viernes, 17 de mayo de 2013

Sólo un par de ejemplos...

Nuria Martí Gutiérrez, licenciada en Biología en la Universidad de Valencia en 2003 y máster en Biología Clínica y Experimental de la Reproducción en la Universidad de Alicante en 2004, fue incluida en el ERE que tuvo lugar en el Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia, en 2011 -junto con más de 100 personas-. Actualmente trabaja en Estados Unidos, con el equipo que hace unos días ha dado un gran paso en medicina regenerativa, logrando obtener células madre embrionarias a partir de células adultas en humanos...

Diego Martínez Santos, físico gallego, considerado por la Sociedad Europea de Física el mejor físico de partículas joven del año, trabaja como investigador en el Instituto Nacional de Física Subatómica de Holanda. Desarrolla su trabajo de investigación en el acelerador de partículas LHC de Ginebra, y dirige un grupo de análisis de medidas en el Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN). Sin embargo, el gobierno español considera que no da el perfil y que carece de liderazgo internacional, por lo que le han denegado una beca Ramón y Cajal, que le permitiría volver a España...

...Y éstas, señores, son sólo dos de las innumerables razones por las que nos vamos a la mierda; y además por carril preferente.


miércoles, 8 de mayo de 2013

Poniendo una pica en Flandes

Este año necesitábamos tomarnos unas tempranas vacaciones como agua de mayo. Así que hace un par de meses me puse a indagar sobre destinos cómodos en Europa, donde poder ir a pasar unos días con la niña. Teníamos bastantes ganas de tirar hacia el norte -por eso que dicen de que allí están más civilizados-, así que empezamos merodeando por los Países Bajos. Una vez allí nos decidimos por Bélgica, y finalmente nuestro dedo se posó sobre la capital del Viejo Mundo (yo creo que por algún tipo de publicidad subliminal de los telediarios): Bruselas.

La idea original era haber situado el puesto base en Bruselas y desde allí haber visitado Brujas, Gante y, quizás, Amberes o alguna otra ciudad. Después, reconocidas nuestras limitaciones de tiempo y movilidad (Olga no puede llevar nuestro ritmo), decidimos dedicar la mayor parte del tiempo a Bruselas y una jornada completa a Brujas (sin combinarlo con Gante, cosa que hace mucha gente). El resto debería esperar.

El viaje ha estado muy bien. Bruselas es una ciudad bonita (más de lo que muchos piensan, por esa etiqueta que lleva de centro político y administrativo) y bastante cómoda. Brujas es preciosa (aunque el día que fuimos había allí más gente que en Disneylandia). Además estuvimos en un buen y céntrico hotel. Incluso hemos tenido una climatología razonablemente buena... Sin embargo he vuelto con cierto sabor agridulce, la niña y yo hemos estado enfermos toda la semana -ella incluso tuvo algo de fiebre-. Durante el día aguantábamos bastante bien (yo con paracetamol y ella con Dalsy), pero las noches han sido una horrible sinfonía de toses y falta de descanso, por lo que pasábamos casi todo el día a medio gas...

Día 28 de abril

Nuestro primer paseo por Bruselas -nada más soltar las maletas- comenzó por la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula, que teníamos a poco más de 200 metros del hotel. Se trata de un precioso templo gótico cuya construcción abarca desde el siglo XIII hasta principios del XVI.


Caminando menos de diez minutos llegamos a la que es sin duda la protagonista de la ciudad, la Grand Place. Esta plaza, que es Patrimonio de la Humanidad, es considerada una de las más hermosas del mundo (y con razón). Sus edificios (de estilos gótico y neogótico) están increíblemente adornados y son una continua invitación a fotografiarlos. Un amante de la arquitectura y la escultura, armado con unos prismáticos, podría perder horas y horas allí. 



Dimos un largo paseo por la plaza y sus alrededores ubicándonos -y tirando nuestro primer centenar de fotos supongo-. En nuestro periplo nos encontramos con uno de los iconos más conocidos de Bruselas, el Mannenken Pis. Esta estatua -de poco más de 60 centímetros- no es más que la representación de un niño en pelotas meando dentro del cuenco de una fuente. La verdad es que como escultura, como fuente o como cualquier otra cosa dice bastante poco, pero bueno, no deja de tener su gracia ver como lo seres humanos convertimos en iconos cosas (cuando no personas) bastante insulsas, adornándolos con leyendas épicas o historias graciosas: que si es un niño que apagó la mecha de una bomba con su orina, que si es un bebé que se meó sobre las tropas enemigas... En fin, yo le hice unas cuantas fotos, así que no hablaré demasiado...


