martes, 1 de febrero de 2011

Reflexión y breve reseña sobre la adolescencia de un SUP3IA

Decir que los adolescentes me producen sarpullido sería bastante injusto. Yo mismo lo fui durante un tiempo; todos mis amigos, la mayoría de los cuales se han convertido en hombres y mujeres de provecho, también lo fueron; mi propia hija está condenada a serlo algún día (por mucho que me pese). Es por eso que estoy haciendo un terrible esfuerzo por cambiar mi punto de vista. Intento no quedarme sólo con la imagen del ni-ni, y me esfuerzo en pensar que hay esperanza más allá de las hordas descerebradas de clones de Amy Winehouse y Cristiano Ronaldo.

Supongo que en el momento en que se empieza a ver con cierto distanciamiento a la gente de menos edad se puede decir que uno se está haciendo mayor. Claro que si eso es cierto, yo he sido un abuelo cebolleta toda la vida, pues casi siempre me he sentido fuera de lugar, incluso entre mis coetáneos. Para mi desgracia fui educado en las maneras clásicas en lo que concierne al civismo, a las personas mayores o a las mujeres (por mencionar algunos). Así que cuando veo por la calle a los niñatos hablando a las chicas como cabreros, a las niñatas hablando entre ellas como fulanas, a las turbas juveniles vociferando improperios a personas de mayor edad y a las montañas de hormonas andantes pateando papeleras, contenedores, señales de tráfico o el coche de algún pobre fulano, no puedo evitarlo, se me enciende la mala leche y ya no atiendo a razones. Mea culpa, tiendo a generalizar.

En mi defensa tengo que decir que mi pesimismo no es el único culpable de mis opiniones. Cuando escuchas en la radio a un puñado de chavales que se manifiestan, entre gruñidos y balbuceos, contra la prohibición de los botellones en el centro de las ciudades, no puedes por menos que preocuparte ante tan severos problemas de dicción y comunicación... Si tuviera que transcribir sus declaraciones sería más o menos así:

“[...] Pooos lo van a tener chungo, no lo van a podé quitar, egque no pueden, po que nosotro tenemo derecho a divertirno y si lo ponen en el polígono y tal, po llega la policía con sus controle de alcohol y droga y sus rollos y cuando cogemo el coche nos pillan, y no queremo que nos pillen... La vamo a liá, así que no lo van a podé quitar [...]”

Yo no voy a pronunciarme con respecto al botellón, porque al margen de que me parezca una palabra horrorosa, salí algunos sábados a beber en la calle, sobre todo en el primer año de Universidad, en un arduo esfuerzo por mejorar mi estatus social. Por aquel entonces yo era bastante abstemio así que iba a Coca-Cola, aunque alguna vez, en estéril intento por rentabilizar mis tres euros, me tomaba un cubata que, a juzgar por el alcohol que llevaba, ni se merecía ese nombre. Sin embargo, declaraciones como esta en los medios de comunicación, lejos de ser un ejemplo de sesuda argumentación, ayudan bastante poco a la causa. Me inclino a pensar que esto forma parte de una taimada conspiración de los medios para mantener vivo el tópico de que todos los jóvenes son iguales con algún oscuro propósito, porque sino no me explico como es posible que cada vez que aparece un chaval en la tele o en la radio, sea para defender su derecho a beber alcohol en la calle, emitiendo sonidos parecidos al lenguaje humano y dándole patadas al diccionario...

Lo de la conspiración de los medios parece una tontería, pero cuando enciendes la televisión, con toda esa porquería que ensalza la ignorancia, la ceporrez y la mediocridad, da la impresión de que están patrocinando el subdesarrollo intelectual para lograr una masa de borregos manipulables... O simplemente es que nos gusta tanto la mierda que la televisión es de verdad un servicio público que no hace más que atender a nuestros deseos... Pero será otro día cuando destripe la tele, hoy no me apetece.

