miércoles, 2 de marzo de 2011

Pinceladas autobiográficas: Cuando el SUP3IA forma una familia

Iba a empezar esta entrada haciendo una afirmación un tanto desacertada: Formar una familia es complicado... Unos segundos de reflexión me han bastado para pensar justo lo contrario. Cualquier ceporro puede formar una familia, hasta el más inútil de los seres humanos puede encontrar una pareja y tener hijos. En el mejor de los casos (que no el más frecuente) los dos miembros de la pareja tendrán un mínimo de sentido común y responsabilidad. En otras tantas situaciones uno de los dos aportará un ápice de cordura, básico para que una familia funcione, al menos hasta que se le agote la paciencia a alguno de ellos (generalmente al más cuerdo). Y en el peor escenario imaginable, tendremos a una pareja de idiotas despreocupados, procreando como conejos y dilapidando el futuro económico, cultural y social de su prole... Bueno, también hay idiotas forrados de pasta que procrean como conejos. Esos no dilapidan el futuro económico de sus hijos, pero su aportación a la cultura y la sociedad es más que cuestionable...

Lo que sí es de verdad complicado es formar una familia con éxito. Enfrentarse a los problemas de una convivencia en pareja y a la llegada de los hijos con buenos resultados, es un reto que no está al alcance de todo el mundo. Por si esto no fuera suficiente, el trabajo (o en los días que corren la falta de éste), la economía, la política y en general todo un catálogo de contratiempos diarios (que curiosamente casi siempre tienen detrás a algún cabrón con traje caro, maletín y corbata), no ayudan en tal cometido.

Encima, todos estos problemas se agravan cuando uno es un sup3ia. Una característica que nos define es el catastrofismo (fundamentado o no), la certeza de que las cosas siempre pueden ir a peor y el desagradable vicio de no ser capaces de desconectar de los problemas del mundo con tanta frecuencia como otros seres humanos (a los que por cierto envidio).

El caso es que pese a todo esto, hace ya seis años, yo decidí (con el permiso de mi mujer claro) formar una familia. Aquella chica a la que conocí en un botellón (menuda ironía), concluyó que, si me había soportado durante diez años como novio, podría lidiar conmigo como marido, así que me dio el cuando navegábamos por la bahía de Mallorca.

Por fortuna para nosotros, aquellos diez años de noviazgo dieron para conocernos mucho. Para cuando decidimos pasar por vicaría, ya estábamos puestos al día de todos los vicios y virtudes del otro, así que no nos llevamos sorpresas y los primeros cuatro años de matrimonio fueron prácticamente un paseo, una continuación de un largo noviazgo, pero con la ventaja adicional de poder hacer ciertas maldades sin que nuestras familias pusieran objeción.

Esos cuatro años fueron la prerrogativa que nos dimos antes de ampliar la familia. Disfrutamos mucho en ese tiempo: salíamos y entrábamos a nuestro antojo, viajamos un poco y disfrutamos bastante de una especie de noviazgo con papeles. Además, como los dos procedíamos de familias algo conservadoras, a mi me daba morbo tocarle el culo o plantarle un beso en los morros a mi señora delante de nuestros padres... ¡Osado que era uno vaya!

Pero a los cuatro años y pico sí que cambió nuestra vida. Cambió y se desbarató completamente por la llegada de una pequeña preciosa. Preciosa sí, pero con una irritabilidad y unos pulmones que hubieran colmado la paciencia del santo Job.

Se que es un topicazo, pero la llegada de un bebé lo altera todo. Altera las costumbres, altera el descanso, altera la relación de la pareja y con frecuencia altera los nervios. Marido y mujer mutan en un concepto más homogéneo llamado padres, que no pasa de ser un complemento de la criatura, como el cambiador, los pañales o el Johnson’s Baby.

No faltan pruebas que ilustren lo que estoy diciendo. Los temas de conversación, por ejemplo, derivan inevitablemente hacia los humanos bajitos y todos las cuestiones relacionadas con ellos: las gracias, los balbuceos, las primeras palabras, pasos y ocurrencias, la lactancia materna, la leche y los cereales más recomendables..., y largas conversaciones sobre excrementos. No es de extrañar que los amigos (que no son padres) muchas veces dejen de contar con la pareja de felices progenitores para salir de cañas y decidan guardar cierta distancia. Supongo que las patas de calamar y los litros de cerveza no entran igual hablando de escatologías.

Y es que es sorprendente lo importante que puede volverse la caca (vamos, la mierda) cuando es el hijo de uno el que protagoniza la deposición. A la mínima que el bebé pone una cara rara o tiene los ojos vidriosos, los padres tardan una fracción de segundo en coger a la criatura en volandas y olfatearle el culo con ahínco: "parece dura, está otra vez estreñida" o "es blanda, a ver si tiene otra vez gastroenteritis"... ¡Coño, pero si sólo la has olido! ¿Cómo es posible que ya sepas textura, dureza, color y cantidad?... Pues no lo sé, pero lo sé. Debe ser alguna especie de superpoder que se desarrolla con la paternidad, por algún tema hormonal o una mutación en la pituitaria... qué sé yo.

Y ya no hablemos de las primeras veces que la criatura nos pide pis o caca, entonces se colman todas nuestras expectativas como padres (Olga está en esa fase) y aplaudimos y celebramos orgullosos cada evacuación, como si la nena acabase de doctorarse Cum Laude en Física Cuántica Aplicada...

