domingo, 27 de mayo de 2012

Buenas intenciones con malos finales

No es una novedad que en muchas ocasiones las buenas intenciones terminan teniendo un final poco agradable (a mi mismo me ha pasado más de una y más de dos veces). Esta vez los protagonistas de la historia son mi mujer, una compañera de aikido y un señor japonés de apellido Hitomi...

Desde hace bastante tiempo he querido comprarme una hakama nueva con mi nombre grabado en japonés. Sin embargo es un gasto que llevo más de un año posponiendo, pues la prenda no es barata y siempre surgen imprevistos, como radiadores de coche, alternadores o facturas exorbitadas de la luz...

El caso es que Cris había dejado caer varias veces que quería regalármela y yo siempre intentaba quitarle la idea de la cabeza. Finalmente, sin saber yo nada, se confabuló con una compañera de aikido para cometer la dulce traición. El pasado miércoles, ella y la niña me acompañaron al dojo; antes de nuestra clase hay una clase infantil y a Olga le encanta meterse en el tatami y hacer un rato el loco en las colchonetas. Antes de empezar los mayores, entró una compañera de armas con una bolsa, cruzó una mirada cómplice con Cris y me dieron la sorpresa delante de unos cuantos amigos aikidokas que ya estaban calentando. Me encantó el regalo: una elegante hakama negra con mi nombre bordado en japonés (no, no ponía capullo ni nada parecido, lo he comprobado en Google Translator). Pero ¡Oh decepción! Cuando me la probé arrastraba una cuarta por el suelo...

Desde entonces estamos enzarzados en un cruce de correos electrónicos con un tal señor Yoshihiro Hitomi de BUDO YA (la tienda de equipamiento de artes marciales donde hemos hecho las compras). El problema viene del hecho de que la hakama está bordada, por lo que no quiere cambiarla. Sin embargo el contratiempo del exceso de tamaño se debe a que por su propia iniciativa y amparado en su experiencia consideró –tras conocer mi estatura y peso- que debía bordar y enviar una talla mayor a la que se le había pedido. Pretendió enseñarme a vestir esa prenda con cuatro fotos enlazadas en uno de sus correos (llevo más de cinco años llevando hakama...) y reforzó su decisión de enviar una talla superior con argumentos tan sólidos como que "Ahora muchos chicos tienen largas piernas" (textualmente). A eso hay que añadir que detecté cierto tono de suficiencia en sus correos; justo lo que necesitaba para calentarme, Así que le respondí (tengo que reconocer que con cierta saña, bien recubierta de cínica educación desde luego).

Al final la cosa ha quedado de la peor forma posible, sobre todo para él. En su último correo, haciendo gala de una "brillante" visión comercial y un desmedido orgullo, me dice que le devuelva la hakama y que me reintegrará su importe... ¿?. La verdad es que no lo entiendo, acepta comerse con patatas la prenda y devolverme el dinero en lugar de mantener la venta y enviarme otra talla, ganando además a un cliente... Tampoco fui tan hiriente, y entiendo que habiendo docenas de tiendas como esa, yo, como cliente, no tengo por qué conformarme si no estoy plenamente satisfecho. Pero parece que los japoneses lo ven de otra manera. Que alguien me lo explique.

El caso es que mañana, después de haberle escrito un nuevo correo, más suave, intentando hacerle entrar en razón (y sin haber recibido respuesta), le devolveré la hakama. Y me jode no creáis. Me jode porque voy a tener que gastarme un dinero adicional en devolverla. Me jode porque la prenda me gusta y es de calidad. Me jode porque no pensaba tener por el momento una nueva hakama y pese a la ilusión inicial de aquel momento, ahora es un quebradero de cabeza. Y me jode porque no soporto tener razón y darme de boca una y otra vez contra la cerrazón y la estrechez de miras.

1 comentario:

  1. Desde luego tienes razón, pero intenta ser positivo, al menos te han dado la posibilidad de devolverla.

    En cualquier caso, creo que estás siendo víctima, por un lado del orgullo de un artesano y por otro del perfil del 'cliente medio' español. Conozco algunas personas que hacen negocio habitualmente por internet y fliparías con las cosas que les cuenta la gente más a menudo de lo que crees con tal de arañar dinero y lamentablemente, la mayoría de éstos 'aprovechados' suelen dejar de quejarse cuando se les da la posibilidad de devolver el producto, claro está corriendo ellos con los gastos de la devolución. Es algo en lo que están de acuerdo todos los vendedores, cuando ofrecen ésa posibilidad el 'carroñero' se aplaca y termina la discusión.

    Mucho me temo que la persona que te preparó el traje ha querido terminar con la discusión, convencido de que tenía razón y al final los dos perdéis.

    Una pena, pero al menos recuperarás la inversión del traje ;).

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