martes, 22 de enero de 2013

¡Nieve!

Ha hecho frío, mucho frío, aunque eso no ha importado, porque ha sido, en parte gracias al frío, un gran fin de semana.

Como ya he comentado en alguna otra ocasión, hemos forjado una gran relación con los padres de algunos antiguos compañeros de guardería de Olga. Gracias al hilo conductor de la amistad entre nuestros hijos, hemos encontrado personas afines con las que ya hemos pasado unos cuantos buenos momentos. Los niños ahora están desperdigados por los colegios de la ciudad, pero en un esfuerzo (nada ingrato) por que sigan viéndose, surgen estupendas ocasiones para la convivencia entre los papás.

En esta ocasión nos hemos reunido cinco familias, diez adultos y siete niños, y hemos tomado por asalto una casa rural en Hervás. No es que hayamos tenido una climatología maravillosa (de hecho hemos pasado allí el temporal de este fin de semana), pero la chimenea, la comida y una moderada ingesta de alcohol nos han proporcionado las calorías precisas.

Llegamos a la casa rural Valdeamor el viernes por la tarde. Hacía frío en Hervás, pero la vivienda, bien acondicionada, no tardó en coger temperatura con la chimenea y el bullicio de siete pequeños torbellinos. Todos nos presentamos allí con cantidades ingentes de comida y bebida, así que esa tarde celebramos -con cierta opulencia- el cumpleaños de una de las niñas; la primera de las Tres Divinas que consigue un póquer de dedos. Pasamos una tarde estupenda, pero los enanos estaban tan revolucionados que costó Dios y ayuda acostarlos. Desde luego no fue a su hora, y finalmente se durmieron más allá de las doce. Fue entonces cuando los padres pudimos "descansar" un rato, desplegando toda nuestra destreza frente a una de las WII’s que un par de mentes preclaras tuvieron el acierto de llevar. Entre tenis, boxeo, bolos, golf y cubatas acabamos más allá de las tres de la mañana.

Sin ningún tipo de consideración hacia sus padres, y ajenos al hecho de que ellos mismos se habían acostado mucho más tarde de lo habitual, lo primeros pequeños empezaron a dar señales de vida poco después de las ocho de la mañana. No quedó pues más remedio que poner el sábado en marcha. Disfrutamos de un prolongado desayuno que resultó relativamente relajado, y después trazamos el plan del día. La idea era acercarnos a Candelario y subir a la primera plataforma para que los niños pudieran disfrutar de la nieve. Después comeríamos en el pueblo.

De camino a Candelario íbamos recreándonos con las vistas de una maravillosa carretera de montaña cuando empezó a llover. Según ascendíamos la lluvia dio paso a los primeros copos de nieve y para cuando llegamos a Candelario la nevada ya era bastante respetable. Poco después de iniciar el ascenso (unos seis o siete kilómetros) hacia la plataforma, un tipo (de protección civil imagino) nos dijo que el temporal hacía muy peligroso subir y que debíamos dar la vuelta... Los críos se llevaron un disgusto monumental (y los mayores también, para qué negarlo). Allí estábamos, pertrechados con nuestras ropas de nieve recién estrenadas, abrigados hasta las orejas, digiriendo nuestra decepción en la plaza de Candelario.


Pese a todo disfrutamos de una buena comida y una bulliciosa sobremesa en un restaurante del pueblo. A media tarde volvimos a Hervás. Mientras los mayores nos relajábamos con un café, los niños se asilvestraban en una estancia abuhardillada llena de cojines en la parte superior de la casa. Nadie durmió siesta aquella tarde. Como no nos apetecía apoltronarnos demasiado decidimos aprovechar la tregua que nos brindó el mal tiempo para dar un paseo, cuando ya caía la tarde, por el barrio judío de Hervás. Más o menos una hora después, con los niños suficientemente agotados, volvimos al calor del refugio para poner en marcha una elaborada estrategia de baños y cenas, con el fin de que todos los enanos y enanas estuvieran en la cama y dormidos no más tarde de las diez.

