lunes, 26 de octubre de 2020

SUP3IA 1 - OBSOLESCENCIA 0

Hace ya bastante tiempo que no escribo nada. Y el caso es que desde que empezó todo esto de la pandemia la vida de todo el mundo ha dado un tremendo giro que bien merecería unas cuantas líneas por mi parte... Pero es que no me apetecía. Después de aquella operación de hernia que me mandó a casa un poco antes de que lo hiciera el estado de alarma, llegó el Helycobacter Pylori a mi vida, y con él un tratamiento de antibióticos que me dejó la flora intestinal hecha trizas. Con el Covid-19 agazapado tras cada esquina y mis defensas gritando "WARNING! WARNING!..." he pasado unos meses bastante acojonado cada vez que tenía que salir a la calle. Ahora me voy encontrando bastante mejor, ya como casi de todo y con relativa normalidad, y "gracias" a mi amigo Hely -y a las consecuencias del tratamiento- incluso me he quedado tipín (perdí como 10 kilos en menos de un mes). Pero durante un tiempo pensé "Como me coja la mierda esta del virus me manda a la UCI seguro...".
 
Como decía, todos estos meses de encierro, poca movilidad e interacción social escasa han sido más fructíferos de lo que pudiera parecer; mis nuevas (aunque modestas) habilidades como panadero o mi cuquísimo huerto urbano son sólo algunas pinceladas. Pero de eso hablaré otro día. Hoy vengo a contar mi épica y gratificante victoria sobre la obsolescencia de los electrodomésticos... 
 
Hace unos días nuestra lavadora empezó a hacer ruidos extraños, algo así como un golpeteo... clanclanclanclan... bueno, ya sabéis... Más tarde empezó a fallar el centrifugado y finalmente se paró y en la pantallita aparecieron algunos códigos de error que tuve que descifrar gracias al manual que, afortunadamente, todavía guardamos después de 12 años. El caso es que, según el manual, había algún problema por exceso de agua en el tambor, una obstrucción o alguna movida con la válvula de desagüe... 
 
¡Mierda! Se jodió la lavadora, y el cesto de la ropa sucia hasta las trancas, hay que buscar una lavandería, creo que hay una en la calle Talycual ¿Tendremos que llevar nuestro propio detergente? Nunca he estado en una lavandería ¿Cómo va esto?¡Arg!... Espera, espera, vamos a calmarnos...
 
Lo primero que pensé es que se trataba de un atasco tontorrón así que me fui a lo fácil, abrí una portezuela que tiene la lavadora para desagüe manual y... ¡Cagoenla...! cariño he inundado el lavadero y... ¡anda mira! aquí hay dos monedas de euro... Satisfecho de mis dotes detectivescas y con la zona azul de los próximos dos días resuelta, fregué el lavadero y me dispuse a probar que el aparato ya funcionaba. Puse un ciclo corto de lavado, esperé como un gilipollas casi media hora al lado de la lavadora y en el momento de centrifugar, ¡oh cruel decepción!, otra vez igual: clanclanclanclan y el centrifugado que no va... 
 
Cariño, ve mirando lavadoras que esto no va. Yo creo que mejor vamos a pasar de buscar un servicio técnico, porque el trasto tiene más de 12 años y para soltar 200 pavos en la reparación y que se vuelva a jorobar a los dos meses, casi mejor nos gastamos 400 ahora en una lavadora nueva ¿no?... 
 
Últimamente la situación económica no es la mejor, así que me fastidiaba bastante hacer un desembolso así, pero, una vez asumido que íbamos a hacer el gasto, llegué a una conclusión muy liberadora... Si vamos a comprar una lavadora nueva, no pasa nada si me termino de cargar ésta. Ha llegado el momento de cacharrear...
 
Jamás he visto una lavadora más allá de su parte frontal para meter la ropa y el detergente, pero a partir de ese momento me arrolló una ola de despreocupación y me atreví con todo. Enredando me di cuenta de que si dejaba abierto el desagüe manual (esta vez con un barreño para no inundar otra vez el lavadero) el centrifugado sí que se hacía. Todo empezó a encajar en mi cabeza y mi confianza como técnico de lavadoras fue in crescendo... Poco rato después tenía volcada la lavadora y le miraba las tripas como si hubiera estado haciendo aquello toda la vida, había soplado (con cuestionable salubridad) por todos los tubos que me había encontrado para asegurarme de que no había atascos y tenía la bomba de desagüe desmontada en mis manos... 
 
