miércoles, 30 de enero de 2019

Teletrabajador

En abril de 2018 se publicó en el DOE una resolución mediante la cual se reactivaba la posibilidad de que algunos trabajadores de la Administración pudieran realizar teletrabajo unos cuantos días de la semana. Digo "se reactivaba" porque ya se realizó una experiencia piloto de teletrabajo con algunos empleados hace varios años y que, según parece, resultó exitosa. Sin embago, por razones que desconozco (aunque supongo que fueron razones políticas), el tema quedó aparcado durante un lustro. El caso es que ahora, unos cuantos años después, el asunto se ha puesto otra vez en marcha (supongo nuevamente que por razones políticas..., y en este caso sí que me permito especular: tenemos elecciones en la primavera de 2019...).

Total que después de leerme y releerme el Decreto y cerciorarme de que mi trabajo y mi situación personal me habilitaban como candidato, entregué papeles, recibí infomes favorables y desde el 1 de octubre me convertí en teletrabajador a tiempo parcial. Ahora trabajo desde casa tres días por semana, y los otros dos días me desplazo a Mordor para honrar a todos con mi presencia y que no se les olvide mi jeta.

El teletrabajo lleva un montón de años funcionando en muchas empresas y en varias administraciones, y por fin ha llegado a nuestro recóndito ente público. Yo desde luego siempre lo he visto claro, al menos para mi tipo de trabajo, donde la mayoría del tiempo estoy programando, haciendo explotación de bases de datos o escribiendo documentación. A penas necesito reunirme con jefes, compañeros o gestores un par de veces al mes; es más, al final casi todo lo que se hace en las reuniones puede solucionarse por email o por teléfono. Así que por ahora, en lo que a mí respecta, sólo encuentro ventajas.

En algún sitio leí hace tiempo que teletrabajar requiere disciplina. Es totalmente cierto. Sobre todo cuando los días que trabajas desde casa te dan flexibilidad y libertad de horarios. Como los días que hacemos teletrabajo no tenemos horarios y trabajamos por objetivos puede pasar, dependiendo de si la carga de trabajo es mucha o poca, que echemos más horas de la cuenta o que estemos "demasiado" relajados... Para evitar esto, yo me he propuesto trabajar las mismas horas que cuando estoy en presencial. Independientemente de la carga de trabajo, procuro estar conectado y disponible a partir de las 7:30, y si algún día no puedo garantizar esa disponibilidad recupero el tiempo a primera hora de la tarde... Lo cierto es que la mayoría de los días prolongo mi jornada un poco más allá de la hora habitual de salida cuando estoy en presencial. Al estar en casa no me da pereza acabar y probar un script, o contestar un correo de última hora (no tengo a los compañeros de coche esperando, ni una hora de viaje por delante antes de dar por terminada la jornada...).

Los días que estoy en casa, levantarme un poco más tarde y quitarme horas de carretera desde luego ha sido un revulsivo (estoy más descansado y motivado), pero lo que de verdad he notado es la tranquilidad, el silencio y la ausencia de interrupciones. El servicio de Informática, en el lugar donde trabajo, es una sala grande con un montón de gente, donde las únicas barreras físicas (que dado el caso podrían proporcionar un poco de necesario aislamiento) son las de los despachos de los jefes. Muchos estimados compañeros tiene la mala costumbre de hablar a voces, entiendo que a veces es necesario hablar de trabajo (aunque muchas veces el trabajo no es el tema de la conversación...), pero ocasionalmente la mesura o el respeto brillan por su ausencia y el servicio parece más un bareto que un lugar de trabajo.

Otro problema es que la gente ajena al servicio se pasea por allí como Pedro por su casa: llegan (a veces también pegando voces) te plantan los papelotes encima del teclado y demandan atención inmediata sin importar lo que uno pueda estar haciendo...Y todavía se me ocurre algún otro hándicap, por ejemplo, habitualmente el factor ambiental por allí suele ponerse bastante hostil a medida que avanza la jornada (la ventilación y la climatización son terribles), En el mejor de los casos, se percibe ese aire enrarecido y cargado que abotarga los sentidos; en el peor, llega a oler a cloaca inmunda y se hace necesario salir de allí para no echar el desayuno... Todo esto no lo sufro en casa, lo que redunda no sólo en mi concentración y mi rendimiento, sino también en mi humor y mi salud.

A ver, trabajar en casa también tiene sus pequeños inconvenientes; y no hablo de la soledad, el aislamiento social, el factor humano del lugar de trabajo... bla, bla, bla... y todas esas tontadas que a mí, como ser ligeramente asocial, me traen bastante sin cuidado... Hablo, por ejemplo, de cierta falta de cultura en esta forma de trabajar. Algunas de las personas para las que trabajo tienen todavía mucho que aprender sobre cómo funciona esto. Tienen problemas para aceptar/entender, por ejemplo, que la forma que tienen mis jefes de evaluar mi desempeño y el buen funcionamiento de esta iniciativa, es que yo tenga tareas asignadas para cada trabajo que deba hacer (por pequeño que sea). Como ya he comentado, muchos están acostumbrados a llamar por teléfono y obtener tu atención de forma inmediata, a llegar al Servicio de Informática, sentarse a tu lado y ponerte los papeles encima de la mesa o, en el mejor de los casos enviar una tarea imprecisa y mal descrita en la que con un "hacer cosas" pretenden cubrir sus necesidades de tus servicios para los siguientes seis meses... Pero bueno, supongo que eso se irá corrigiendo con un poco de labor pedagógica o simplemente por la fuerza de la necesidad.

