martes, 31 de julio de 2018

Verano de 2018. Edimburgo.

Corre el verano de 2018. No es de los peores en cuanto al calor, pero en Extremadura el calor del verano, por suave que resulte en contadas ocasiones, siempre se me antoja demasiado..., así que, como ya viene siendo habitual en nuestras escapadas estivales, buscamos destinos más septentrionales. Este año, por cierto, es la vez que más nos hemos acercado al septentrión de todos nuestros viajes: nos hemos dejado caer por Escocia.

Nuestra estancia se ha limitado principalmente Edimburgo, aunque uno de los días hicimos una excursión en la que disfrutamos de un rápido tour panorámico por Glasgow y dimos un pequeño mordisco a las Highlands, con sus lagos y castillos.

Edimburgo me ha parecido una ciudad fantástica (creo que se ha convertido en mi favorita entre las capitales europeas que conozco...). Además, contra todo pronóstico, hemos disfrutado de un tiempo estupendo, con buena temperatura y un par de esporádicas y breves apariciones de eso que los anglosajones llaman "gentle rain".

Día 1

Llegamos a la capital escocesa el día 15 de julio. Nuestro avión aterrizó sobre las seis y cuarto de la tarde, pero entre traslado al hotel, check-in y acomodamiento en la habitación, nos dieron casi las siete y media cuando quisimos salir a la calle... A esas horas podíamos hacer poco más que dar una vuelta por el West End (la zona por donde se encontraba nuestro hotel, el Hampton by Hilton, en Fountainbridge St.) y mimetizarnos con los lugareños cenando tempranito. Así pues, tras un breve paseo que nos llevó hasta las inmediaciones de los jardines Princes Street, entramos a cenar en un interesante lugar llamado Bread Meats Bread en Lothian Rd.

Vista de Castle Rock desde Princes Street.
Día 2

El lunes 16 empezó nuestro periplo por la ciudad. Como de costumbre, nuestra primera referencia fueron los autobuses turísticos (sí, ya sé que no es la forma más bohemia y aventurera de viajar, pero cuando viajas con peques hay que jugar sobre seguro...). Preparando el viaje habíamos tenido conocimiento de una opción muy interesante: el Royal Edinburgh Ticket. Esto es un pase de 48 horas que te permite viajar de forma ilimitada en las tres líneas de buses turísticos que recorren la ciudad y que incluye las entradas al Castillo de Edimburgo, al Palacio de Holyroodhouse y al Royal Yacht Britannia. Además te hacen descuentos en otro montón de sitios... Es un poco caro, pero echando cuentas lo cierto es que compensa y garantiza dos días de despreocupación en cuanto a desplazamientos y visitas. Además creo que es una alternativa genial para ubicarse en la ciudad y luego patear por tu cuenta... Total que cogimos nuestros tickets en Waverley Bridge y subimos al primer autobús.

Nos bajamos del bus en la Royal Mile, la calle más emblemática de la Old Town. Royal Mile une el Castillo con el Palacio de Holyroodhouse y es la calle más antigua de la ciudad. Nuestro objetivo inicial era haber subido directamente al Castillo, pero de camino nos encontramos con el edificio de la Camera Obscura y tuvimos que cambiar los planes. La Camera Obscura es un curioso artefacto construido en el siglo XIX que emplea lentes y espejos para proyectar imágenes de Edimburgo en tiempo real sobre una pantalla horizontal. Además el edificio alberga la exposición World of Illusions, donde se puede disfrutar de toda suerte de efectos e ilusiones ópticas que nos tuvieron entretenidos durante más de una hora. Como guinda, el edificio tiene un magnífico mirador que permite disfrutar de estupendas vistas de la ciudad.

Royal Mile.
Vista desde el mirador de la Camera Obscura.
Más tarde continuamos nuestro ascenso hasta la explanada del Castillo, pero se había hecho tarde e iba siendo hora de comer algo. La visita a la fortaleza requería más de dos horas, así que decidimos postponerla y volvimos a la zona de Princes Street, donde comimos -un poco regular- en un Pizza Hut (quizás fue la peor experiencia culinaria del viaje, luego la cosa fue a mejor...).