Cari, esto lo arreglo yo, ya verás. A mi me dá que es este cacharro. Aquí pone "motor de drenaje" yo creo que esto es lo que se ha roto...
 
Bien visto esto tiene menos mierdas que un ordenador...

Total que decidimos probar. Vimos precios por Internet y la cosa andaba entre 20 y 40 euros. Teníamos poco que perder y bastante que ahorrarnos. Al final encontré la pieza en una tienda de repuestos en Cáceres por 23 euros (hay que hacer consumo local, que la cosa está muy mala...). La monté, crucé los dedos y puse un lavado corto para probar (esta vez no me quedé todo el rato junto a la lavadora... aunque fui cada dos minutos a mirarla inquisitivo). Ni un ruido raro, centrifugado impecable y al final la estimulante musiquita que anunciaba el final del lavado... 
 
¡Cariño, esto funciona!
 
Loas, aplausos y emoción contenida... Es una chorrada enorme, pero fue un subidón para mi ego. Me anoto un tanto contra la obsolescencia, con la firme convicción de que mis recientemente adquiridas habilidades como técnico de lavadoras nos aseguran lavadora para otros 12 años...

jueves, 16 de abril de 2020

Fabia

Esta situación excepcional que nos ha tocado vivir está trastocando prácticamente todos los aspectos de nuestra vida, y situaciones ya de por sí difíciles y dolorosas se vuelven aún más arduas y provocan que las penas sean todavía más densas. El pasado 9 de abril, Jueves Santo, falleció mi suegra, y a la dureza de perder una madre y una abuela hay que sumarle la triste imposición de estos lamentables días de no haber podido despedirla como ella se merecía. Sólo Cris y sus hermanos pudieron estar presentes en un breve responso que tuvo lugar en la capilla del cementerio. Ni sus hermanas, a las que, siendo Fabia la mayor, crió desde bien joven debido a la perdida de sus padres; ni sus nietos y nietas, algunos de los cuales han vivido más con ella que con sus padres; ni decenas de vecinos, con los tenía esa relación de cercanía y familiaridad que sólo perdura en los pueblos.

Fabia ha sido una luchadora toda su vida. Mandona de caracter, estaba acostumbrada a que las cosas se hicieran como ella decía (porque durante gran parte de su vida siempre fue la mejor manera); pero también era generosa hasta el extremo, poniendo siempre a los demás por delante de si misma. Aunque la vida en sus últimos años (los que debieran haber sido más plácidos) no la ha tratado bien (culpa de muchos achaques y personas por los que ella se dejó la existencia) su fe se ha mantenido siempre inquebrantable y siempre ha visto la mejor parte de cada uno (llegando a justificar lo injustificable). Personas como ella se merecen un descanso a la altura de sus espectativas y se lo deseo sinceramente.

Hasta el día en que pueda acompañar a mi mujer a llevar unas flores que dignifiquen la despedida valgan estas palabras para testimoniar el respeto de su único yerno. Que descanse en paz porque se lo ha ganado.

sábado, 28 de marzo de 2020

Reflexiones de cuarentena

Cuando hace casi tres meses me enteré de que tenía una hernía inguinal y de que debía pasar por quirófano, pensé que el bisiesto 2020 no empezaba demasiado bien. Poco después me llegó resolución denegatoria a mi solicitud de teletrabajo. Parece que los informes favorables y el buen desempeño que habíamos demostrado no eran suficientes para la inánime máquina burocrática, y varios compañeros y yo mismo nos quedábamos fuera en base a dudosas razones y criterios arbitrarios (incluso escribí un airado post que no llegué a publicar). Definitivamente el 2020 apuntaba maneras de annus horribilis o, dicho en buen castellano, año de mierda...

