lunes, 27 de febrero de 2012

Beta tester

Siempre he pensado que el trabajo de beta tester tenía que ser la leche. Me imagino que, acuciado por la falta de tiempo para pasar unas cuantas horas con algún videojuego, he fantaseado a menudo con la idea de que ese sería el trabajo ideal. Luego, pensándolo más en frío -y con el recuerdo del picorcillo de alguna buena sesión de juego en los ojos- imagino que hasta de los videojuegos puede acabar uno hasta el gorro (aunque puedo asegurar que, por el momento, no es ese el caso. Un buen amigo me regaló hace un par de días un juego, "Deus Ex: Human Revolution", y a penas he podido instalarlo..., por lo que todavía estoy más que lejos de estar cansado...).

Hay otra cosa que siempre me ha gustado bastante: comer bien. Y este fin de semana, gracias a unos amigos, he podido ser, por una tarde, un beta tester un tanto especial: probador de menús de boda. Dichos amigos han tomado la decisión de dar un paso más en su relación y han resuelto organizar un buen bodorrio. Así que me sentí muy honrado cuando el novio, a la sazón compañero de trabajo, pensó en mi como el pobre desgraciado que aceptaría venir a comer a las cuatro y media de la tarde...

Tengo que reconocer que al principio me daba un poco de vergüenza, pero finalmente mi curiosidad venció a mi timidez y acepté. Nunca había estado en una prueba de menús -la de mi propia boda se limitó a cenar con mi mujer (entonces novia) en el restaurante en el que celebramos la boda, donde nos sirvieron, sin opciones ni parafernalia, el menú que previamente habíamos elegido...-. Además, la única persona a la que no conocía era la madre del novio -que me pareció encantadora-. A la novia la conozco desde hace lo menos quince años (casi lo mismo que a sus padres), y al novio hará ya seis (empezó siendo un compañero de trabajo de opiniones y actitudes interesantes y hoy ya puedo contarle entre mis amigos). Así que me dije: que demonios, con esta crisis no está la cosa para rechazar una buena comida... ¡Y que comida oigan!

A las cinco y pico de la tarde, ya había perdido la cuenta de los entrantes que habíamos probado -no sé, debieron ser catorce o quince-. Aún así intentaba mantener el tipo, aclarándome la boca con un sorbo de agua, para poder dar una opinión algo más elaborada sobre los matices concretos de cada delicia; a fin de cuentas confiaban en mí para ofrecer un dictamen objetivo que les ayudase a tomar una decisión. Hasta aquel día la comida, para mi, estaba buena o mala, punto. Así que fue un esfuerzo sublime elegir entre quince bocados cojonudos... Luego llegaron los primeros -cuatro cremas frías o tibias-, los pescados -otros cuatro finos platos-, las cuatro carnes -para chuparse los dedos- y cinco postres hipercalóricos -con los que la novia, y yo mismo, ya perdimos la compostura-... ¡Ah!, y tres buenos tintos para regarlo todo... Al final ni matices ni leches, estaba felizmente empachado, ligeramente ebrio y con el paladar hecho un lío... Fue una experiencia gratificante, no sé si para dedicarme a ello profesionalmente, pero desde luego gratificante...

Sólo resta decir una cosa: ¡Buena suerte chicos! Gracias por acordaros de mi para este evento y nos vemos en la presentación de la versión estable.

3 comentarios:

  1. Ya os daremos la opinion de vuestras decisiones en Septiembre :) Estoy segura que todo estaba buenisimo. Que ganitas ya de ir al bodorrio!! :D

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  2. Creo que te gustará el menú, aunque por el camino se han quedado grandes platos... Sin embargo hemos puesto especial enfasis en incluir un par de especialidades de oreja y callos que seguro que hacen las delicias de Jan... :P

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  3. ¡¡¡Eso si que es un curro bueno!!!

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