Una cosa bastante significativa de Edimburgo hoy día es su relación con la conocida saga de libros y películas de Harry Potter. J.K. Rowling ha escrito la mayoría de los libros en Edimburgo y de hecho la ciudad está llena de lugares que al parecer le sirvieron de inspiración... Dado que Olga ha leído varios de los libros y ha visto todas las películas podría decirse que es una fan, así que por la tarde, después de un tranquilo café, tocó hacer nuestro pequeño tour de Harry Potter...

Vista del Castillo desde Grassmarket.
Fuimos en autobús hasta Grassmarket y desde allí subimos por Victoria Street (justo en la intersección de estas dos calles está la fuente medieval de West Bow). Parece ser que Victoria Street sirvió de inspiración para el famoso callejón Diagón de los libros de Harry Potter, de hecho hay varias tiendas que venden todo tipo de artilugios relacionados con las historias del famoso mago; una de ellas es además un pequeño museo (que obviamente tuvimos que visitar). En su parte más elevada Victoria Street desemboca en George IV Bridge, donde está The Elephant House, una cafetería que se ha hecho famosa porque J.K. Rowling solía pasar muchas horas allí escribiendo. Siguiendo hacia el sur por George IV Bridge se llega al cementerio de Greyfriars Kirkyard. Dicen que este camposanto sirvió también de inspiración a la escritora para sus novelas y que las inscripciones del ciertas lápidas dieron nombre a algunos de los personajes... Lo cierto es que este cementerio ya era uno de los más conocidos de la ciudad por sus historias paranormales (Edimburgo está impregnada de historias sobre fantasmas y leyendas siniestras) y por el pequeño perrito Bobby (del que se puede ver una pequeña estatua de bronce frente a la entrada del cementerio). Se cuenta que el perrete -un Skye Terrier- permaneció catorce años junto a la tumba de su amo (un policía que murió de tuberculosis a mediados del siglo XIX, según algunas versiones). Este ejemplo de lealtad perruna ha hecho del can uno de los símbolos más queridos de la ciudad... Finalmente, desde el cementerio, a lo lejos, tras una gran reja de hierro, está la escuela de George Heriott, que sirvió de inspiración para Howgarts, pero no pudimos visitarla porque por estas fechas todavía hay alumnos allí.

Victoria Street.
Cementerio de Greyfriars Kirkyard.
Después de dedicar un buen rato a callejear buscando los pasos del niño mago volvimos a la Royal Mile donde, tras un pequeño paseo, pusimos el broche de oro al día cenando en Deacon Brodie's Tavern, uno de esos pubs típicos, típicos, donde nos zampamos un merecido Fish & Chips.. Después de eso vuelta al hotel a morir hasta la mañana siguiente.


Día 3

El martes -17 de julio- amaneció muy nublado y algo más fresco, incluso llovió suavemente en un par de ocasiones durante la mañana; pero nuestra determinación para aprovechar el día a tope era firme. De camino a la parada del bus nos detuvimos en un Tesco Express y compramos unos sandwiches para el almuerzo. A esas alturas de nuestra estancia ya estábamos completamente imbuidos de las costumbres gastronómicas anglosajonas, a saber: un tempranero desayuno continental en el hotel, un ligero almuerzo a media mañana (sin parar demasiado) y una buena cena no muy tarde. Estas pautas nos permitían no perder mucho tiempo y adaptarnos mejor a los horarios de los lugares que queríamos visitar. Después de abastecernos, cogimos el bus que nos dejó en Royal Mile, a unos metros de la subida al Castillo.

Vista desde el Castillo.
El Castillo de Edimburgo se asienta sobre un tapón volcánico conocido como Castle Rock. Esta fortaleza es el lugar turístico -de pago- más visitado de Escocia. Recorrer todos los puntos de interés sin muchos aprietos lleva entre dos y tres horas. Tiene un montón de lugares interesantes y unas vistas increíbles de la la ciudad. Además una de las cosas más chulas que tienen, pensada para los peques, es un cuestionario con fotos y dibujos para que se entretengan durante un buen rato explorando la fortaleza. Al salir, si quieres, el personal de la entrada (super amable) revisa el quiz y dan un pequeño obsequio a los niños.