Y hete aquí que entonces llegó el bichito de China y mi pequeño mundo de mierdecillas particulares se esfumó de repente y las cosas que me preocupaban cayeron bastante abajo en mi lista. Además, por fortuna, mis cuitas personales se han ido solucionando, no sin cierta dosis de inquietud (y, por momentos, de ironía). Pasé por quirófano cuando ya se habían detectado los primeros casos en Extremadura, así que los dos días que pasé en el hospital fueron un poco tensos. A ver, las estadísticas jugaban a mi favor, cinco o seis casos entre un millón de ciudadanos no tenía que ser alarmante, pero la psique de cada uno va a su aire, y los medios de comunicación ya habían desencadenado la psicosis del papel higiénico... Además en quirófano no faltaron las coñas sobre el coronavirus (me pusieron anestesia raquidea, así que me enteré de todo). La noche fue bastante mala, tardé horas en volver a sentirme las piernas, pero lo peor fue que, cuando mis piernas ya respondían, en el espacio entre ellas sólo había una preocupante sensación de vacío, vamos, que mis partes pudendas fueron las útimas en despertar, así que imaginad el desasosiego... Con todo tuve mucha suerte, recibí una atención magnífica de todo el personal del hospital y el día siguiente a la operación, a media mañana, estaba camino de casa (tras una pájara terrible, por levantarme demasiado pronto, que me dejó la tensión en 7/5 y me hizo perder el conocimiento unos minutos, por lo que casi me dejan ingresado...). Unos días después estalló la pandemia y operaciones como la mía quedaron suspendidas hasta nuevo aviso. Así que tuve mucha suerte.

A nivel laboral, y "gracias" a la carambola de mi operación, también he tenido suerte de cierta extraña manera. Cuando se estaban empezando a aislar algunos municipios, en España ya había varios cientos de infectados y habían muerto algunas decenas de personas, yo estaba de baja en casa, recuperándome. Pero muchos de mis compañeros todavía debían ir a trabajar y estaban peleando para que la Junta siguiera las recomendaciones del Gobierno central y mandase a la gente para casa. Finalmente llegó el teletrabajo para todos. Tras las reticencias y los obstáculos que se inventaron ciertos burócratas de nuestra Administración, la situación les vino impuesta y se vieron obligados a implementar los mecanismos de forma atropellada y sin una buena planificación (pudiendo haberse hecho con más tiempo y de forma ordenada). Afortunádamente el esfuerzo de un buen número de compañeros ha hecho que sea posible trabajar online de manera tolerable.

Y así llegamos al momento presente. En el instante en que escribo estas líneas el país está prácticamente parado, la mayoría de la gente (la que no está dando la batalla en primera línea) está confinada en sus casas desde hace dos semanas, vamos camino de los 73.000 infectados, se han superado los 5.600 muertos y este virus dista bastante de ser "poco más que una gripe" como pensábamos al principio (y las cifras a nivel mundial son bastante más escalofriantes). Mi percepción, e imagino que la muchos, es de irrealidad y estupor, como de ser uno de esos extras sin importancia en una peli catastrofista mediocre donde el héroe de turno lucha por salvar al mundo (un sanitario exhausto, algún miembro de cualquier cuerpo de seguridad o un humilde empleado de una tienda de comestibles...). Un personaje, poco menos que secundario, que sólo puede esperar a ver que pasa, con la sensación de estar metido en una situación insólita que no imaginó llegar a vivir...

No voy a entrar hoy a juzgar como se está gestionando esta crisis (eso llegará en su momento), me imagino que estar en cualquier gobierno que se tenga que enfrentar a semejante situación no debe ser cosa de fácil digestión. A nivel social y económico no hay precedentes recientes en Europa, y algunos expertos usan como referencia aproximada una situación de guerra. Está bastante claro que este evento va a marcar un antes y un después en nuestra generación. Todo apunta a que las repercusiones a todos los niveles van a ser muy importantes. Acostumbrados como estamos a ver, desde nuestra efimera burbuja de seguridad, que las catástrofes y la penurias quedan casi siempre lejos de casa, estamos aprendiendo una valiosa lección sobre la fragilidad de nuestro modus vivendi y sobre la vulnerabilidad de este mundo de cosas que damos por sentadas sin pensar demasiado en ellas. Ahora un enemigo invisible cuestiona todo este tinglado que llevamos décadas comprándonos, y lo hace sin demasiado esfuerzo, desbordando es unas pocas semanas todas nuestras preconcepciones.

martes, 21 de enero de 2020

El SUP3IA se mete en política...