Con la niña no pudimos hace mucho más aquella tarde, el viaje había sido agotador (y ya no andábamos muy finos a última hora) así que cenamos en un restaurante Quick (en Bruselas no hay ningún Burger King -aunque sí McDonals-, los Quicks son el equivalente), y un rato después, tras otro breve paseo, nos fuimos al hotel.

Día 29 de abril

Por la mañana temprano, tras un copioso desayuno en el bufé del hotel, nos fuimos a la estación central -a escasos cinco minutos- con la intención inicial de coger un bus o un metro para ir a ver el Atomium y Mini-Europa. Al final, como el día se había levantado algo lluvioso, Cris me convenció para coger uno de esos autobuses turísticos Hop On Hop Off. La idea era que nos podríamos mover en esos autobuses durante todo el día y obtener una vista panorámica de lo más destacado de la ciudad. Para la niña desde luego era lo más cómodo, y en Londres nos había ido muy bien con uno de estos en un día lluvioso semejante, así que lo hicimos. Al final no lo usamos más que un par de veces, pero hizo su función y al concluir el primer trayecto (30 o 40 minutos después) estábamos frente al Atomium. Esta curiosa estructura de más de 100 metros, representa un cristal de hierro ampliado miles de millones de veces. Se construyó en 1958 con motivo de la Expo Universal de aquel año y se ha convertido en un símbolo de Bruselas.


A un pequeño paseo se encuentra Brupark, un parque de atracciones donde se encuentra Mini-Europa. Aunque al principio nos cayeron cuatro gotas, al final la mañana se apaciguó, y pasamos más de dos horas caminando entre cientos de conseguidas maquetas a escala de los edificios más representativos del continente. Algunas son realmente espectaculares y la enana disfrutó sintiéndose como una gigante. Comimos en un local de The Village (otra zona del parque con restaurantes, cervecerías y zonas infantiles). Un rato después, tras otro largo paseo en bus (en el que Olga dio una cabezadita) volvimos al centro de la ciudad.



A esas alturas la niña estaba ya en su límite. Entre lo malilla que estaba y las caminatas, empezó a ponerse ligeramente insoportable con los "cógeme", "estoy cansada" o "me duelen las piernas"... Así que la primera parte de la tarde la empleamos yendo a centros comerciales para buscar una sillita de paseo (de esas ligeras y minimalistas). Encontramos una por poco menos de 30€ y, pese a las limitaciones (sobre todo en calles adoquinadas, que no son pocas), nos salvó la vida. Después de eso tomamos un café en un Häagen Dazs, dimos un paseo por un par de calles comerciales y fuimos a ver el Palacio Real y sus inmediaciones. Junto al palacio está el Parque de Bruselas, donde hicimos una pausa para que Olga liberase la energía ahorrada gracias a su nueva sillita, en una zona de juegos infantil.


La hora de la cena nos pilló cerca de la Grand Place. Concretamente estábamos atravesando unas famosas galerías comerciales, las Galerías Hubert. A mitad de camino (entre la Galería del Rey y la Galería de la Reina) surge, casi perpendicular, la Rue des Bouchers, una de esas calles llenas de restaurantes para turistas que debe tener toda ciudad que se precie. Mirando referencias antes del viaje, me había encontrado algunas webs que desaconsejaban este lugar porque asediaban, según decían, a los turistas, y la calidad y los precios no siempre eran los más recomendables... Pero ¿qué queréis que os diga? Estábamos cansados y hambrientos, y como no tuvimos la sensación de ser acosados, nos dejamos "embaucar" por un tipo tunecino y sus menús económicos, y entramos en su restaurante. La cena no estuvo mal -el servicio algo lento- y pude probar los famosos moules et frites, no creo que fueran los mejores, pero estaban buenos y eran abundantes.


Día 30 de Abril

Bruselas es considerada la capital del cómic. Varios rincones y fachadas están adornados con ilustraciones de personajes famosos. Algunas calles, junto a su nombre en francés y en flamenco, llevan el nombre de algún personaje de cómic. La ciudad ha visto nacer a personajes legendarios como Tintín, Lucky Luke, Spirou, Marsupilami o los Pitufos. Así que obviamente yo no podía dejar pasar una visita al Centre Belge de la Bande Dessinée -el Centro Belga del Cómic-. Tuvo que ser una visita rápida (no creo que estuviéramos ni hora y media, pero ya se sabe, Olga establece los tempos), me supo a poco y mis limitaciones con el francés me obligaron a centrarme en disfrutar de los dibujos, con lo que no pude reírme a carcajadas (como hacía un tipo junto al que me paré a disfrutar de unas viñetas).

