viernes, 16 de septiembre de 2011

Vacaciones veraniegas 2011: Aveiro y Oporto

El verano casi toca a su fin, ya hemos vuelto a nuestra vida cotidiana de madrugones, horarios rígidos y trabajo, y estamos metidos de lleno en pleno síndrome postvacacional (aunque algunos duden de su existencia).

Lo cierto es que ha sido un verano bastante agitado, las historietas de los coches y sobretodo un par de sustos con Cris y la niña han hecho que la tranquilidad no sea precisamente la protagonista. Sin embargo, entre las idas y venidas a casas de padres/suegros/abuelos, hemos sacado unos días para hacer una pequeña escapada a tierras lusas, y digo pequeña por que ha sido algo menos de una semana (aunque habíamos juntado casi un mes empalmando días de vacaciones con fines de semana, fiestas nacionales y fiestas locales). Los gastos imprevistos y la que está cayendo con la economía, nos han hecho moderar muestras expectativas.

Esta vez la propuesta nos llegó por parte de unos amigos, que plantearon hacer un pequeño viaje a Portugal, cosa que aceptamos encantados. Ellos tienen tres niñas, por lo que nuestro ritmo de salidas y horarios era parecido (el de ellos ligeramente más estresante. ¿Valientes o temerarios? No sabría decir...). Al final el destino elegido fue Aveiro, una pequeña y encantadora ciudad en la región norte, bastante cerca de Oporto y Coimbra, y a pocos kilómetros de las playas atlánticas. Aveiro se caracteriza por sus canales navegables, que le han granjeado el sobrenombre de "la Venecia portuguesa". Sus calles y callejuelas estrechas, llenas de vetustas casas y azulejería, y el olor a mar de sus canales la dotan de un encanto especial –ese toque bohemio y decadente de las pocas ciudades lusas que conozco-. La verdad es que nosotros nos circunscribimos sólo al centro histórico, nuestro hotel, el Meliá Ria, estaba al pie de un canal y a un corto paseo del centro, así que no tuvimos que movernos demasiado. Pero me pareció un lugar agradable y tranquilo, lo que viajando con cuatro niñas pequeñas (de uno a seis años) es de agradecer.


Como suele pasar en estos casos –sobre todo viajando con niños-, es más lo que se pretende hacer que lo que al final se hace. Sin embargo cubrimos bastante bien las expectativas, ya que además de patear bastante por Aveiro, conseguimos ir uno de los días a la playa, pasar una jornada estupendo en Oporto e incluso disfrutar una tarde de la piscina climatizada y el spa del hotel.


Lo de la playa fue más por cabezonería que otra cosa, porque la verdad es que, pese al clima agradable, no fueron días de playa precisamente. Sin embargo, nos empeñamos en ir una tarde a visitar el Atlántico y los temerarios papás nos metimos –a no más de diez o doce metros de la arena- en las frías aguas del océano y con una flamante bandera roja ondeando a 30 metros... Y claro, pasó lo que tenía que pasar. Mientras las mamás y las niñas jugueteaban en la orilla con la última caricia de las olas, los papás, con el agua por la cintura, nos enfrentábamos a las envestidas de esas mismas olas que, a pocos metros de la arena, rompían con violencia y nos tiraban y volteaban una y otra vez. Tras diez minutos de baño, salimos de la mar salada, fatigados y con el culo lleno de arena, pero sonrientes...


A Oporto decidimos ir en tren desde Aveiro, ya que no nos apetecía complicarnos la vida con los coches. Era más o menos una hora de viaje, a un precio muy económico y además el tren nos dejaba en la céntrica y espectacular estación de San Benito. La decisión fue un acierto, ya que nada más salir de la estación nos encontramos con la oficina de turismo; allí nos dieron planos y algunas recomendaciones, y contratamos un tour en uno de esos trenecitos turísticos tan horterillas como útiles, con lo que pudimos tener una primera aproximación a la ciudad sin darnos una paliza empujando carritos y sin agotar demasiado a las niñas.


Tras el paseo en tren comimos en un lujoso McDonald’s en la Praça da Liberdade (de verdad, parecía más el hall de un hotel que un restaurante de comida rápida…). Caminamos un poco y nos tomamos un café en la famosa cafetería Majestic, en la calle comercial de Santa Catarina. Después de aquello sí que tuvimos nuestra buena dosis de carritos y calles empinadas. Lo que pudimos ver de Oporto, en la misma línea bohemia y decadente que ya he mencionado, nos gustó mucho, lo suficiente como para querer volver con más calma. Son destacables la Catedral, la torre de los Clérigos y la preciosa librería "Lello e Irmao" (filmada en películas como Harry Potter). Y sobre todo son espectaculares las vistas de la ribera del Duero, que nosotros disfrutamos desde el mirador del imponente puente de Don Luís I, donde llegamos tras un paseo en el Metro do Porto... En fin, una breve pero intensa estancia para repetir más sosegadamente.


El balance de esos días en Portugal ha resultado muy positivo, ha sido la primera salida de Olga al extranjero y es motivo de celebración el no haber tenido que visitar ningún centro de salud lusitano. Eso, junto al buen comportamiento de la enana, nos ha animado bastante a dar el próximo paso (cuando las vacaciones y la economía nos lo permitan): meternos con ella en un avión.

4 comentarios:

  1. Aveiro y Oporto... mmmmmm,no he estado en ninguno de los dos sitios!! Me los apunto. Muy chula la entrada!!

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  2. Que buena pinta tienen ésas vacaciones y si no me falla la memoria es el primer post de cosas buenas en un tiempo por lo que me alegro doblemente!! Además las fotos y la entrada te han quedado redondas, a ver si me animo yo a hacer una de noruega....

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  3. Muy recomendable Chesco. Sobre todo lamenté no poder pasar más tiempo en Oporto e ir, entre otras cosas, a una cata de vinos en una bodega (que nos entraba con el viaje en trenecito).

    Gandalf, sin duda han sido los mejores días de estas vacaciones, porque las historietas de los coches no han sido ni las únicas ni las peores del verano... Ya te contaré con más calma.

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  4. A nosotros nos encanta Portugal!!!

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