sábado, 28 de marzo de 2020

Reflexiones de cuarentena

Cuando hace casi tres meses me enteré de que tenía una hernía inguinal y de que debía pasar por quirófano, pensé que el bisiesto 2020 no empezaba demasiado bien. Poco después me llegó resolución denegatoria a mi solicitud de teletrabajo. Parece que los informes favorables y el buen desempeño que habíamos demostrado no eran suficientes para la inánime máquina burocrática, y varios compañeros y yo mismo nos quedábamos fuera en base a dudosas razones y criterios arbitrarios (incluso escribí un airado post que no llegué a publicar). Definitivamente el 2020 apuntaba maneras de annus horribilis o, dicho en buen castellano, año de mierda...

Y hete aquí que entonces llegó el bichito de China y mi pequeño mundo de mierdecillas particulares se esfumó de repente y las cosas que me preocupaban cayeron bastante abajo en mi lista. Además, por fortuna, mis cuitas personales se han ido solucionando, no sin cierta dosis de inquietud (y, por momentos, de ironía). Pasé por quirófano cuando ya se habían detectado los primeros casos en Extremadura, así que los dos días que pasé en el hospital fueron un poco tensos. A ver, las estadísticas jugaban a mi favor, cinco o seis casos entre un millón de ciudadanos no tenía que ser alarmante, pero la psique de cada uno va a su aire, y los medios de comunicación ya habían desencadenado la psicosis del papel higiénico... Además en quirófano no faltaron las coñas sobre el coronavirus (me pusieron anestesia raquidea, así que me enteré de todo). La noche fue bastante mala, tardé horas en volver a sentirme las piernas, pero lo peor fue que, cuando mis piernas ya respondían, en el espacio entre ellas sólo había una preocupante sensación de vacío, vamos, que mis partes pudendas fueron las útimas en despertar, así que imaginad el desasosiego... Con todo tuve mucha suerte, recibí una atención magnífica de todo el personal del hospital y el día siguiente a la operación, a media mañana, estaba camino de casa (tras una pájara terrible, por levantarme demasiado pronto, que me dejó la tensión en 7/5 y me hizo perder el conocimiento unos minutos, por lo que casi me dejan ingresado...). Unos días después estalló la pandemia y operaciones como la mía quedaron suspendidas hasta nuevo aviso. Así que tuve mucha suerte.

A nivel laboral, y "gracias" a la carambola de mi operación, también he tenido suerte de cierta extraña manera. Cuando se estaban empezando a aislar algunos municipios, en España ya había varios cientos de infectados y habían muerto algunas decenas de personas, yo estaba de baja en casa, recuperándome. Pero muchos de mis compañeros todavía debían ir a trabajar y estaban peleando para que la Junta siguiera las recomendaciones del Gobierno central y mandase a la gente para casa. Finalmente llegó el teletrabajo para todos. Tras las reticencias y los obstáculos que se inventaron ciertos burócratas de nuestra Administración, la situación les vino impuesta y se vieron obligados a implementar los mecanismos de forma atropellada y sin una buena planificación (pudiendo haberse hecho con más tiempo y de forma ordenada). Afortunádamente el esfuerzo de un buen número de compañeros ha hecho que sea posible trabajar online de manera tolerable.

Y así llegamos al momento presente. En el instante en que escribo estas líneas el país está prácticamente parado, la mayoría de la gente (la que no está dando la batalla en primera línea) está confinada en sus casas desde hace dos semanas, vamos camino de los 73.000 infectados, se han superado los 5.600 muertos y este virus dista bastante de ser "poco más que una gripe" como pensábamos al principio (y las cifras a nivel mundial son bastante más escalofriantes). Mi percepción, e imagino que la muchos, es de irrealidad y estupor, como de ser uno de esos extras sin importancia en una peli catastrofista mediocre donde el héroe de turno lucha por salvar al mundo (un sanitario exhausto, algún miembro de cualquier cuerpo de seguridad o un humilde empleado de una tienda de comestibles...). Un personaje, poco menos que secundario, que sólo puede esperar a ver que pasa, con la sensación de estar metido en una situación insólita que no imaginó llegar a vivir...

No voy a entrar hoy a juzgar como se está gestionando esta crisis (eso llegará en su momento), me imagino que estar en cualquier gobierno que se tenga que enfrentar a semejante situación no debe ser cosa de fácil digestión. A nivel social y económico no hay precedentes recientes en Europa, y algunos expertos usan como referencia aproximada una situación de guerra. Está bastante claro que este evento va a marcar un antes y un después en nuestra generación. Todo apunta a que las repercusiones a todos los niveles van a ser muy importantes. Acostumbrados como estamos a ver, desde nuestra efimera burbuja de seguridad, que las catástrofes y la penurias quedan casi siempre lejos de casa, estamos aprendiendo una valiosa lección sobre la fragilidad de nuestro modus vivendi y sobre la vulnerabilidad de este mundo de cosas que damos por sentadas sin pensar demasiado en ellas. Ahora un enemigo invisible cuestiona todo este tinglado que llevamos décadas comprándonos, y lo hace sin demasiado esfuerzo, desbordando es unas pocas semanas todas nuestras preconcepciones.