lunes, 19 de diciembre de 2011

Esta pieza no es de este puzzle

Un día un niño, rebuscando en un baúl lleno de juguetes y juegos olvidados (ya sabéis cómo son los chiquillos hoy día, tienen de todo y de todo se cansan rápido), redescubrió un viejo puzzle. La imagen de la caja mostraba una bonita e intrincada ilustración de un cuento infantil. Junto a la imagen ponía "puzzle 100, 26x39 cms". Debió recibir aquel regalo en alguno de sus primeros cumpleaños, o quizás era cosa de los Reyes Magos (había que reconocer que en ciertas ocasiones se complicaban poco la vida). El chico, con renovado interés, desperdigó las piezas en la moqueta de su habitación y comenzó la tarea. No llegó a resolver aquel enigma de fragmentos sinuosos, pero mantuvo un inusitado interés durante casi una semana. Poco antes de aburrirse, el niño encontró una pieza entre las demás, más pequeña y de unos colores que no cuadraban con el conjunto. -¿Qué hace esto aquí? Esta pieza no es de este puzzle...- Apartó el fragmento con desinterés y se olvidó de él. Unos días después, la madre del chico limpiaba la habitación y bajo la cama encontró la pieza. La introdujo indolentemente en una caja cualquiera, de las muchas que había en aquel baúl, y siguió con su labor.

Pasaron unos años y el niño ya era más bien un muchacho. Un día, después de hacer los deberes iba a sentarse frente al ordenador, pero entonces se sintió un poco hastiado de videojuegos y, por casualidad, sus ojos se fueron a posar sobre el viejo baúl, el cual no debía abrir desde hacía, por lo menos, tres años. Escudriñó entre la amalgama de una década de ocio olvidado y encontró una caja. La ilustración mostraba una épica escena de lucha entre dos criaturas sobrenaturales de algún cómic o película. Le llamaron poderosamente la atención sus colores oscuros y siniestros, y la maestría del dibujo. Una literatura acompañaba a la imagen: "Puzzle 500, 34x48 cms". Hacía años que no intentaba montar un puzzle, pero esparció las piezas sobre una mesa grande y comenzó a clasificarlas. Después de un rato, había montado el marco y tenía separadas las piezas por colores parecidos. Uno de los fragmentos le llamó la atención, el reverso era de un color diferente: -¿Qué hace esto aquí? Esta pieza no es de este puzzle...-. Abrió otra caja del baúl al azar y dejó la díscola pieza. Tras un par de horas el chico estaba nuevamente sentado frente al ordenador. El puzzle a medio hacer descansó en la mesa durante un par de días, después la madre lo recogería con resignación y lo devolvería al baúl de los juguetes.

Años más tarde, una angustiosa noche de estudio en época de exámenes, el ahora casi adulto chaval, buscaba con avidez algo en lo que distraer su atención, después de un par de horas eternas de estudio. Era tarde, ninguno de sus amigos estaba conectado y necesitaba urgentemente distanciarse un rato de los libros. Entreabrió la ventana de la habitación y se encendió un cigarrillo (Hacía como un año que su madre sabía que fumaba y era permisiva al respecto, pero odiaba que la habitación apestase a humo...). Después de un siglo, el viejo baúl de juguetes le llamó de nuevo la atención. Lo abrió e investigó en el interior. Sacó la caja de un puzzle: 1000 piezas, 48x68 cms. Un plácido paisaje era el protagonista de la escena. ¿Qué mejor forma de relajarse un rato que buscar una idílica campiña entre los fragmentos de aquella ilustración? Salió de la habitación y recorrió la casa silenciosa en dirección a la cocina. Se llenó de nuevo la taza de café y volvió a su cuarto para empezar su relajante cometido. Cuando los primeros rayos de sol entraron en la habitación, dos o tres cafés más tarde, una pieza apareció entre las demás y las palabras fueron nuevamente pronunciadas: -¿Qué hace esto aquí? Esta pieza no es de este puzzle...-. El muchacho suspendió su examen del día siguiente (y algunos más). El puzzle del paisaje lucía un marco y colgaba de una pared por obra y gracia de una madre orgullosa de la perseverancia de un hijo. Y una pieza reposaba, olvidada, maltrecha y ya sin caja, en el fondo de un viejo baúl de juguetes.
...


Hay que ver cuanta tontería puede llegar a escribir uno para expresar un estado de ánimo. Lo peor es que, aunque a veces me haya podido sentir como ellos, hoy no soy ni el chaval ni su madre. Hoy soy la puta pieza de puzzle que no encaja en ningún sitio… Pero podría decirse que después de escribir este tostón me siento un poco mejor (verbi gratia).

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