo y recorrer sus estancias.

Castillo de Doune
Llegamos a Edimburgo pasadas las seis y media, así que tras un paseo decidimos buscar un sitio para cenar. Nuestros pasos nos llevaron hasta el extremo más al Este de Princes Street, a los pies de Calton Hill. Allí nos encontramos con un pub muy chulo, The Newsroom, donde entramos. Nos recibió una camarera muy simpática que nos comentó que sólo podía darnos mesa si acabábamos antes de las nueve (después de esa hora no se permiten niños en los pubs); como serían las siete y media nos quedamos, y cenamos muy bien y sin prisas.


Dado que nuestro vuelo salía sobre las once de la mañana del día siguiente, tocaba asumir (con mucha pena) que nuestra estancia en la ciudad tocaba ya a su fin. Decidimos despedirnos de Edimburgo subiendo a Calton Hill (era un breve paseo desde donde nos encontrábamos) para echar un último vistazo a la capital de Escocia desde uno de sus emplazamientos más representativos: el Monumento a Dugald Stewart.

Monumento a Dugald Stewart. Calton Hill.