jueves, 28 de abril de 2011

El Follonero

Un buen día, a principios de abril, a primerísima hora de la mañana, recibimos un correo del jefe de servicio, en un correctísimo lenguaje no sexista lleno de arrobas. Se nos pedía desde instancias superiores que permaneciéramos en nuestros puestos a partir de cierta hora, porque una televisión local iba a venir a realizar una grabación (por enésima vez). El Servicio de Informática es especialmente proclive a ser objetivo de estas filmaciones, y ello debe ser porque como estamos más apiñados que en ningún otro sitio, colocan la cámara en la puerta y, con el ángulo adecuado, pillan a mogollón de gente que además ofrece buenas secuencias de trabajadores abnegados y ojos enrojecidos.

Como fuera que aquel día me pilló de especial mala leche, mi primera reacción del momento estuvo plagada de vilipendios y exabruptos que no citaré textualmente, para que no se me acuse de utilizar de forma desmedida tan duro (aunque estimable) recurso literario. En un lenguaje algo más moña y políticamente correcto fue algo así: "Después de haber sido penalizado en mi estipendio y de haber soportando inicuas tropelías, no me sale de la hombría que me exhiban otra vez como a un prostituido cuadrumano…" -y el que quiera que lo traduzca-. El caso es que probablemente hubiera bastado con una afirmación un poco más moderada, un simple "tengo derecho a que no me graben" habría bastado, pero como digo, ese fue un día un poco malo, y lo primero que me paso por la cabeza, así como lo primero que seguramente anuncié a mis compañeros de mesa sin pensarlo demasiado, fue digno del Bruce Willis más chungo de La Jungla. El caso es que me propuse desaparecer con cualquier excusa. Luego resultó que me surgió una reunión en otro servicio y que la tele ni siquiera subió a nuestra sala, cosa que después de todo, no hubiera estado tan mal.

Resulta que al final no fue un canal local de televisión el que se estuvo paseando por las oficinas, sino el programa del polémico y afamado Follonero. La verdad es que habría estado bien que se hubieran pasado por en Servicio de Informática. Así hubiera podido sacar en la tele el estado de hacinamiento en el que trabajamos, o las deficientes vías de evacuación. El adorable y cabroncete Jordi Ébole podría haber inhalado unas bocanadas de este aire cargado y apestoso que respiramos a menudo, y le habríamos ofrecido gustosos un primer plano de un pequeño termómetro que tenemos sobre la mesa, donde a eso de la una y media se veían unos refrescantes 28ºC...

Claro que lo más probable es que haga otro de esos programas que tanta fama le han dado, donde ofrecerá los cortes adecuados, acompañados de ingeniosos comentarios, para poner a caer de un burro a los empleados públicos, justificar que nos hayan bajado el sueldo porque nos lo merecemos (sugiriendo que, si es posible, nos lo bajen un poco más) y aportar su mediático granito de arena a la ya de por sí deteriorada imagen de las Administraciones. Lo gracioso es que lo hará con toda la justificación y razón del mundo a juzgar por el comportamiento de muchos de los trabajadores de esta santa casa.

Estando yo de reunión, pude ver y escuchar a un buen montón de personajes corriendo en tropel por los pasillos: "Ha venido el Follonero vamos a verlo...", "A ver si nos saca...", "Corre, corre, vamos a ver si lo pillamos...". Como si hubiera vendido a vernos una estrella de rock y ellos fueran gruppies descontroladas. Más tarde, a la hora de salir, junto a las máquinas de control horario donde fichamos, otro comentaba entusiasmado cómo el bueno de Jordi había entrado por sorpresa en su Servicio, saludando amistosamente antes de que las cámaras entrarán a saco para pillar a alguno con el culo al aire... Parecía que acababa de darle un beso a Hannah Montana... Pero a ver tontazos ¿No veis que ha venido a poneros a caldo? ¡Por Dios mostrad un poco de dignidad! Lamentablemente esto no viene si no a demostrar, una vez más, que tenemos lo que nos merecemos. Amantes del famoseo. De los de hay que asomar la geta en la tele aunque sea para que te la partan y en definitiva, de nuevo, el pan y el circo.

