sábado, 21 de mayo de 2011

Mi jornada de reflexión

Hoy es jornada de reflexión, así que toca pasar el día reflexionando.

Por la mañana al levantarme, más temprano de lo que hubiera deseado, reflexiono durante unos instantes sobre lo que voy a desayunar. Sábados y domingos son los únicos días de la semana en los que puedo pararme a pensar que me apetece, más allá del café recalentado y las dos galletas de las 6:30am del resto de los días. Café recién hecho, un zumo de naranja recién exprimido y unas tostadas o un tazón de cereales. Son los únicos días que desayuno sentado en casa, con mi mujer y mi hija. En la tele música clásica de La 2 -a la niña la embelesa-, o dibujos en versión original. El ambiente es propicio para reflexionar, así que sigo reflexionando.

Como otras veces, reflexiono sobre mi vida. Salto entre acontecimientos lejanos sin ninguna pretensión cronológica. Me deleito en muchos momentos y lamento algunos. Evalúo ciertas decisiones y sus consecuencias, imagino realidades alternativas y me veo caminando en los pasos de otro yo. Aunque a veces lamento no haber tomado ciertas determinaciones, en general estoy bastante satisfecho con el camino elegido, aunque incluso en esos momentos me asalta el anhelo de otras vidas. Parece que no sólo soy un puto pesimista, al parece también soy un inconformista acomodado.

La verdad es que hoy es un buen día para reflexionar, no hay demasiadas tareas domésticas pendientes: poner una lavadora y hacer la comida, lo que se soluciona llamando al chino (lo de la comida claro, lo otro igual sería discriminación de minorías). La enana hoy no está especialmente belicosa y se está entreteniendo sola, así que incluso podemos sentarnos y hablar un rato mientras la vemos jugar de reojo. Charlamos y reflexionamos sobre nuestros trabajos, Cris parece satisfecha aunque a veces esté algo desbordada. Yo por supuesto me quejo, aunque al final nos dejamos llevar por una ola de conformismo: es trabajo y son dos sueldos, sin grandes alardes, pero suficientes. Aunque me resisto a aceptar que tener trabajo y unos sueldos mediocres sea como una lotería. Por jodidos que sean los tiempos que corren, la lotería es otra cosa, seguro...

En algún otro momento del día, el mundo y la sociedad ocupan mis reflexiones; probablemente después de comer, mientras veo las noticias dormitando en el chaise longue. Mi condición de sup3ia me predispone a ello. Lo que pasa es que, en mi pelea diaria contra el pesimismo, cada vez dedico menos tiempo a estas reflexiones. Intento no comerme demasiado el coco, aunque a veces no puedo evitar pensar que me estoy deshumanizando un poco.

Por la tarde, damos un paseo, la niña necesita corretear y trepar unas cuantas veces por los columpios. Con suerte se cansará lo suficiente como para regalarnos una noche de cierta tranquilidad. Mientras ella juega, Cris y yo nos alternamos para merodear cerca, y ocasionalmente nos sentamos un par de minutos en algún banco cercano para hablar –sin dejar de mirar de reojo-. A ratos observo a los niños y, sobre todo, a sus padres. Ellos me dan más motivos para reflexionar y sacar conclusiones sobre el futuro y las batallas que tendrá que librar mi hija. Aunque por el momento la batalla sólo es un niño de cuatro años que se cuela para subir al tobogán empujando a una niña de dos, mientras su madre mira la escena indolente... ¿Cómo le explicas a una niña de dos años que debe guardar su turno, pero que puede pegarle un codazo en estomago al puñetero niño si intenta colarse?... Es complicado, por ahora sólo puedo retener a mi hija si intenta subir las escaleras cuando no le toca, y agarrar al niño, con más cortesía de la que me apetece, para que la deje pasar; exponiéndome, por supuesto, a cualquier pendencia con otros progenitores. Hoy es una señora menuda y apática a la que le da igual ocho que ochenta, pero mañana puede ser un morlaco para quien su niño tiene derecho a comportarse como un pequeño déspota... Y no es que me preocupe en exceso el enfrentamiento, pero no es plato de buen gusto...

Por cierto, mañana hay elecciones autonómicas y municipales. Son las doce menos cuarto y no tengo ni pajolera idea de lo que votaré. Llevo días leyendo sobre las repercusiones del voto en blanco, el voto nulo o la abstención y todavía estoy más confuso. El voto en blanco beneficia a los partidos mayoritarios (por la dichosa ley d’Hont). El voto nulo no vale para nada, porque nadie va a captar la indirecta si yo voto a Frodo el Hobbit. A fin de cuentas, el voto nulo sólo lo verán en la mesa electoral, y luego sólo seré un torpe más que se lió con las papeletas o un graciosillo irresponsable sin sentido democrático. En cuanto a la abstención, probablemente las estadísticas dirán que actué por desinterés, que me habrá surgido una emergencia o nuevamente seré un irresponsable sin compromiso político. A la hora de la verdad los politicastros interpretarán mi voto como les plazca. Cualquiera de ellos apartará pronto de la cabeza la idea de que un alto porcentaje de votos nulos o en blanco, o una alta abstención es un mensaje inequívoco de que nos tienen hasta los cojones, y por supuesto no harán nada al respecto... ¡Ah claro! Siempre me quedará la posibilidad de votar a un partido minoritario..., que probablemente acabará aliándose con uno de los grandes que no pueda gobernar con mayoría absoluta, acatando casi a pies juntillas las directrices del que le deje unas cuantas migajas en forma de escaño o concejalía (manda huevos que ésta sea mi mejor y más probable alternativa ¬_¬U)... Hoy por lo menos, no he reflexionado mucho sobre eso. Menuda papeleta.

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