Castillo de Edimburgo: The Honours of Scotland.
Castillo de Edimburgo: The Scottish National War Memorial.
Como nuestro plan para la tarde era visitar el Royal Yacht Britannia, cogimos un bus hasta el barrio portuario de Leith. Nos bajamos en un bonito centro comercial, el Ocean Terminal, donde también se encuentra el centro de atención a visitantes del Britannia y el acceso al buque. Con la visita al Castillo y el desplazamiento hasta Leith nos habíamos pasado bastante de la hora a la que teníamos pensado comer (serían como las tres de la tarde), así que nos apresuramos a zamparnos los sandwiches junto al centro comercial y luego embarcamos.

El Britannia es un buque de Estado que la familia real británica ha utilizado durante más de 40 años para viajes oficiales. Tras un millón de millas recorridas y más de 1000 visitas oficiales, el barco ha sido retirado del servicio (aunque la reina todavía lo usa en algunos actos oficiales) y ha quedado permanentemente atracado en Edimburgo. El paseo por las estancias del barco es bastante interesante y dota de completo sentido a la expresión "vivir como un rey".

Royal Yacht Britannia.
Tras la visita al barco dimos una vuelta por el Ocean Terminal, tomamos una café y unos dulces en una cafetería Costa y nos volvimos al centro. Como aún era algo temprano para cenar, dimos otro buen paseo que nos llevó hasta el parque de The Meadows (al Sur de la Old Town). Luego volvimos sobre nuestros pasos para cenar en MUMS Great Confort Food. Comida muy típica: pasteles de carne, puré con salchichas, el popular haggis escocés... muy bien cocinado y en abundancia. Cenamos muy bien, casí demasiado, así que decidímos finalizar el día dando un buen paseo de regreso al hotel (lo que nos llevó una media hora).


Día 4

Nuestro cuarto día en las tierras de William Wallace también dió mucho de si. El tema de los sandwiches del día anterior había funcionado bien, así que decidimos repetirlo. Tras un buen desayuno y la posterior parada en el Tesco, cogimos un autobús en dirección a Holyrood para ver el palacio y sus inmediaciones.

Palacio de Holyroodhouse.
A ver, el palacio es eso, un palacio. Está lleno de tapices, pinturas, muebles lujosos... Es como el Royal Yacht, cosa de reyes... A mi me gustan este tipo de visitas porque te enseñan una parte de la historia y de vez en cuando te enteras de anécdotas truculentas y trapos sucios de los poderosos. Lo que pasa es que a veces tanta ostentosidad y pompa cansan un poco... Vaya, que no es apto para antimonárquicos. Y aunque uno sea capaz de abstraerse al contexto histórico es normal sentirse algo incómodo a poco que tengas un ligero sentido de la justicia... Lo que desde luego me encantaron fueron las ruinas de la abadía del siglo XII -junto al palacio- y los jardines. Esa forma en que se mezclan las viejas piedras y el verde frondoso de los alrededores tiene algo muy especial.

Abadía de Holyroodhouse.
Abadía de Holyroodhouse.
Jardines de Holyroodhouse.
Debimos estar por Holyrood como un par de horas; luego decidimos volver al centro caminando tranquilamente por la Royal Mile. De camino nos topamos con el Museo de la Infancia así que también tuvimos que dedicarle unos momentos de nuestro tiempo. En este museo se hace un recorrido por la historia de los juguetes desde el siglo XVIII. Es un sitio agradable para pasar un rato si viajas con niños (menos en la terrorífica sala de las muñecas de porcelana... ¡arg!). Hay varias cosas con las que pueden jugar y entretenerse. Se cuenta que al fundador del museo, un coleccionista de juguetes llamado Patrick Murray, ni siquiera le gustaban los niños... Habría que ver la cara que hubiera puesto al observar la obra de su vida invadida por una legión de pequeñajos toqueteándolo todo...