No he visto el reportaje (creo que se emite este viernes), pero me temo que no voy a equivocarme demasiado a tenor del enlace con la premier de los próximos reportajes de Jordi Ébole.

jueves, 14 de abril de 2011

Metáforas "afortunadas"

Al final este hombre va a terminar dándome hasta pena. Pase lo del pleno empleo, pase lo de la Champion League de la economía y pase, incluso, lo de los brotes verdes..., porque se puede ser de género tonto e incluso tener un mal día, pero esto ya es mala suerte. Algún asesor debería estar ya poniendo al día la cartilla del paro o colgado de las pelotas en algún cuarto oscuro de la Moncloa... Estas cosas suceden por no revisar las efemérides del día antes de abrir la puñetera boca...

miércoles, 13 de abril de 2011

Desayunando en el bar

Son las nueve y media de la mañana. Ahí en frente un par de tipos hablan de su último partido de frontenis. Ese otro canturrea distraído los últimos éxitos de los 40 mientras está a lo suyo. A unos pocos metros un corrillo comenta el último partido de fútbol y esos tres de allí discuten acaloradamente sobre Formula 1. Detrás de mi uno cuenta divertidas anécdotas que a todos entusiasman entre carcajadas, y un poco más allá hay unos tíos que hablan de sus cosas como si estuvieran solos. Ahí llega un habitual, silbando y hablando a voces desde la puerta. Y por supuesto no podía faltar el orondo y desenfadado cuponero, que se obstina en hacernos millonarios, al menos una vez por semana... El murmullo es habitual, el bullicio frecuente, como corresponde a cualquier bar que se precie, lleno de parroquianos y contertulios, frente a cafés, infusiones, carajillos y algún que otro sol y sombra... El problema es que esto no es un bar, yo no estoy tomando un café tempranero, y ellos tampoco. Este es el lugar donde trabajo y yo estoy frente a la pantalla del ordenador intentando escuchar mis propios pensamientos. Además es un poco temprano y aún no me apetece ponerme los auriculares a toda pastilla...

Mucha gente trabajando apiñada, una falta generalizada de educación y empatía, y la desidia de unos jefes que antaño paseaban ocasionalmente por el departamento, dejando a su paso un rastro de silencio moderado y conversaciones sosegadas, pero que hoy se aíslan en sus despachos, dejando a la anarquía campar a sus anchas... Supongo que estos son los motivos por los que muchas veces me llama mi mujer y me pregunta:-"¿Qué haces? ¿Desayunando en el bar?"-.

lunes, 11 de abril de 2011

El Manhattan del Mediterráneo

Gracias al inesperado mecenazgo de unos amigos, la última semana de marzo hemos podido disfrutar de unas precoces vacaciones en la Costa Blanca. Una llamada y una propuesta:-“¿Os queréis ir una semana a Benidorm? Nos ha tocado una estancia de una semana con pensión completa y no podemos ir…”. Miré a Cris con una sonrisa de oreja a oreja. Hicimos las convenientes gestiones en el trabajo y un par de días después aceptamos el regalo.

El domingo 27 de marzo, cargamos el coche y nos metimos para el cuerpo 750 kilómetros. Tras algo menos de 10 horas de viaje, con varias paradas para comer o para que la enana se desfogase, y apurando al máximo el deposito de gasoil y los dichosos 110 Km/h, llegamos a Benidorm (GPS mediante).

Lo cierto es que Benidorm me sorprendió gratamente. Toda vez que yo esperaba encontrarme con otra ciudad de playa feúcha y algo sucia, resulta que llegamos a una pequeña Manhattan en la costa de Levante. Flanqueada por sierras y montañas, presenta una atractiva silueta urbana de rascacielos, y un bonito perfil costero. Así mismo posee amplios paseos, avenidas y bonitos miradores. 