...Así que agarrensé que vienen curvas. Hace muchísimo tiempo que no opino aquí sobre ningún aspecto relacionado con política. Me da una pereza terrible. Además releyendo algunas entradas antiguas, en las que toco algo este tema, tengo una nefasta sensación de deja vu; la impresión de estar repitiendo una y otra vez las mismas quejas sobre los mismos perros y sus distintos collares. La política está tan llena de infamia que intentar organizar en mi cabeza todos los sentimientos, impresiones y opiniones que me provocan sería una labor titánica (y bastante ingrata). Así que me he dicho "vamos a darle un enfoque más personal, en esa línea ligeramente autobiográfica que caracteriza a este blog"..., y a ello vamos.

Creo que no soy persona de ideologías, pues sobre el papel casi todo suena bien; sobre todo cuando quien escribe es alguien mucho más formado y elocuente (quizás inteligente) que el común de los mortales (o que yo). De hecho pienso que en política hay que ser chaquetero -en el buen sentido- en función de las necesidades que en cada momento tenga un pueblo o sociedad. Aunque tengo mis opiniones sobre casi todo, soy bastante flexible y suelo escuchar con humildad y mente abierta cuando los discursos no son reaccionarios o incendiarios y los oradores consiguen captar mi atención y mi respeto. Sin embargo hay algunos punto de mi biografía y matices de mi persona que a ojos de algunos podrían encasillarme más cerca de uno u otro lado. Provengo de una familia con cierta tradición militar; de hecho a mi mismo me llamó la atención el ejercito como salida profesional durante algún tiempo. Por si fuera poco, sin llegar a ser un beato, durante gran parte de mi vida fui un "buen católico", hasta que una especie de "epifanía personal" me llevó al agnosticismo. Y además cuando hablaba con mis amigos sobre estos temas (Dios, Patria, Familia...) podía llegar a ser bastante vehemente... Así que puedo entender que en general se me defina como algo conservador o, si quieren, un poco "centrado a la derecha".

Recuerdo que ya hace un montón de años viví una de esas situaciones con un buen amigo homosexual, sólo que yo entonces no lo sabía. Ahora suena gracioso, pero en aquel momento pensé mucho en la imagen que estaba proyectando de mi mismo. Por aquel entonces estábamos mi mujer y yo con los trajines de nuestra boda, concretamente ya habíamos enviado invitaciones a nuestros amigos. Ya saben como va esto: si dos amigos eran pareja, invitación con ambos nombres. Si no conocíamos a la pareja del amigo o amiga en cuestión pues poníamos "fulanito y acompañante". Y para el caso de los solteros lo normal era la invitación unipersonal... Para nosotros, este amigo del que habló entraba en la última categoría... El caso es que una tarde vino a casa, triste, taciturno. Normalmente era un tío bastante jovial, así que me sorprendió, "un mal día" imaginé, y no le di mayor importancia. Al rato de estar en casa, tomando café supongo, charlando en tono un poco más distante del habitual, va y nos suelta "tengo que contaros algo"... "¡Ay dios!" pensé. Su cara y su tono revelaban por lo menos una enfermedad terminal, así que nos alarmamos... "El caso es que tengo pareja pero no se llama María, se llama Juan" (se hace necesario aquí matizar que me estoy inventando los nombres por razones obvias, no quisiera yo causar un malentendido... Estos dos son una de las parejas más estables y unidas que conozco de entre los amigos de aquella época). "¡Coño, que susto! pensé que te estabas muriendo ¿Cómo ibamos a invitar a tu pareja si no sabíamos que la tenías?" le dije... Resulta que, aunque todos los demás amigos lo sabían, a mi no me había dicho nada preocupado por lo que yo pudiera pensar. Me pasé semanas pensando que clase de disparate homofobo había podido soltar en su presencia y salvo algún chiste no se me ocurrió nada... El caso es que los dos vinieron a la boda y creo que lo pasamos bien (y no fui yo precisamente el que hizo chanzas sobre quién de los dos era la parra fecunda...).

En cualquier caso creo que no tengo buen ojo con esto de la política. A parte de mis primeros escarceos democráticos, cuando mi principal referente político era mi castrense influencia familiar y voté un par de veces al PP, el resto de mis participaciones han sido abstenciones o alternativas que consideraba más centradas. Aunque tampoco es que me haya ido muy bien. A estas alturas podría empezar a considerarme "el azote de los partidos emergentes", porque pareciera que cuando me intereso por un partido y les voto estos se estrellan estrepitósamente... Por ejemplo, cuando surgió aquel prometedor UPyD, con una Rosa Díez que se desmarcaba de un PSOE viciado y corrupto y un Fernando Savater que me había encandilado con Ética y Política para Amador, les voté y fue una debacle. Luego, hace algo más de un año, cuando C's parecía dispuesto a cambiar las reglas de la política y subía como la espuma, les voté (incluso he estado afiliado un año por la perseveracia de otro buen amigo); y no hay más que ver cómo estamos ahora...

