lunes, 17 de diciembre de 2012

21/12/2012

Pues ya lo tenemos encima otra vez, el fin del mundo digo… No es que esté especialmente alarmado la verdad. Creo que la fortuna está de mi lado ya que, sólo en la última década, he sobrevivido al efecto 2000, a la venida del anticristo, a la puesta en marcha del acelerador de partículas del CERN y al primer disco de Juntin Bieber, por comentar algunas de las ocasiones más escalofriantes y amenazantes... Y ya no hablemos de paranoias cada fin de año, guerras, cambio climático... etc.

Lo cierto es que son tantos los posibles motivos que nos pueden llevar al desastre que lo mejor es asumir que ocurrirá, no el viernes, sino en cualquier momento. No se cuan seguros están los científicos de la improbabilidad de impactos de meteoritos, llamaradas solares o la explosión de un supervolcán en el parque de Yellowstone... Según los geólogos son cosas que ya han pasado en la historia del planeta, así que, por lo que a mi respecta, es pretencioso pensar que no pueda pasarnos a nosotros y la verdad es que me preocupa poco ante la improbabilidad de detener tales acontecimientos...

En cualquier caso el apocalipsis sucede cada día para millones de personas. Miles mueren diariamente de hambre, millares sufren un pequeño armaggedon en forma de guerra a las puertas de sus casas. Cientos de familias sienten que el mundo se acaba con la pérdida de seres queridos a manos de la violencia. Decenas pierden sus trabajos y sus casas y el cielo se les cae encima... Así que, de una u otra forma, el final de los tiempos llega diariamente para muchísima gente para la que, a día de hoy, un meteorito gigante será el menor de sus problemas -incluso puede suponer un alivio-.

Además existen otros muchos factores de extinción masiva, a cerca de los cuales se nos está avisando desde hace tiempo y a los que nadie hace ni puto caso (entiéndase por "nadie" a los que realmente puede hace algo a gran escala. Que yo separe el cartón, el plástico y el vidrio, a estas alturas, me parece bastante intrascendente...). Todos esos escenarios catastróficos tienen un factor común: el ser humano está metido en la mierda hasta las cejas. Siempre he pensado que a lo largo de nuestra historia hemos estado dañando sistemáticamente nuestro entorno y a nosotros mismos. El problema que yo veo es que hasta este momento de nuestra existencia jamás habíamos tenido tanta capacidad de causar daños hasta límites irreversibles. Éstas posibilidades sí me preocupan, y me preocupan porque aunque a priori parecería mucho más sencillo poner remedio, por ejemplo, a los desequilibrios sociales o a la emisión de gases de efecto invernadero, la realidad se me antoja más difícil que desviar al planeta Niburu de su trayectoria con un misil termonuclear cabalgado por Bruce Willis gritando "YIHAAA!!!..."

El deshielo de los polos, la tectónica de placas, las catástrofes naturales, las guerras y hambrunas, o incluso la voracidad de los mercados financieros –tan de moda hoy día- no son nada nuevo, y desde luego no auguran nada bueno. Así que desde luego que sería deseable, como dicen algunos, que el día 21 no se nos cayera el cielo encima, sino que se desencadenase un cambio de mentalidad, una evolución del pensamiento colectivo que llevase a la humanidad a una nueva era de conciencia e iluminación intelectual... pfff... Me temo que para eso antes tendrían que venir los alienígenas de Raticulín y desatomizar a un buen puñado de descerebrados...

¿Os parece poco fin del mundo?... En resumen, que como no se si pasaremos del 21 de diciembre, de momento me reservo lo de Felices Fiestas y Prospero Año Nuevo para dentro de unos días... Mientras tanto feliz Apocalipsis a todos.