Panorámica de la costa desde un magnífico mirador
Los que la conocen de otros tiempos, dicen que ha perdido mucho de su antiguo esplendor, que la marcha ya no es lo que era y que la ciudad ha sido tomada por la tercera edad. La verdad es que no puedo emitir juicios al respecto. No había ido nunca a Benidorm y para ser sinceros, cuando vas en familia, con una niña pequeña, y a las diez tienes que estar en la habitación del hotel, viendo la tele con el volumen bajito para no despertarla, la marcha es lo de menos. Sí que es cierto que cuando entrábamos en el comedor del hotel, la media de edad bajaba radicalmente; sobre todo los primeros días. Pero luego llegaron algunas parejas más jóvenes, algunas incluso con niños. Tampoco andaba escaso el hotel de extranjeros, sobre todo alemanes e ingleses, algunos de ellos relativamente jóvenes también. Había un grupo de estos últimos, en torno a los treinta y muchos o cuarenta y pocos, barrigones, con pinta de hooligans y pulseritas naranjas –todo incluido- que desayunaban con vino y empezaban a clavarse cubatas a las diez y media de la mañana. Un día por la noche vi a uno de ellos dando tumbos por el salón, con la mirada vidriosa y haciendo unas eses que parecían ochos. Fue una de esas situaciones en las se te pasa por la cabeza que puede haber follón, pero decides quedarte un poco más a ver que pasa. El tío cogió un cigarrillo de liar que le dio un compatriota, y sin decir esta boca es mía, se fue con sus eses por donde había venido, en dirección al recinto de la piscina, donde se permitía fumar.

El general y salvo algún problema con la climatización de la habitación, la estancia en el hotel Agua Azul ha sido agradable. El personal del servicio ha sido muy atento, especialmente con la niña, que se ha venido a casa empachada de mimos y carantoñas, tanto de los empleados como de las docenas de improvisados y anónimos abuelos. El buffet, en desayuno, comida y cena, era bastante respetable y variado; y las instalaciones limpias y confortables.

Por lo demás, la semana nos ha servido para descansar y desconectar un poco de la rutina. Es triste decir que a finales de marzo ya necesites unas vacaciones, pero lo cierto es que nos han venido muy bien. Hemos tenido bastante buen tiempo, aunque no lo suficientemente caluroso como para pasarnos el día en la piscina o en la playa. Sin embargo si hemos ido un par de tardes a caminar, a jugar con la arena y a tontear un poco con las olas en la orilla. Yo incluso me di un breve y nostálgico baño uno de los días. Echaba de menos bañarme en el Mediterráneo y lo cierto es que, después de la experiencia, me atrevería a decir que es mucho más osado bañarse en algunas piscinas naturales del Jerte o la Vera en pleno mes de agosto.

Aunque Aqualandia y Terra Mítica, aun estaban cerrados, si que visitamos sus zoológicos temáticos: Mundo Mar y Terra Natura. Cientos de animales -en ocasiones sin ningún tipo de barrera física- organizados en recintos que recrean sus zonas geográficas y entornos, y espectáculos de leones marinos y delfines, hicieron las delicias de la niña... Bueno y las nuestras (¬_¬U. Porque lo cierto es que yo flipé con los delfines y los grandes felinos, y me volví loco haciendo fotos... Ambos parques están fantásticamente habilitados para recorrerlos con niños pequeños y sillitas. Ofrecen estupendos paseos ambientados con música y sonidos de la naturaleza y además, como estamos en temporada baja, los recorridos y espectáculos no estaban nada saturados. En ocasiones caminábamos los tres solos, perdidos entre vegetación y animales, lo que era una sensación muy grata.

Una llama con un serio problema dental...
Con estas visitas y con la anterior a la Reserva del Castillo de las Guardas, casi podríamos bautizar el mes de marzo como nuestro particular mes de la biosfera y la diversidad animal. Creo que puedo decir, sin temor a equivocarme, que en un mes, he visto más bichos vivos que en toda mi vida, y lo cierto es que me ha encantado.

Otra vez los emús. Definitivamente no me gusta un pelo como me miran estos bichos...
Vamos, que al final la semana se ha hecho corta. Tanto la enana como sus padres han disfrutado de lo lindo. Sin obviar algún sustillo –Olga parece haberle cogido el gusto a aterrizar de cabeza desde la cama cada vez que vamos a un hotel, y no hemos podido renunciar a la tradicional visita al centro de salud de turno-, el balance ha sido muy positivo y hago público desde aquí mi agradecimiento a nuestros benefactores.

Olga jugando al escondite con un cachorro de tigre.