No soy amigo de alarmismos. Me niego a pensar que con el gobierno que se ha formado recientemente se estén organizando checas en los sótanos de Madrid o que la oposición esté haciendo vudú para traer de vuelta al Generalísimo... Pero debo reconocer que no me gusta lo que está pasando. Me disgusta pensar que alguien como Sánchez, con tal de permanecer en el poder, se pliegue a gobernar con quien el día anterior le quitaba el sueño o trate de igual a igual a unos políticos que ignoran o tergiversan la justicia y la ley, o se abanderan con ellas, según conviene a sus intereses. Me preocupa que lo que queda en la oposición se aferre a ideales trasnochados o incluso peligrosos. Me asusta que los extremos vayan a condicionar el debate político de los próximos años en un terrible "con nosotros o contra nosotros" que está polarizando las opiniones y dividiendo a la gente.

Siempre he dicho que la política en España tiene ese tufillo futbolero que nos caracteriza para casi todo en este país (los míos son los míos aunque sean unos mantas... o en este caso, aunque sean unos sinvergüenzas). No puede explicarse de otra manera que partidos como PP y PSOE sigan siendo mayoritarios pese a las cuestionables mochilas que ambos llevan a la espalda. Y encima, cuando por fin nos enfadamos y decidimos cambiar de criterio, nos echamos en brazos de los populismos y nos dejamos llevar por las ideologías más extremas (léase VOX o UP)... Imagino que es por esta razón, porque somos como somos, que las alternativas que surgen para ocupar opciones más centradas, que se manifiestan en posturas menos ideológicas y más pragmáticas y que son capaces de ver cosas buenas en un lado y en otro, al final desaparecen o terminan cayendo hacia uno de los dos lados.

Siempre me ha gustado considerarme una persona inteligente y con buen criterio. Le viene muy bien a mi ego. Imagínense que siendo un Sup3ia encima tuviera un mal concepto de mi mismo... me habría tirado de un puente hace tiempo. Además soy más de observar y escuchar que de hablar (y con la edad cada vez más). Consecuencia de esto es que no suelo emitir juicios de valor antes de tiempo y me cuido mucho de pillarme los dedos con verborrea traicionera... Pero sucede que, al final, tener mucha información me bloquea y no puedo posicionarme casi nunca en axiomas absolutos (cosa que desluce bastante ciertas conversaciones...). El pragmatismo me hace ver puntos de razón en casi cualquier argumento (esto me pasa mucho con la política) y al final evito discutir la mayoría de las veces. Además en esta sociedad de trending topics, tweets y likes, me resulta extenuante argumentar contra los sesgos de confirmación que padece casi todo el mundo... Así que soluciones en 280 caracteres no tengo...

... Pero tengo claras algunas cosas: me fastidia que la política nacional de los próximos años -la que nos afecta a los ciudadanos de TODO el país- vaya a estar condicionada por sectarismos, independentismos y hechos diferenciadores a cuenta de unos cuantos personajillos que sólo saben mirarse el ombligo, mientras en mi tierra seguimos en el puñetero culo de Europa. Me molesta treméndamente ver como aquellos en los que deberíamos confiar más que en nuestras madres, nos mienten a la cara un día sí y otro también. Me revienta que un puñado de individuos que predican el "haz lo que yo diga pero no lo que yo haga", que se dan ínfulas y se atribuyen una superioridad moral, se arroguen el patrimonio de la historia, la ley, la justicia o la libertad de expresión. Me pone enfermo que esos, a los que pagamos un pastón con nuestros impuestos, utilicen el sistema para derribarlo, se enzarcen en debates voceríos estériles sobre el sexo de los ángeles y luego nos hablen como a tontitos de baba, suavito y en tono condescendiente, para explicarnos por qué tenemos que agacharnos y ponernos de culo... Ostras, espera, a ver si va a ser este comentario homófobo... ¡Ah no! que la sodomía también mola entre heterosexuales...

