viernes, 20 de diciembre de 2013

Glúteos on the ice

Ayer por la tarde, estábamos tranquilamente apoltronados y uniformemente "esparcidos" por el chaise longue cuando Cris tuvo la genial idea de ir a patinar. Desde hace algunos años viene siendo habitual en Cáceres montar una pista de patinaje sobre hielo en algún lugar de la ciudad. Que yo recuerde, en otras ocasiones la han puesto en la Plaza Mayor, en la Plaza de Toros o en algún otro sitio. Este año la han colocado frente al centro comercial Carrefour -que dispone de una zona de aparcamiento diáfana-, bajo una gran carpa. La pista de hielo es de tamaño más que respetable, y hay también varias atracciones infantiles. 

Otros años ya habíamos pensado en ir, aunque siempre lo habíamos dejado pasar. Pero en esta ocasión (y con la niña ya en esa edad en la que cualquier cosa mínimamente divertida le parece la mejor idea del Universo) ya nos propusimos en firme (hará un par de semanas) ir a echar un vistazo. En aquella ocasión Olga decidió dormir una de sus épicas siestas de tres horas, y se nos hizo tarde. Ayer sin embargo no hubo siesta, y cuando escuchó a su madre hacerme la propuesta se le iluminó la cara y ya no tuve escapatoria...

Se pasó todo el camino de ida sonriendo y diciendo entusiasmada: "es la primera vez que vamos a una pista de hielo ¿a qué sí papi?", "mañana le tengo que decir a mis amigos del cole que he patinado sobre hielo ¿verdad papi?"...

Yo llevo más de 20 años sin calzarme uno patines (y ni siquiera eran de línea), y nunca he patinado sobre cuchillas en el hielo. Así que cuando vi aquellos 600 metros cuadrados helados, la cara de felicidad de mi hija al ver la pista (pasando de norias, tiovivos y otras tantas atracciones) y su resolución por entrar allí, me acojoné. Me veía besando una y otra vez la traicionera superficie congelada. Decenas de habilidosos patinadores mofándose de mi y la mirada decepcionada de Olga, para quien hasta ahora soy poco menos que un titán irreductible... Por si fuera poco, la implacable instigadora de la actividad, mi querida esposa, va y dice: "Uy, es un poco caro, mejor entrad vosotros y así yo os hago fotos...". Lo cierto es que 5 euros por 45 minutos no me pareció particularmente caro, y la mayoría de las fotos que vi más tarde en casa eran, cuanto menos, bastante desastrosas..., así que tengo la ligera impresión de que se escaqueó descaradamente. 

Pero ¡JÁ!, hete aquí que conseguí mantenerme de pie durante los interminables 45 minutos. Olga estuvo casi todo el tiempo agarrada a mi mano o apoyada en uno de los pequeños "andadores" que había para los críos, y aún así no pudo evitar caer de culo o de bruces unas cuantas veces, aunque siempre se volvía a levantar encantada. Había unos cuantos patinadores expertos sin duda, pero también un montón de patosos más osados que yo, que hacían retumbar el hielo con sus traseros y sus risas a nuestro alrededor. Mientras, un servidor mantenía la dignidad -a duras penas- cerca de la barrera, probando, sólo al final, unos modestos "slides" a poco más de un metro de algún asidero seguro... 

La experiencia, pese al dolor de glúteos y piernas (no por las caídas, sino por el esfuerzo de mantenerme en equilibrio...), fue divertida. Me sentí como Bambi recién nacido caminando sobre un lago helado..., pero sólo por la cara de la niña y su entusiasmo mereció la pena. Ya lo he dicho otras veces un padre tiene que hacer lo que tiene que hacer. Y al menos conservo el estatus de héroe todopoderoso un poco más...

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Tres trienios

No soy persona de manifestaciones románticas, excesivamente cariñosas o mínimamente pastelosas en general, y mucho menos públicas. Pero aun a riesgo de resbalar empalagosamente en palabras escritas con Nocilla, declaro públicamente y sin rubor que llevo tres trienios al lado de la persona que me completa (bueno, son unos pocos más si contamos los extramatrimoniales...). Ella lleva todos estos años aportando a mi vida una dosis de calma y buen criterio que me son muy necesarios. Me obsequia cada día con cariño, comprensión, y palabras de tranquilidad y ánimo, que me ayudan a dejar de lado esta perspectiva pesimista y esta visión sesgada hacia lo negativo de casi todo. Y sobre todo me ha regalado de sus entrañas un enorme tesoro, de ojos grandes, oscuros y expresivos, en los que me veo reflejado cada día y que me dan impulso. 

Gracias por estos nueve años, en los que ha habido de todo, pero donde lo bueno siempre a conseguido eclipsar a lo malo. Y sobre todo gracias por ser esa constante en mi vida que da sentido a toda la ecuación.

martes, 3 de diciembre de 2013

… Y ya casi llega el invierno

Y en medio tres largos meses de un duro otoño que toca a su fin. Tres meses en los que he tenido el tema del blogging totalmente abandonado. Ha sido una temporada en la que, por el trabajo una veces y por el desánimo otras, he estado totalmente entumido a la hora de escribir en éste y otros espacios. Ahora que las aguas retornan -sólo parcialmente- a su cauce, intento retomar mi vida online, para hacer un breve repaso a mi existencia. 

