jueves, 22 de febrero de 2018

Cosas que me incomodan de otros seres humanos (por decirlo finamente) cuando voy en coche...

Llevo una época emocionalmente un poco reguler, así que mi primera intención al escribir esto era vomitar durante unos cuantos párrafos y de forma poco controlada toda la rabia que siento a veces contra un elevado porcentaje de seres humanos. De hecho el primer nombre que había pesado para esta entrada era "El ser humano apesta"... El problema es que las ideas estaban saliendo de mi cabeza sin filtro, y me daba lo mismo hablar del miserable desequilibrado que se ha cargado a 17 personas en la matanza más reciente, de los psicopatas que están orquestando masacres desde cómodos despachos, de la panda de políticacos megalómaniacos e impresentables que nos repesentan, o del imbécil que esta mañana me ha metido los faros en el cogote poniéndose a medio metro del culo de mi coche mientras yo estaba adelantando a 130 km/h... Quería matarlos a todos (o en su defecto encerrarlos en un agujero infecto...), pero luego me ha parecido que igual tenía las emociones un poco desbocadas y que eso no estaba bien.

Así que, a fin de canalizar tanta ira, he decidido -no sé lo que me durará el arrebato- escribir una entrada un poco más organizada y menos visceral, y quién sabe, quizás dar lugar al comienzo de una serie que podría llamarse "Lo que me incomoda de otras personas cuando...". Lo sé, lo sé, suena un poco a panfleto de autoayuda, pero ¿qué es este blog sino eso? intento autoayudarme a no perderme en el pesimismo... No parece que me esté sirviendo de mucho, pero ahí estamos, orbitando en el horizonte de sucesos, viendo el agujero negro del negativismo más negro, pero sin llegar a caer en él... (¡Joder! Menuda metáfora me he marcado...).

¿Y qué mejor manera de empezar con mi alegato de descarga para hoy que con el señor del coche de esta mañana?... A ver tonto del ciruelo ¿Te has parado a meditar sobre las palabras "distancia de seguridad"?¿tú sabes dónde te puedes dejar los dientes si por lo que sea yo tengo que frenar?... Verás, lo que a ti te pase me da bastante igual, pero con los años le he cogido bastante aprecio a mi pellejo (y al de los que viajan conmigo). Para lo tuyo hay por ahí un montón de muros de hormigón, pilares de puentes y árboles bien recios, así que ánimo...

Lo bueno de hablar de carreteras y viajes en coche es que hay fauna para despacharse a gusto durante un buen rato. Coger el coche todos los días es lo que tiene, que después de todos estos años ya te has cruzado con animales de todo pelaje y los arcángeles han bajado a verte más de una vez... Por ejemplo, a ver a quién no le ha pasado esto: vas tranquilamente por la autovía, tienes tu control de velocidad (o mantienes la presión en el acelerador) a unos saludables 130 Km/h. Te dispones a adelantar a ese conductor ejemplar que va a 120. Miras el retrovisor, el carril izquierdo está libre. Pones tu intermitente, sales al carril izquierdo e inicias la maniobra de rebasamiento... De pronto, cuando estás en paralelo con el otro coche, ves a uno en el retorvisor que viene a 190 y pegándote ráfagas con la larga, como si su puñetero coche no tuviera frenos... Así que tienes dos opciones: o aprietas a ver si te puedes quitar pronto de en medio, o templas los nervios y rezas lo que sepas para que el cohete de ese tipo efectivamente tenga frenos -y haya cambiado las pastillas-, pero por tus santas narices no tocas el acelerador...

También puede pasar que el carril izquierdo permanezca seguro y libre de kamikazes, pero entonces el adelantado, ese al que creías un conductor modélico, empieza a pisar el acelerador, como si tu adelantamiento supusiera una mancha en la honra de su familia... Nuevamente estás obligado a apretar el acelerador si quieres terminar de rebasarle o, te resignas, levantas el pie y vuelves a colocarte detrás. Entonces, dependiendo de grado de imbecilidad del otro, le verás alejarse triunfante hacia el horizonte o, salvada ya su honra y la de sus muertos, tendrás que soportar que vuelva a reducir la velocidad para -consciente o inconscientemente- volver a tocarte las narices...

Cuando te ves avocado a viajar por carretera a diario, te acabas poniendo un poco quisquilloso con muchas cuestiones. A fin de cuentas estamparme a esas velocidades por culpa del despiste o la imprudencia de otro no está entre mis deseos más inmediatos, y que conste que nadie estamos libre; es decir, no creo que yo sea un conductor inmaculado, meto la pata como cualquiera, pero procuro que todos mis actos sobre ruedas se rijan por el sentido común y un mínimo de solidaridad. Por eso, el despiste de otros me preocupa, pero la insolidaridad, la temeridad y la imprudencia me joden...

El tipo que viene por la autovía con la larga, porque cree que estando a 300 metros no molesta (o simplemente no le importa). El de las luces antiniebla en una noche clara de cielo estrellado. El que da el acelerón para adelantar primero al camión que TÚ tienes delante y que te obliga a abortar tu maniobra y a pegar un frenazo. El que se te mete en una rotonda cuando tú ya estás circulando dentro y ni te mira (o te mira y hace aspavientos como si fuera tu culpa que hubieras estado a punto de meterte en su maletero)... Y suma y sigue.

Siempre me ha gustado conducir aunque, de un tiempo a esta parte, le estoy cogiendo un poco de tirria... He de admitir que unas pocas veces es por el hecho de llevar catorce años recorriendo la misma pu#@ carretera casi a diario; pero en la mayoría de las ocasiones es porque al bajar del coche creo que soy un poco peor persona por sentir animadversión y desprecio por más seres humanos de lo mentalmente saludable... Menos mal que hasta ahora siempre estoy consiguiendo llegar sano y salvo a mi destino; unos días más cabreado que otros, pero bueno... Tras la dura prueba para los nervios y el humor, ya sólo queda aparcar. Con suerte hoy no me encontraré con el anormal que necesita dos aparcamientos para su Ford Fiesta...