viernes, 20 de diciembre de 2013

Glúteos on the ice

Ayer por la tarde, estábamos tranquilamente apoltronados y uniformemente "esparcidos" por el chaise longue cuando Cris tuvo la genial idea de ir a patinar. Desde hace algunos años viene siendo habitual en Cáceres montar una pista de patinaje sobre hielo en algún lugar de la ciudad. Que yo recuerde, en otras ocasiones la han puesto en la Plaza Mayor, en la Plaza de Toros o en algún otro sitio. Este año la han colocado frente al centro comercial Carrefour -que dispone de una zona de aparcamiento diáfana-, bajo una gran carpa. La pista de hielo es de tamaño más que respetable, y hay también varias atracciones infantiles. 

Otros años ya habíamos pensado en ir, aunque siempre lo habíamos dejado pasar. Pero en esta ocasión (y con la niña ya en esa edad en la que cualquier cosa mínimamente divertida le parece la mejor idea del Universo) ya nos propusimos en firme (hará un par de semanas) ir a echar un vistazo. En aquella ocasión Olga decidió dormir una de sus épicas siestas de tres horas, y se nos hizo tarde. Ayer sin embargo no hubo siesta, y cuando escuchó a su madre hacerme la propuesta se le iluminó la cara y ya no tuve escapatoria...

Se pasó todo el camino de ida sonriendo y diciendo entusiasmada: "es la primera vez que vamos a una pista de hielo ¿a qué sí papi?", "mañana le tengo que decir a mis amigos del cole que he patinado sobre hielo ¿verdad papi?"...

Yo llevo más de 20 años sin calzarme uno patines (y ni siquiera eran de línea), y nunca he patinado sobre cuchillas en el hielo. Así que cuando vi aquellos 600 metros cuadrados helados, la cara de felicidad de mi hija al ver la pista (pasando de norias, tiovivos y otras tantas atracciones) y su resolución por entrar allí, me acojoné. Me veía besando una y otra vez la traicionera superficie congelada. Decenas de habilidosos patinadores mofándose de mi y la mirada decepcionada de Olga, para quien hasta ahora soy poco menos que un titán irreductible... Por si fuera poco, la implacable instigadora de la actividad, mi querida esposa, va y dice: "Uy, es un poco caro, mejor entrad vosotros y así yo os hago fotos...". Lo cierto es que 5 euros por 45 minutos no me pareció particularmente caro, y la mayoría de las fotos que vi más tarde en casa eran, cuanto menos, bastante desastrosas..., así que tengo la ligera impresión de que se escaqueó descaradamente. 

Pero ¡JÁ!, hete aquí que conseguí mantenerme de pie durante los interminables 45 minutos. Olga estuvo casi todo el tiempo agarrada a mi mano o apoyada en uno de los pequeños "andadores" que había para los críos, y aún así no pudo evitar caer de culo o de bruces unas cuantas veces, aunque siempre se volvía a levantar encantada. Había unos cuantos patinadores expertos sin duda, pero también un montón de patosos más osados que yo, que hacían retumbar el hielo con sus traseros y sus risas a nuestro alrededor. Mientras, un servidor mantenía la dignidad -a duras penas- cerca de la barrera, probando, sólo al final, unos modestos "slides" a poco más de un metro de algún asidero seguro... 

La experiencia, pese al dolor de glúteos y piernas (no por las caídas, sino por el esfuerzo de mantenerme en equilibrio...), fue divertida. Me sentí como Bambi recién nacido caminando sobre un lago helado..., pero sólo por la cara de la niña y su entusiasmo mereció la pena. Ya lo he dicho otras veces un padre tiene que hacer lo que tiene que hacer. Y al menos conservo el estatus de héroe todopoderoso un poco más...

2 comentarios:

  1. Hahaha! Que Bonita experiencia :) me imagino perfectamente a Olga diciéndote esas cosas. Yo vengo patinando sobre hielo todos los eneros cuando nos mandan de retreat a Salt Lake City, y lleva muchísimo tiempo soltarse. La superficie es mucho más resbaladiza y las piernas han de ponerse en otras posiciones. Todavía me sigo cayendo alguna vez (el año pasado sólo una!)

    Es bonito ver como hacéis cosas por Olga de este tipo.
    Muchos besos,


    Bea

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  2. Yo fui hace unos años y me volví con una estupenda ampolla en el puente del pie derecho, causada principalmente porque el único numero que había parecido a mi pie me quedaba algo grande, pero lo pasé muy bien.

    A ver si saco un ratino para acercarme que tengo ganas de ir :P aunque sea para enfriarme (aún más) el trasero.

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