Debí darme cuenta de que la perspectiva no era muy halagüeña cuando nada más llegar de las vacaciones tuve una reunión a puerta cerrada con mi jefe. Las cosas se habían complicado con uno de los proyectos que llevo -y complicadas siguen, aunque menos-. Poco a poco hemos ido salvando escollos, solventando problemas. Ahora la situación está más o menos encauzada, antes de fin de año, antes incluso de que se haya metido de lleno el problemático mes de diciembre... Preocupaciones sigue habiendo, y la irritación de ojos y los dolores de cabeza a veces parecen querer quedarse para siempre, pero al menos desde hace un par de días estamos en una situación de tensa calma. 

Para hace las cosas más interesantes en los últimos meses, después de años sin recibir ningún tipo de formación, este otoño me concedieron varios cursos: de desarrollo en Visual Studio .NET, de optimización de SQL, uno bastante interesante sobre gestión de la innovación y otro de Java al que tuve que renunciar "por necesidades del servicio"... Aunque se supone que las horas de formación deben tomarse de las horas laborales, lo cierto es que tuve que echar bastante tiempo adicional y unas cuantas horas extra en Mordor. Al llegar a casa lo último que me apetecía era sentarme delante del ordenador y seguir tecleando (bueno, a veces me apetecía, lo que pasa es que los ojos se me "estrabiscaban" sólo de pensar en mirar una pantalla)... Y claro, luego tenía que cumplir con la apretada agenda de actividades de la niña, y eso, como cualquier padre sabrá (o aprenderá) es todo un desafío... 

Por si fuera poco, el pasado fin de semana fue el curso nacional de Aikido de Madrid, y este año, después de varias ediciones sin faltar, me lo he perdido (cosa que me molesta bastante). Se ha dado una serie de circunstancias sanitarias y económicas que han dado al traste con una de mis vías de escape predilectas. Por un lado he vuelto a enganchar uno de esos catarros que vengo padeciendo en los últimos años, de los que me dejan pal'arrastre y sin voz. Por otro lado está esta puta economía, que hace que cualquier gasto significativo sea como un retortijón de tripas... No es que no nos lo podamos permitir (aunque la cosa no está para tirar cohetes...), simplemente es que hace un par de años teníamos cierto margen cada mes, y ahora, el hecho de que yo me vaya un par de días a Madrid, supone los ahorros de un trimestre (y eso yendo solo, ni hablar ya de ir los tres como hemos hecho otros años...). 

Pero bueno, ya se acercan fechas de desconexión y descanso, y espero, en efecto, desconectar y descansar. No podremos irnos a celebrar el Año Nuevo en Viena al son de la Marcha Radetzky, pero pronto estaremos inflándonos a turrón y polvorones con la excusa de volver a casa por Navidad. Y eso todavía no nos lo han quitado ni políticos sinvergüenzas ni especuladores despreciables (no todavía al menos).

domingo, 1 de septiembre de 2013

El final del verano llegó...

… Bueno, técnicamente no, pero el principio de septiembre no es mal momento para hacer un balance después de más de dos meses sin escribir nada. Así que allá voy.

Hasta el día 14 de agosto el verano ha sido largo -muy largo-. Al contrario de lo que suele ocurrir en verano, los meses de julio y agosto han venido bien completitos de trabajo, hasta el punto que cuando por fin cogí vacaciones el día 15, tuve que dejar un par de asuntos pendientes que me estarán esperando con los brazos abiertos cuando me incorpore dentro de unos días.

Por si fuera poco este verano está haciendo calor -mucho-. Dos o tres olas de calor han golpeado estas latitudes en lo que va de estío, con lo que ir a trabajar, y sobre todo meterse en un coche a 50º para volver a las tres (el aire acondicionado tenía en ocasiones serios problemas para refrescar el habitaculo del coche) resultaba un tanto irritante.

No es de extrañar que mi señora esposa (que también tuvo unos días bastante ajetreados de trabajo y calor) y yo decidieramos huír hacia el refrescante litoral del norte peninsular. Estuvimos ojeando por Galicia y Asturias, pero finalmente nos decidimos por Cantabria. Así que, prácticamente de un día para otro, reservamos un hotel en Sancibrián, una localidad a cuatro o cinco kilómetros de Santander y nos fuimos a disfrutar de sus máximas de 24º.

La estancia, concebida en principio para descansar y desconectar del calor y el estrés, ha dado sin embargo para mucho. La primera tarde, nada más llegar, ya pudimos dar un largo paseo por la playa del Sardinero y por el paseo marítimo. Hacía una temperatura estupenda, que invitaba a refrescarse en el mar pero no agobiaba. Cris y yo, que no habíamos cogido los bañadores, nos dejamos acariciar por las olas hasta los tobillos. La enana empezó haciendo lo mismo, pero poco rato después, cuando casi se había mojado con ropa hasta el ombligo, acabó corriendo por la orilla como una pequeña loca con el culo al aire, al más puro estilo de los cuadros de Sorolla.

