El año pasado por estas fechas, me quejaba amargamente de un verano nefasto en lo que a tema automovilístico se refiere. Nos gastamos un dineral en reparaciones y mis benditos medios de transporte se ventilaron la paga extra prácticamente sin despeinarse. Después de lo que contaré a continuación, estoy empezando a temer que esto se convierta en una dolorosa tradición cada final de verano...
De no ser por las circunstancias, un tanto "sobrenaturales", esto no dejaría de ser una jugarreta más, de las que sufrimos frecuentemente los que tenemos la desgracia de necesitar un coche. Pero merece la pena contarlo, aunque sea para demostrar -una vez más- que Murphy es un grandísimo e infalible hijo de la gran p*...
Hace unos días, a última hora en el trabajo, antes de coger el coche de vuelta a casa, estaba ojeando el blog de un amigo que hacía tiempo que no leía. Me paré en una entrada, en la que se quejaba con amargura de una mala racha con los coches. No pude por menos que empatizar con él al recordar mi odisea del año anterior.
El caso es que ya en la autovía, iba yo pensando en mis cosas, batallando contra el sueño, mientras mis tres compañeros de coche reposaban en brazos de Morfeo. En esto que de pronto me acordé del post de mi amigo -"Menuda faena..."- pensé -"Menos mal que este año yo he tenido suerte..."-. En ese mismo instante miré el salpicadero y se encendió una de las luces de aviso, como diciéndome "Qué te has creído tú eso...". En aquel momento noté que el coche perdía potencia. Estaba pisando a fondo y el cuentaquilómetros no subía de 110...
Después de maldecir en arameo y otras lenguas muertas, salí de la autovía y detuve el coche (aunque no paré el motor, acojonado por si no volvía a arrancar...). Todos nos bajamos y yo abrí el capó (como si fuera a encontrarme un post-it que dijera "se ha averiado el compresor del condensador de fluzo..." o algo así...). A tenor de mis extensos conocimientos de mecánica, me limité a comprobar que no salía humo de ninguna parte. Luego cerré el capó y hablé con convicción: -"No tengo ni puta idea de lo que pasa, así que a ver si llegamos a Cáceres..."-.
Nos montamos todos en el vehículo y nos pusimos en marcha: primera, segunda, tercera..., pongo cuarta y entro acelerando en la autovía, paso a quinta, sigo acelerando, 110, 120, 130..., no pasa nada. Pongo el control de velocidad en 120. Parece que de momento todo va bien. Al rato se apaga el chivato. Trato de no pensar en averías, en blogs de amigos o en el puto Murphy..., y finalmente logramos llegar sin problemas.
Al final la broma ha resultado ser el filtro EGR (un cacharro que regula la emisión de gases). Hace un rato me ha llamado un señor muy simpático de la OPEL y me ha dado la cifra: 286 €uretes... Bueno, al menos no son los 600 del alternador, y si no viene ninguna otra desgracia detrás, podré darme con un canto en los dientes... Sí José, ya se que no es por joder, y que podía haber sacado un filtro EGR de desguace por 10 euros... Pero soy tan perro que por no andar complicándome la vida sigo yendo al taller oficial, que después de todo, con un buen lubricante no duele tanto (:P)...