El otro día en la tele, pusieron un magnífico monólogo de Arturo Vals que por supuesto me perdí, porque a esa hora Olga estaba terminando de cenar con su DVD de Pocoyó. Afortunadamente existe YouTube, que aunque ocasionalmente sirva de escaparate para las mayores chorradas del mundo o para lanzar al estrellato a algún payaso sin talento, en general viene muy bien para tener siempre al alcance todas las genialidades televisivas (que también las hay). Os dejo aquí el enlace, porque de verdad merece la pena y me ha arrancado más de una carcajada. Bien sea para que los padres sepamos que no estamos solos, o bien para que los que no lo son se solidaricen con nosotros, ahí queda. Pero debo lanzar una advertencia: el monólogo tiene un fuerte efecto disuasorio.

Por si fuera poco, los padres, que para todo lo demás se vuelven tremendamente olvidadizos, empiezan a memorizar nombres de enfermedades, medicamentes infantiles, personajes de dibujos animados y canciones ridículas sobre animalitos. El otro día me sorprendí canturreando la canción de las tres mellizas en el trabajo. Avergonzado miré a mi alrededor en busca de miradas increpantes, pero afortunadamente nadie me escuchó (o eludieron mencionarlo para no sentir vergüenza ajena). Si alguien me hubiera preguntado hace dos años si veía Caillou le habría partido la cara por insultarme. Hoy me sé la canción y el nombre de todos los personajes.

Tener hijos no es una decisión que deba tomarse a la ligera. Yo de hecho, siempre he defendido la necesidad de un curso para sacarse el carné de padre (y esto no tiene nada que ver con los genitales). Nosotros tomamos la decisión después de meditarlo mucho tiempo, convencidos y totalmente conscientes (o casi) de la que se nos venía encima. Y aún así, se hace tremendamente difícil renunciar a una vida cómoda en pareja: salidas nocturnas, cine, cenas, viajes improvisados casi con lo puesto, mucho tiempo libre y otras numerosas ventajas (como la ausencia de inoportunas interrupciones en determinadas situaciones)... Todo esto por no hablar del aumento exponencial de las preocupaciones -todos, absolutamente todos, los objetos de casa son potencialmente letales-. Se diría que la necesidad del mentado carné es innegable.

Honestamente tengo que decir que muchas veces me he preguntado si esto de la paternidad compensaba. En los momento de mayor agotamiento, o cuando tienes un mal día en el trabajo y lo único que te apetece es escaparte el fin de semana (y no puedes), improvisando y sin dar explicaciones, nos vence el ego y dudamos sobre si tomamos la decisión correcta. Sólo tengo que observar a mi hija durante unos segundos, cuando está distraída, ajena a mi presencia, para que todo vuelva a cobrar sentido.

3 comentarios:

  1. Coincido contigo en casi todas las cosas que dices, en que tener hijos ha de ser pensado y decidido de un modo racional... primero porque es importante pensar en el bienestar de la criatura, y valorar si puedes ofrecerle las cosas que necesitara en esta sociedad tan competitiva, y es tambien importante ser consciente de que muchas de las libertades e individualidades a las que estamos acostumbrados en nuestra generacion terminan en el momento de que una personita que te necesita entra en escena... pero es lo que tu dices en tu ultima frase lo que define la mayor de las razones para ser padre (al menos en mi opinion).

    La mayor de las razones para ser padre no es una razon, es una sensacion. El querer tener un hijo en mi opinion algo que tiene que salirte del alma, que a pesar de todos esos inconvenientes, cacas, desvelos y preocupaciones, todavia te haga desearlo con todas tus ganas.

    A mi no me cabe ninguna duda, viendo el modo en el que tratais a la peque, de que sois unos padres estupendos.

    A la espera de la webcam me hayo!

    Besos para los tres,
    BEA

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  2. anda anda... y lo orgullosos que estáis de la nena y lo que estaréis...
    crear una vida asi, debe ser maravilloso :)
    ^_________________^

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  3. ¡Mucho ánimo buen hombre! Ya habéis pasado la parte más agotadora. Poco a poco ésa dulce niña se irá transformando en una personita, esperemos que dulce también :).

    Desde fuera sólo puedo decir que parece que estáis haciendo un trabajo fantástico, sois gente razonable, prudente, con criterio... poco a poco vuestras enormes ojeras de los primeros meses, que ahora puedo decir que asustaban :P, van dando paso a un cansancio más normal.

    Seguid con ese ánimo y esa entereza el camino que os habéis marcado desde que la relfexión os dictó que era el momento apropiado para tener un 'loco bajito' o bajita más bien y seguro que os va todo bien.

    No seas tan sup3ia con los momentos de debilidad que podáis tener. Somos seres humanos y hacer bien las cosas, como habéis elegido hacer vosotros, supone un gran esfuerzo que agota a cualquiera, así que no os fustiguéis encima.

    Mientras tanto contad con en tito 'parpus' o 'marpus' (de verdad creo que me voy a cambiar de nombre, me gusta más y sonrío sólo de pensarlo) para organizar alguna escapadita, aunque tenga que ser más organizada y con el maletero lleno de complementos :D.

    Un abrazo y un beso para la enana.

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