¿Qué queréis que os diga? Para mi es una situación -por el momento- ideal: descanso, motivación, rendimiento y salubridad. Cómo ya he dicho, ni siquiera echo en falta las relaciones sociales en la oficina. Mi vida personal es suficientemente rica fuera del ámbito laboral y, por lo general, cuando voy al trabajo lo que hago es trabajar. Tengo la suerte de tener un trabajo que no requiere de demasiadas interacciones personales, y en cualquier caso hoy día se hacen unas videoconferencias y unos videochats buenos buenos, así que podría habituarme a esta situación de manera indefinida...

... Aunque espera, ahora que lo pienso sí que hay otro pequeño inconveniente de trabajar en casa: la nevera y la despensa están a unos pocos metros... Bueno, por ahora lo llevo bien, después de cuatro meses todavía me mantengo en mi peso (incluso un poquito menos). Pero he observado que hacer pequeñas incursiones en la cocina es demasiado fácil. Por ahora lo estoy llevando bien con café, té o algo de fruta, pero a veces me sorprendo con una magdalena o un par de onzas de chocolate en la mano y eso sí puede ser preocupante...

sábado, 19 de enero de 2019

El final de la inocencia

Vayan por delante mis disculpas por tan dramático título, pero es que, aunque hace dos o tres meses que sucedió el infortunio, estaba haciendo memoria sobre los acontecimientos del 2018 y ha vuelto a mi recuerdo uno de los hechos más tristes del año que ha quedado atrás. Es una de esas cosas por las que han de pasar todos los padres, pero eso no lo hace más sencillo...

Después de muchos meses sin perder una pieza, a mi hija de le cayó un diente que amenazaba con desprenderse desde hacía tiempo. Como de costumbre aplicamos el protocolo: saquito con diente bajo la almohada, niña dormida, cambiar diente por moneda y dejar un pequeño regalo junto a la cama (en esta ocasión fue un libro)... Amaneció un nuevo día y estábamos en la cama esperado a que nuestra hija, que suele ser más madrugadora, viniera a enseñarnos lo que le había dejado el Ratoncito Pérez. La escuchamos moverse en la cama y salir al pasillo, y al momento la vimos aparecer por la puerta de nuestra habitación -Gracias papá, gracias mamá. Era el libro que quería...- Cris y yo nos miramos, forzamos una sonrisa -Cariño, ha sido el Ratoncito Pérez-. La peque nos miró con perspicacia -Sé que habéis sido vosotros, me lo han dicho Fulanito y Menganita en el cole, el Ratón Pérez son los padres. Decidme la verdad...-. Ese "Decidme la verdad" cayó como una losa, así que ya no pudimos seguir con la farsa. Explicamos el fake del roedor como buenamente pudimos, tiramos de la ilusión, de las mentiras piadosas y de cualquier cosa que pudiera justificar mantener una mentira durante tanto tiempo... Os aseguro que es una tarea ardua cuando llevas años ensalzando ante tu hijo la sinceridad y la honestidad, y enarbolando la bandera de la verdad ante todo...

Superado ese primer episodio de decepción y miradas reprobatorias, la mayor preocupación de la niña era si seguiría recibiendo los pequeños obsequios ahora que conocía la dolorosa verdad. La tranquilizamos diciéndole que no se preocupara, que seguiríamos siendo sus Ratoncitos Pérez mientras tuviera dientes de leche... Se tanteo las encías con la lengua, echó sus cuentas y tras darnos un beso se marchó satisfecha.

Sabíamos que la cosa no iba a terminar ahí. -Esta niña es muy lista, sólo es cuestión de tiempo que ate cabos y averigüe lo demás...- me dijo Cris. Yo me sentía como un asesino que ocultaba cuatro cuerpos bajo el frío cemento del garaje -No te preocupes, nos ocuparemos cuando suceda...-. Y sucedió.

Llegaron las fechas navideñas: vacaciones, comilonas con la familia y regalos (muchos regalos)... El resultado pudo haber sido catastrófico. Montón de deslices de adultos (abuelos, tíos...) que no son conscientes de que con estos enanos hay que andar hilando muy fino, que parece que no escuchan pero lo escuchan TODO. Gente en los supermercados o por la calle hablando descuidadamente y a voces por el móvil -PUES YO LE VOY A ECHAR LA BAT-CUEVA Y LA CASA GRANDE DE PINYPON...-. O hablando del último "Negro del Whatsapp" gritando que los padres son los Reyes desde el balcón de Andoain... (que ya le vale al tío...). Total que la preguntita de marras al final cayó durante las fiestas -Oye papá, y si el Ratón Pérez sois vosotros ¿no seréis también Papá Noel y los Reyes, No?...-. Lo del Ratoncito Pérez había sido demasiado duro, así que tiré de imaginación y método científico, y dije con absoluto convencimiento -A ver, tú sabes que lo del Ratoncito Pérez era físicamente imposible, un ratón no es inteligente, es más, ¿te imaginas a un ratón levantando un libro como el que te regalamos con el último diente?... Pero los Reyes y Papá Noel son atropomorfos y se les presupone una inteligencia ¿No?...-. Me miró un momento con cara rara (igual me había pasado un poco intentando sonar verosímil...). Así que, después de explicarle lo que significaba "antropomorfo", me soltó un -Sí, eso tiene sentido papá- que sonó poco convencido... -Un año más...- dije para mis adentros -... intentemos mantener un año más la verdad bajo el cemento...-.