Hacia el mediodía nos encontrábamos en Bistro Square, al Sur de Royal Mile, muy cerca del Museo Nacional de Escocia (que era nuestra próxima visita); así que nos sentamos en unos bancos a comernos nuestros sandwiches frente a la la bonita Teviot Row House y al McEwan Hall de la Universidad de Edimburgo. Luego nos dirigimos al museo, pero como nosotros lo del café después de comer lo llevamos muy a rajatabla, nos detuvimos en una agradable pastelería en George IV Bridge, la Patisserie Valerie (junto al The Elephant House) y nos tomamos nuestros cafés con algún que otro caprichillo.

Catedral de St. Giles en la Royal Mile.
El Museo Nacional de Escocia, es uno de eso sitios en los que podrías pasarte un día entero sin aburrirte. Hay todo tipo de galerías sobre Ciencias de la Naturaleza ( Fauna, Flora, Geología, Astronomía...), Tecnología, Historia, Cultura, Moda... ¡Incluso tienen a la Oveja Dolly disecada! Además es tremendamente interactivo; durante nuestra visita había varias actividades científicas para los peques en el hall de la planta principal, y hay montón de cosas en las exposiciones para tocar y enredar con ellas. Te encuentras carteles de "Please Touch" y cajones donde pone "Please Open" por todas partes... Está absolutamente pensado para estimular la curiosidad y el aprendizaje de los más pequeños. Olga estaba encantada. En un par de horas esa tarde pudo hacer experimentos de física, jugó con poleas y engranajes, programó un robot, enredó con un brazo robótico, tocó enormes meteoritos de millones de años, diseño bicicletas con una aplicación interactiva, se disfrazó (varias veces), le hicieron pruebas físicas "como las que hacen a los astronautas", vió esqueletos y reproducciones de animales actuales y prehistóricos y un montón de cosas más... Y el acceso es gratuito. Uno se marcha de allí satisfecho, con ganas de más y encantado de dejar unas cuantas libras en la urna de donaciones...

Esa tarde cenamos temprano (repetimos en Bread Meats Bread) y nos fuimos pronto al hotel para estar descansados al día siguiente. Habíamos decidido realizar una excursión fuera de Edimburgo y esto requería pegarse un buen madrugón. Al principio habíamos pensado hace un tour que nos llevaba hasta las Highlands y el lago Ness, pero tras asesorarnos un poco y averiguar que Nessie no estaba por allí en esta época del año, nos convencieron para hacer otro que nos llevaba un poco más cerca, nos hacía madrugar un poquito menos y era algo más económico... Contratamos con una empresa de chicos españoles, Viajar Por Escocia - Tours en Español, y la jornada del jueves 19 nos asomamos brevemente a Glasgow, paseamos a la orilla de los lagos Lomond y Katrine y visitamos el Castillo de Doune.

Día 5

Salimos en bus desde el punto de encuentro, en la Royal Mile, sobre las ocho y cuarto en dirección a Glasgow (aproximadamente una hora de viaje). La estancia en Glasgow fue bastante efímera: un tour panorámico desde el autobús y un par de paradas breves: en la Catedral de Glasgow (s. XII) y en el Museo de Kelvingrove. En la cripta de la Catedral nos encontramos sin esperarlo con una fascinante exhibición de obras del artista Warren Elsmore ¡hechas con Lego!... Pasajes históricos, las Siete Maravillas del Mundo, hitos científicos... Así que nos costó arrancar a Olga de allí y lamentamos no poder disfrutar de aquello más tiempo... La parada en el museo no dió tampoco mucho de si, "...para hacer un pis y poco más..." en palabras de nuestro guía. Sin embargo pudimos ver algunas obras de arte curiosas y otras muy conocidas, como el Cristo de San Juan de la Cruz, pintado por Dalí, algún pequeño Picasso y algún Monet...

