lunes, 6 de febrero de 2012

Energía

Aquella mañana se levantó un poco antes de las primeras luces del alba. Todavía estaba oscuro en su habitación pues el sol no había empezado aún a quebrar el horizonte. Pero al menos no había sido una de las peores noches. La luna, en avanzado estado creciente, se había aliado con un cielo despejado, y un contorno de luz blanca y mortecina dibujaba todos los objetos de aquella estancia. Además, hacía un par de días había tenido la feliz idea de reunir todos aquellos CDs y DVDs y prácticamente había forrado con ellos ciertas partes estratégicas de las paredes, para captar en sus superficies brillantes y policarbonatadas cada mínimo rayo de luz -solar o lunar- que entrase por aquella ventana. No era un sistema extremadamente eficaz, pero estaba seguro de que podría irlo mejorando y además le proporcionaba iluminación suficiente durante el día (y durante las noches en que la luna era generosa). Lo que fuera por ahorrar en linterna o mechero.

Ahora miraba con melancolía aquellos soportes ópticos, donde estaba toda su vida, inaccesible en forma microscópicas erosiones hechas por un láser. Habían pasado muchas cosas en las últimas semanas, pero aquella sensación de pérdida ante la inexorable certeza de no poder acceder a aquellos datos era angustiosa. Le resultaba algo ridículo pensar en aquello cuando llevaba semanas pasando frío, casi sin lavarse y alimentándose de latas y conservas caducadas (además sus reservas menguaban preocupantemente); pero recordaba de forma reiterada una conversación con un conocido que se negaba a renunciar a los libros y documentos escritos y a los tradicionales álbumes de fotos porque afirmaba que nadie podía saber lo que iba a pasar en un futuro...

... Y el futuro había llegado más pronto de lo que cabía pensar. Un buen día empezaron las caídas de tensión. Poco después llegó el reconocimiento oficial por parte de las administraciones de que serían necesarias ciertas restricciones en el abastecimiento de energía. La potencia máxima que se podría consumir en los hogares se redujo a mínimos indispensables y las cifras escritas en la factura de la luz empezaron a mostrar cantidades descabelladas. Luego llegaron también las dificultades con el agua (en principio no por escasez, sino por la dificultad en hacerla llegar a cada casa)... Todos pensaron que esta sería una situación temporal, que pronto llegarían los gurús de las renovables, pero esos gurús no llegaron porque, entre otras cosas, nunca tuvieron el apoyo y la confianza total de gobiernos y energéticas. La mayoría (entre ellos los más grandes) desaparecieron de la escena de las energías alternativas cuando dejaron de llegar las ayudas estatales y el beneficio ya no era suficiente; otros aguantaron algo más con exiguos márgenes; y sólo unos pocos continuaron investigando y desarrollando hasta que ya no pudieron más.

Algunos de sus vecinos soportaron mejor la tormenta durante un tiempo, gracias a sus generadores eléctricos, pero aquello duró hasta que comenzaron los recortes en el suministro de combustibles. Primero les sugirieron usar el transporte público, más tarde sólo se proporcionó carburante para aviones, trenes y un restringido grupo de servicios de transportes urbanos e interurbanos (por supuesto nunca dejaron de verse enormes coches negros con matrículas oficiales, aunque a estas alturas eso era meramente anecdótico). Finalmente sólo quedaron pueblos y ciudades aisladas, calles oscuras y silenciosas, adornadas por pequeños y distantes puntos de luz de fuegos y linternas.

Tal vez no debieron tomar tan a la ligera el hecho de que con cada depósito se quemaban miles de años de historia geológica...

1 comentario:

  1. Y cada vez que se asomaba a la ventana leía con amargura aquella frase que algún gamberro, en un alarde de rebeldía adolescente, había dejado escrita con un feo grafiti de desordenada caligrafía negra sobre la pared gris:

    Cuando hayamos envenenado el último río, acabado con el último animal y derribado el último árbol; cuando no queden plantas, peces ni pájaros, sólo entonces comprenderemos que el dinero no se come.

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