¡Joder! Si por esto no quería yo hablar de política.

viernes, 10 de enero de 2020

Balance del 2019

Desde el punto de vista de mi faceta de escritor de blogs ha sido el año más triste de la historia. La verdad es que se veía venir a tenor del decreciente número de entradas año tras año... En fin, es lo que hay. Y el caso es que ha resultado ser un año bastante interesante (como siempre digo, todo lo interesante que puede resultar para la existencia de un tío normal...), pero es que ahora tengo Netflix (Gracias mil Markus, te has cargado mi carrera como escritor :DDD)... Nah! hablando en serio, la culpa no es de Netflix, sólo he cambiado la tele que consumo, que no es mucha, por algo más respetable, menos mierder y sobre todo con menos publicidad.

Pero bueno, aquí estoy otra vez, haciendo un balance algo tardío del año que acabamos de dejar atrás. Como iba diciendo, ha sido uno de eso años que dejan cierto regustillo de satisfacción. Y es que durante el 2019 he alcanzado algunas de mis metas personales, por ejemplo, después de unos años estudiando inglés he conseguido obtener el B2 por la Escuela Oficial de Idiomas. También he tramitado mi Tercer Dan de Aikido (ya son 17 años los que llevo entusiasmado con esta práctica y los últimos 5 dando clase)...

...Pero sin duda, una de las mejores experiencias que he disfrutado durante la mayor parte del 19 ha sido el teletrabajo. Lamentablemente el periodo de un año que se establecía en aquella ya lejana primera convocatoria acabó el día 1 de octubre. En mi caso y en el de los compañeros que me tocan más de cerca, el balance ha sido muy positivo. Objetivamente, hemos recibido informes favorables y el reconocimiento por parte de jefes y gestores de que el trabajo se ha hecho bien. Subjetivamente -y aquí me refiero a mi experiencia personal-, he estado más descansado, mi concentración ha sido mayor y mi rendimiento ha mejorado... Y por lo visto he sido mucho más encantador, porque hace unos días mi hija me soltó "¡Jo papá! a ver si te vuelven a dar pronto el teletrabajo porque ahora estás siempre más cabreado"... Y me temo que razón no le falta. Si algo malo ha tenido el teletrabajo es que volver a la modalidad presencial todos los días de la semana se ha hecho especialmente duro. Levantarse de nuevo todos los días antes de las 6 de la mañana y volver a comer pasadas las 4 de la tarde, es ahora peor que antes. Los días laborables que caían entre los festivos del pasado diciembre han sido especialente horribles. En esas fechas la carga de trabajo es bastante baja ("bastante baja" es un eufemismo para decir que los pocos que estaban estábamos hemos pasado algunas jornadas mirando la pantalla como zombies y manoseándonos las gónadas...) así que algunos días la sensación de estar desperdiciando mi vida ha sido particularmente molesta (menos mal que sigo siendo adicto a los MOOC)... En noviembre salió una nueva convocatoria para el teletrabajo, pero ya veremos como se resuelve. Este tipo de cosas en la Administración suelen complicarse y retorcerse hasta límites ridículos, así que prefiero no hacerme demasiadas ilusiones.

Pese a mi flamante y recién adquirido Nivel Avanzado en el Marco Común Europeo de Referencia, el 2019 no me ha ofrecido grandes oportunidades de mostrar mis destrezas lingüísticas. En lo económico ha sido un año lleno de imprevistos. El más gordo fue en verano, cuando una avería importante nos puso en la tesitura de tener que comprar un coche nuevo. Meses después, horno, vitro y nevera dilapidaron los exiguos ahorros anuales... Así que las vacaciones de la pasada anualidad se han limitado a un par de escapadas por tierras patrias y poco más. Además ciertas circunstacias familiares han limitado nuestra movilidad: mi suegra está bastante pachucha y no podemos alejarnos demasiado, así que lo de salir del país está de momento aparcado.

Me atrevo a decir que, en terminos generales, no ha sido un mal año, aunque las novedades acaecidas distan mucho de haber sido dignas de mención, principal motivo por el que tengo esto tan parado... Además, para hablar de cosas normales sin ser aburrido o cansino hace falta un poco de chispa e interés, y en los últimos tiempos me noto escaso de lo uno y de lo otro. Aunque no desisto, ya iremos viendo.