Aplicando el método científico de la observación y la experiencia, me fuerzo a pensar que la especie humana todavía tiene esperanzas. En mis años mozos ya conocía a unos cuantos que vivían de lunes a jueves pensando en estar borrachos de viernes a domingo; gente, por cierto, con sus habilidades intelectuales y comunicativas bastante mermadas. Pero también tuve la fortuna de conocer a unos cuantos seres humanos inquietos, curiosos y preocupados por el relleno de sus cráneos (y no sólo por su superficie). De hecho, comentando las cosas de la vida con mis padres, ellos también recuerdan especimenes de ambos tipos en su juventud. Así que no hay motivo para pensar que no pueda ser así en la actualidad...

En lo que a mi respecta fui un adolescente bastante normal (tirando a bobo). Recuerdo con bastante vergüenza mi edad del pavo, precisamente porque pavo lo fui un rato. No era de los que más daban la nota, la verdad es que era bastante discreto y no me dio por el vandalismo; pero las hormonas, con su acné y su voz de gallo, me traicionaron como al que más. La imagen que tenemos de nosotros mismos suele estar distorsionada y para colmo, la perspectiva de los años le hace verse a uno con cierta dureza. Pero no me equivoco demasiado si digo que yo fui de los románticos y enamoradizos hasta extremos ridículos. Hubo al menos un par de chicas (la típica compañera de instituto y la típica vecina, para más señas) que me trajeron de cabeza durante bastante tiempo y por las que hice el tonto hasta límites grotescos: Comprar rosas a una china un sábado por la noche o reescribir letras de canciones moñas de forma todavía más moña, son sólo una pequeña muestra, pero hay otras tantas historietas que me niego a contar, al menos hasta que alguien me pague mucho dinero... ¿Y todo para qué? Al final nunca me comí ni una puñetera rosca.

Por lo demás era un crío de lo más corriente. Me gustaba estar de palique con los amigos hasta las tantas en un parque, apurando los minutos antes de volver a casa corriendo para llegar a la hora. Hacía como que bailaba en los pubs y discotecas -dónde por cierto odiaba ir- balanceándome pavisoso de un pie a otro, con mi Coca-Cola en la mano, mientras me ponía enfermo viendo bailar a la única razón por la que yo iba a esos sitios. Como contrapunto friki, pasaba largas tardes jugando a Rol o me desahogaba cosiendo a balazos a los bichos del  Doom cuando daba por zanjadas todas mis tentativas por aproximarme al sexo opuesto.  Y en los intervalos que me quedaban intentaba estudiar mientras recordaba, a ratos el fracaso del sábado por la noche y a ratos a mi semielfo de nivel 25.

Quiero pensar que cafres y descerebrados los ha habido siempre y siempre los habrá. Lo único que pasa es que hoy día parece que se les presta más atención. Eso no quita que haya mucho animal al que habría que encerrar desde los 14 a los 24 años. Si tengo que romper una lanza a favor de los mancebos (haciendo un esfuerzo titánico), me atrevería a decir que no toda la culpa es siempre de los chavales. Unos modelos educativos deficientes, familias despreocupadas y mil influencias externas, aportan mucho más que un granito de arena al cocktail de hormonas e inseguridades que conforman a un adolescente. Tengo fe en que las influencias externas y los modelos educativos podrán ser contrarrestados (al menos parcialmente) armándome de paciencia y con un duro esfuerzo de comunicación y educación por mi parte como padre. Espero y deseo que sea así, porque sino, se de una que se va a pasar diez años atada a la pata de la cama...

2 comentarios:

  1. Cuanta razon! La verdad es que yo tambien fui una adolescente como la que describes en tu caso... y le doy muchas vueltas a lo de ver las cosas desde la distancia.

    En especial me preocupan los fraternity-boys and sorority-girls que veo cada dia en el campus, que es la version americana que da miedo de los adolescentes. Tambien he conocido gente que se aleja de esas sociedades estupidas, y que es de lo mas "normal" (normal desde el punto de vista friki).

    En fin, estoy segura que Olga sera una niña estupenda, ya que tiene unos padres estupendos. Pregunto avidamente a mi hermana por noticias de la enana. La echo de menos :)
    (a vosotros tambien!)


    Me encanta leerte.
    Besos,


    BEA

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  2. Cada día, justo antes de irme a la cama, cuando por fin paro un rato, me digo: "mañana enchufo la webcam al ordenador...". No desfallezco, se que lo haré pronto y entonces te mandaré un correo para ver si podemos quedar :D

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