lunes, 21 de marzo de 2011

La Reserva

El pasado sábado he celebrado mi segundo día del padre. Si he de ser sincero, más allá del regalo (de gusto algo cuestionable, pero cargado de buenas intenciones) que las cuidadoras de la guardería han hecho para mí, con una foto de la niña y puntitos de colores hechos, mediante su dedito guiado, con pintura Tempera, lo que más me ha llegado ha sido su "Felicidades papi" (previamente ensayado con mamá) y sus besos en mi frente, mientras me sujetaba la cabeza con sus manitas...

Por lo demás este día de San José lo hemos festejado pegándonos una soberana paliza de viaje relámpago, para ir a ver una reserva natural de animales a unos pocos kilómetros de Sevilla. El viernes por la tarde, unos amigos (también con críos pequeños) nos propusieron la aventura, y nosotros, que sin pensarlo nos apuntamos a un bombardeo, corrimos a dejarlo todo preparado para salir bien tempranito el sábado por la mañana.

La Reserva del Castillo de las Guardas está en un precioso paraje natural, en las inmediaciones de una vieja mina de cobre, a unos 50 kilómetros de Sevilla. Según la propia página web de la Reserva, se trata de uno de los mayores parques de animales de Europa. Hay más de mil animales de unas cien especies distintas viviendo en semilibertad (muchos de ellos al alcance de la mano de los visitantes).

Nada más llegar nos dirigimos a la exhibición de aves rapaces, la pillamos empezada y sólo vimos la actuación de un par de buitres comunes y un magnífico buitre leonado que sobrevoló nuestras cabezas a poco más de dos metros. Después disfrutamos -sobre todo la niña, que quedó boquiabierta y entusiasmada- de un espectáculo con leones marinos. Comimos moderadamente bien en uno de los restaurantes del lugar y paseamos por un recinto lleno de animales: chivos de Hungría, liebres de la Patagonia, cigüeñas de varios tipos, cisnes, pavos reales y unos bichos llamados emús, que son unos pájaros enormes parecidos a los avestruces, pero que a mi me recordaban más a los velociraptores de Parque Jurásico (y que parecían mirarme con más hambre que curiosidad).

Culminamos la excursión con un tour de más de una hora por la reserva en un tren neumático, durante el cual pudimos ver las joyas del parque: osos pardos, elefantes, hipopótamos, un rinoceronte blanco, chimpancés... Muchos de estos animales estaban en recintos cerrados más o menos amplios y algunos, como los tigres de bengala y los leones, se mostraron esquivos y a penas les vimos el hocico. Pero había un buen número de bichos campando a sus anchas entre los trenes y los coches (también se podía hacer el recorrido en el propio vehículo, pero no me apetecía dar parte al seguro por la coz de alguna cebra malhumorada). Así que a guanacos, ciervos, gacelas, oryx, cebras y watussis (¡menudos cuernazos!) casi pudimos tocarlos (aunque los continuos carteles de "Peligro, la cebras tienen muy mala leche y muerden" nos hicieron desconfiar de todos los herbívoros...).

Este emú me miró con muy mala cara...
Para estar a mediados de marzo, la verdad es que pasamos momentos de bastante calor. Además el viaje -sobre todo la vuelta- fue bastante deslomante. A última hora tenía calambres en el trasero y dolores por todo el cuerpo (y tener que ir a 110 no ayudó mucho). Pero lo cierto es que la experiencia ha merecido mucho la pena, y algunas de las instantáneas con la cara de la enana no tienen precio...

3 comentarios:

  1. Oye, que nosotros teníamos muchas ganas de ir. ¿Es verdad que te cobran el pan para que se lo des a los bichos?¿Merece la pena?¿Se puede llevar comida o no merece la pena?¿Está bien?¿Mejor en coche o en tren?

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  2. A ver, a nosotros "sólo" nos cobraron por las entras de adulto (20 € por barba) y 5 € adicionales si hacías el recorrido en tren. Comimos dentro del recinto a base de platos combinados de 10 € y raciones, y nos dieron un cestito con pan (que la verdad, no se si cobraron a parte). No me fijé si por algún lado vendían pan (o cualquier otra cosa) especificamente para dárselo a los bichos, pero en cualquier caso puedes darles tu bocata o la merienda de los crios, porque no hay problema en llevar tu propia bolsa nevera (incluso hay merendero) y tampoco parece que hubiera pegas en dar de comer a los animales, todo el mundo lo hacía y nadie decía nada. Eso sí, te encuentras varios carteles avisando de que con las cebras hay que tener especial cuidado porque parece ser que tienen bastante mala leche... Yo tampoco acerqué mucho la mano a los velociraptores...digo los emús. No me gustó la forma en que me miraban.

    Nosotros nos decantamos por el tren, porque nos pareció más abierto y cómodo, y da más sensación de cercanía a los animales. El handicap es que los trenes tienen sus horarios y plazas limitadas (por lo que conviene estar un rato antes), pero te desentiendes de conducir a 10 km/h, de meter el coche en un lodazal o de percances con astas y pezuñas... Además si tienes tiempo y ganas, después del tour en el tren, puedes volver a hacer el recorrido con tu propio vehículo.

    En fin, a nosotros nos gustó mucho y la enana disfrutó una barbaridad, así que creo que sí que es recomendable.

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