jueves, 16 de abril de 2020

Fabia

Esta situación excepcional que nos ha tocado vivir está trastocando prácticamente todos los aspectos de nuestra vida, y situaciones ya de por sí difíciles y dolorosas se vuelven aún más arduas y provocan que las penas sean todavía más densas. El pasado 9 de abril, Jueves Santo, falleció mi suegra, y a la dureza de perder una madre y una abuela hay que sumarle la triste imposición de estos lamentables días de no haber podido despedirla como ella se merecía. Sólo Cris y sus hermanos pudieron estar presentes en un breve responso que tuvo lugar en la capilla del cementerio. Ni sus hermanas, a las que, siendo Fabia la mayor, crió desde bien joven debido a la perdida de sus padres; ni sus nietos y nietas, algunos de los cuales han vivido más con ella que con sus padres; ni decenas de vecinos, con los tenía esa relación de cercanía y familiaridad que sólo perdura en los pueblos.

Fabia ha sido una luchadora toda su vida. Mandona de caracter, estaba acostumbrada a que las cosas se hicieran como ella decía (porque durante gran parte de su vida siempre fue la mejor manera); pero también era generosa hasta el extremo, poniendo siempre a los demás por delante de si misma. Aunque la vida en sus últimos años (los que debieran haber sido más plácidos) no la ha tratado bien (culpa de muchos achaques y personas por los que ella se dejó la existencia) su fe se ha mantenido siempre inquebrantable y siempre ha visto la mejor parte de cada uno (llegando a justificar lo injustificable). Personas como ella se merecen un descanso a la altura de sus espectativas y se lo deseo sinceramente.

Hasta el día en que pueda acompañar a mi mujer a llevar unas flores que dignifiquen la despedida valgan estas palabras para testimoniar el respeto de su único yerno. Que descanse en paz porque se lo ha ganado.