Catedral de San Mungo. Glasgow.
A algo menos de una hora hacia el norte está el lago Lomond, que determina algo así como el límite entre las Lowlands y las Highlands. El lago está emplazado en el Parque Nacional de los Trossachs, donde se encontraban las tierras del famoso héroe escocés Rob Roy. Es el lago más extenso de Escocia (creo que el Ness es el más profundo) y el emplazamiento es realmente idílico, aunque el ambiente turístico le resta parte de su encanto (claro que, quién soy yo para hablar de influencias negativas del turísmo si he viajado casi 3000 Km para ver aquello...¡Porras, soy un cínico!).

Lago Lomond.
Nuestra segunda parada fue el lago Katrine. A mi juicio, este lago (también localizado en los Trossachs) es más bonito que el Lomond. Se dice que junto a sus orillas fue donde vivió Rob Roy. Tras dar un paseo junto al lago nos dirigimos al pueblo de Aberfoyle, donde paramos un rato para comer.

Lago Katrine.
Aberfoyle es un pequeño y típico pueblo escocés ubicado en un marco incomparable (en medio del Parque Nacional). La villa está relacionada con varios personajes históricos de Escocia: María Estuardo, el ya mencionado Rob Roy... y el más curioso, el párroco Robert Kirk, de quien se dice que desapareció misteriosamente tras hablar más de la cuenta del mundo de las hadas, elfos y gnomos (cuya entrada al parecer está en algún lugar cercano a esta localidad) en su libro ‘The Secret Commonwealth’.

Para almorzar el guía nos recomendó acercarnos a Aberfolyle Delicatessen and Trossachs Butcher. En esta carnicería de nombre tan rimbombante (y página web un tanto desafortunada...), además de venderte productos frescos de mucha calidad, te cocinan unos pasteles de carne de morirse... Disfrutamos de nuestro almuerzo en unos merenderos junto a The Scottish Wool Center, en cuyo aparcamiento estaba nuestro autobús. Este centro cuenta con un recinto con diferentes animales (cabras, ovejas, ponies, patos...), zona de juegos infantil y en general un entorno muy agradable.


Por la tarde, tras un pequeño incidente de carreteras cortadas (que nos hizo ir por vías ya no secundarías sino cuaternarias por lo menos...), llegamos al Castillo de Doune. Hay que decir que la visita a esta pequeña fortaleza (del siglo XIII), más allá de la curiosidad de aparecer en la serie "Juego de Tronos" o en la pelí de los Monty Phython "Los Caballeros de la Mesa Cuadrada", me pareció un tanto anodina... Pero bueno, resultó curioso escuchar algunas historias sobre el castillo y recorrer sus estancias.

Castillo de Doune
Llegamos a Edimburgo pasadas las seis y media, así que tras un paseo decidimos buscar un sitio para cenar. Nuestros pasos nos llevaron hasta el extremo más al Este de Princes Street, a los pies de Calton Hill. Allí nos encontramos con un pub muy chulo, The Newsroom, donde entramos. Nos recibió una camarera muy simpática que nos comentó que sólo podía darnos mesa si acabábamos antes de las nueve (después de esa hora no se permiten niños en los pubs); como serían las siete y media nos quedamos, y cenamos muy bien y sin prisas.


Dado que nuestro vuelo salía sobre las once de la mañana del día siguiente, tocaba asumir (con mucha pena) que nuestra estancia en la ciudad tocaba ya a su fin. Decidimos despedirnos de Edimburgo subiendo a Calton Hill (era un breve paseo desde donde nos encontrábamos) para echar un último vistazo a la capital de Escocia desde uno de sus emplazamientos más representativos: el Monumento a Dugald Stewart.

Monumento a Dugald Stewart. Calton Hill.

1 comentario:

  1. Que envidia sana que me dan siempre estos artículos... :)

    Me maravilla y estresa a partes iguales la cantidad de cosas que hacéis cada día.

    A través de la narración se nota que disfrutáis, no sólo de la estancia, sino del tiempo que dedicáis a preparar el viaje e investigar los lugares que vais a visitar.

    Y por supuesto de componer la historia de lo vivido, de lo que disfrutamos también vuestros lectores.

    ¡Un abrazo!

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