El baño fue todo un acontecimiento. Una de las habitaciones tenía una bañera jacuzzi, así que organizamos dos tandas de garbanzos en remojo. En primer lugar se bañaron las Tres Divinas (la cuarta niña, más pequeña, se había quedado dormida en el paseo). En el segundo turno fueron los tres chicos. Luego, ya límpidos y en pijama, les dimos la cena. Un rato después estaban todos en la cama y dormidos, sólo un poco más tarde de las diez.

Los adultos disfrutamos de una estupenda y tranquila cena que se prolongó en la sobremesa hasta más allá de las doce. Como un par de horas de conversación no parecieron suficientes para arreglar el país, los papás decidimos darle una oportunidad a los juegos de mesa y nos entregamos a las intrigas de la antigua Roma jugando a Tribuno, profanando, de paso, un buen ron con bebidas gaseosas. Las mamás sin embargo pensaron que todavía podían hacer algo por el estado de la nación y continuaron con la conversación (también convenientemente regada con algún cubata). Y en esas alcanzamos, otra vez, horas intempestivas.

Ponerse en marcha el domingo fue una tarea ardua, pero alentados por un cielo parcialmente despejado y la esperanza de alcanzar la nieve en un segundo intento, nos levantamos y desayunamos ávidamente. Teníamos que dejar la casa a mediodía así que no podíamos pararnos en desayunos ceremoniosos. Antes de las doce habíamos recogido y cargado los coches. Una hora más tarde llegamos a Candelario, subimos a la primera plataforma y, esta vez sí, pisamos la nieve.



Olga y los demás críos estaban emocionados. Corrían y resbalaban de un lado a otro cogiendo puñados de nieve. La lanzaban, la amontonaban y se revolcaban en ella (bendita ropa impermeable…). Durante la tarde del sábado y toda la noche había caído una espectacular nevada, así que había varios centímetros de nieve limpia, blanquísima y blanda como una mousse de nata. El paisaje tenía un aspecto fantástico. Las vistas eran espectaculares, y grandes y pequeños disfrutamos por igual.


Por desgracia el mágico momento terminó pronto. No llevábamos allí ni tres cuartos de hora cuando arreció el viento y de nuevo comenzó a nevar. Como no queríamos llevarnos sorpresas en la carretera durante la bajada decidimos emprender la marcha. Estábamos a uno o dos grados bajo cero, y el hielo y la nieve en aquella estrecha y sinuosa carretera, con los coches cargados hasta la bandera, no eran una buena perspectiva. Así, satisfechos con el agotador e intenso fin de semana, emprendimos el viaje de vuelta a casa.

4 comentarios:

  1. Un fin de semana precioso :D
    Gracias por contarnoslo!!

    Tenemos que organizar una webcam-session.
    Bea

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  2. Hace un par de semanas estuvimos nosotros pro allí, la verdad es que está precioso. Incluso hicimos un muñeco de nieve que llamamos Hector-Victor, léase estorbito :P que se puede ver aquí, además cuando hay niños no me siento tan mal por empezar als guerras de bolas de nieve :D.

    ¡¡¡Otra vez vamos juntos y hacemos competición de muñecos de nieve!!!

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  3. También tengo ganas de esa "webcam-session" Bea. Llevo semanas sin sentarme frente al ordenador de casa más de quince minutos y ya me va apeteciendo.

    Estorbito es realmente guapo Gandalf (¿A quién habrá salido?). Nuestro muñeco de nieve se quedó en un mero proyecto de torso. Nos hubiéramos quedado más rato allí (Olga estaba encantada), pero la climatología no tenía buena pinta. Me encantaría que pudieramos hacer esa competición otro día. Por cierto, ¿tienes una vida secreta de rudo montañero que no conocía? :P

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  4. Jajaja, más quisiera yo.

    El que tiene ésa vida de rudo montañero es Luis, hermano de Maite, gracias al cual no nos faltan planes de montaña a los que sumarnos, espero con el tiempo aprender rutas y así poder irnos juntos en alguna ocasión.

    PD: ¡¡En dos semanas si todo sale bien voy a dormir en la montaña!!

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