Después del Museo del Cómic fuimos al Musée du Jouet. De éste sí que fue más difícil sacar a la niña. El Museo del Juguete abarca tres plantas de un viejo edificio, está lleno hasta la bandera de juegos y juguetes antiguos. La verdad es que tiene un aspecto bastante destartalado y caótico, pero tiene algo muy atractivo para los pequeños: además de lo que hay en las vitrinas y colgando de las paredes, hay montones de juguetes desperdigados por todas partes con los que pueden jugar libremente; así que os podéis imaginar lo que eso supone para una niña de cuatro años... La verdad es que yo pasé ciertos momentos de desasosiego sintiendo como docenas de muñecas "adorables" -las había por todas partes- me observaban desde las vitrinas. A penas estábamos tres familias desperdigadas por las diferentes plantas del edificio, había pocos niños y todo estaba bastante silencioso; así que el ambiente recordaba ligeramente a una pelí de terror... Pero tengo que reconocer que también tuve algún momento de nostalgia cuando vi aquella primera edición del barco pirata de playmobil -algo destartalado- en una vitrina...



Estábamos relativamente cerca de una zona financiera próxima al Jardín Botánico, bastante alejados del centro histórico, así que comimos bien y barato en un restaurante, nada turístico, frecuentado por trabajadores.

Dedicamos el resto de la tarde a dar un largo paseo (ahora con la sillita ya no había límites... relativamente) que nos llevó primero hasta las inmediaciones del Palacio Real. Luego continuamos hacia el sur para ver la iglesia gótica de Notre Dame du Sablon y admirar más tarde el impresionante Palacio de Justicia (fue una pena que la fachada estuviera llena de andamios). Junto a éste se encuentra el Elevador de Mallores, que nos permitió bajar desde el barrio de Sablon al barrio de Mallores. Continuando con el paseo nos topamos con la iglesia de Notre Dame de la Chapelle (mezcla de románico y gótico). Más tarde nos tomamos un capuchino en el Cómic Café, en la plaza du Grand Sablon.


Había sido un día bastante intenso, y el cansancio y el resfriado comenzaban a pasarnos factura -a mi hija y a mí-, así que nos volvimos al hotel y cenamos unos bocadillos sentados en la cama en una novedosa modalidad de picnic indoor.

Día 1 de Mayo

El miércoles, tras el consabido desayuno generoso del hotel, cogimos unas mochilas con algunas provisiones (agua, zumos y galletas de los pitufos) y nos fuimos a la Estación Central para coger el primer tren que pudiéramos con destino a Brujas. No tardamos demasiado (salen con mucha frecuencia). Más o menos una hora después llegábamos a la capital de Flandes Occidental.


Brujas es una ciudad preciosa (muchos dicen que es como estar en un cuento). La ciudad es conocida como la Venecia del Norte por sus numerosos y bonitos canales. Su casco histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco hace más de una década. Por desgracia había muchísima gente, por lo que la experiencia se vio un poco truncada.



Después de dar un paseo pensamos que lo mejor sería tomar una barca y recorrer los canales. La decisión fue un acierto, pues más tarde (y con la niña) las colas habrían sido insufribles. Comimos temprano y dedicamos el resto de la tarde a recorrer las calles en una larga y tranquila caminata. La verdad es que íbamos un poco a la deriva. Se que vimos el Hospital de San Juan, la Iglesia de Nuestra Señora, la Catedral de San Salvador, el plácido Minnewater (o Lago del Amor), la Plaza Mayor (con su impresionante campanario) y la Plaza Burg (con el magnífico edificio gótico del Ayuntamiento); pero también pasamos por bonitos rincones a los que no puedo poner nombre.



Por la tarde regresamos relativamente temprano a Bruselas, así que dimos un tranquilo paseo por zonas comerciales y cenamos en un nada glamuroso McDonals (aunque muy bien situado frente al precioso Edificio de La Bolsa). Después encaminamos nuestros pasos hacia el hotel para intentar descansar nuestra cuarta y última noche en la capital belga.

Día 2 de Mayo

La última mañana en Bruselas me desperté con dos ideas en la cabeza: chocolate y gofres... Podría renunciar a los publicitados 300 tipos de cervezas belgas, pero no a los dulces más mentados del país... Nos quedaban más de dos horas antes de hace el check out en el hotel (ventajas de una niña madrugona), así que, haciendo un gran esfuerzo (sobre todo yo), desayunamos moderadamente en el hotel y nos lanzamos a la calle en busca de algunos souvenirs y, sobretodo, bombones y gofres. Comimos unos discretos pero ricos gofres en uno de los numerosos puestos cercanos a la Grand Place y compramos bombones belgas para nosotros y la familia en un lugar cercano llamado Chocopolis. Y de esa forma tan dulce dimos por finalizada nuestra estancia en la capital de la UE.



Horas más tarde recogíamos nuestro coche en el parking de larga estancia de Barajas y recorríamos el último trecho de nuestro regreso a casa, empezando a sufrir ya los primeros indicios de síndrome postvacacional...