Playa del Sardinero al atardecer
El día siguiente decidimos pasarlo completo en Santander. La mañana se levantó algo nublada y fresca, así que no nos apetecía demasiado la playa, sin embargo decidimos hacer un pequeño crucero por la bahía de la capital. En el Paseo Pereda, cerca de Puerto Chico, tomamos uno de esos barcos de dos alturas, que nos dió una buena vuelta por la bahía y las aguas cercanas del mar Cantábrico, desde la península de la Magdalena hasta el faro de Cabo Mayor. Después de comer cerca de la playa del Sardinero caminamos tranquilamente durante un buen rato en dirección a la península de la Magdalena (a esa misma hora, cualquier día de agosto en nuestra Extremadura a ver quién tiene cojones de dar un paseo...). En la península de la Magdalena está el palacio del mismo nombre, que fue residencia de verano del rey Alfonso XIII hasta principios de los años 30. Además del palacio, hay un minizoo, una enorme zona infantil junto a las caballerizas reales -y bar con terracita-, unas impresionantes vistas de la costa y la playa del Bikini (donde mi hija y yo nos bañamos en un agua helada); así que allí se nos fue la tarde.

Embarcadero del Paseo Pereda
Palacio de la Magdalena
El viernes día 23 lo pasamos en el Parque Natural de Cabárceno. El parque está a unos 15 kilómetros de Santander, en un precioso emplazamiento natural, junto a una antigua mina de hierro. Visitamos el enorme parque a ratos en coche y a ratos caminando. Son como 750 hectáreas -con un montón de kilómetros de recorrido- así que fue un día agotador, pero mereció la pena. La única “pega” es que las áreas reservadas a las distintas especies son bastante grandes y con muchas formaciones rocosas y vegetación, lo que posibilita que los animales más esquivos tengan un feo comportamiento para con los visitantes y no se dignen ni a posar para una miserable foto... Oye, que para ellos está muy bien, sus zonas son amplias y sus hábitats están magníficamente recreados, y por supuesto tienen derecho a la intimidad; pero para una niña de cuatro años a veces es un poco frustrante.
Un "lomo plateado" en el recinto de los gorilas
Zona de los elefantes
La mañana del sábado la pasamos por el centro de Santander, y por la tarde quisimos visitar Santillana del Mar y el museo de Altamira. Las entradas al museo estaban agotadas, así que pasamos la tarde en el pueblo. Santillana es una bonita villa con un conjunto histórico-artístico medieval envidiable, que ha sucumbido dramáticamente -como casi todo- al mercantilismo. Pese a la cantidad de gente que había por todas partes y a los comercios cada dos pasos, sus calles empedradas nos proporcionaron un buen paseo y algunas buenas instantáneas.

Una fachada de Santillana del Mar
Como no queríamos que nos pasará lo mismo que el sábado, el domingo por la mañana nos fuimos bien temprano para el museo de Altamira y esta vez sí pudimos visitar tanto la Neocueva como el museo. La Neocueva es una fiel réplica de la cueva original -cerrada al público desde hace años debido al deterioro-. Comimos en Santillana del Mar y por la tarde continuamos hacia el oeste -a la sierra de Arnero- para ver la magnífica cueva del Soplao, donde alucinamos con sus increíbles estalagmitas y estalactitas de millones de años de antigüedad. La cueva del Soplao fue descubierta por unos mineros a finales del siglo XIX y es considerada una cavidad única a nivel mundial por la cantidad y calidad de sus formaciones geológicas. Y puedo dar fe de que es en verdad alucinante.

Detalle del techo en la "Neocueva" de Altamira
Galería de los Fantasmas en la Cueva del Soplao
El lunes 26 finalizó nuestra estancia en Cantabria. Había estado lloviendo toda la noche y el día comenzó con un impresionante aguacero que no nos abandonó hasta que dejamos atrás la cordillera cantábrica. Y así nos fuimos aproximando a tierras extremeñas, a razón de cinco grados centígrados cada 150 kilómetros, con el sabor de unas breves pero agradables y frescas vacaciones, y con ganas de darnos la vuelta cuando al llegar a Cáceres, ya bien entrada la tarde, el termómetro del coche marcaba todavía 36 grados y medio...

domingo, 30 de junio de 2013

¡Haaaala, que los Estados Unidos nos espían...!

¿Cómo ha podido pasar?, ¿Quién podría imaginarlo?, ¡Esto es inaceptable!, ¡Qué Rajoy comparezca ya mismo en el Congreso para dar explicaciones!... Yo pensando que lo de Spy Game, Enemigo Público y todas las de Jason Bourne era pura ciencia ficción; y resulta que son destellos de realidad, pequeñas pistas que sutilmente nos lanzaba la industria cinematográfica... 

No se que me joroba más, la tontuna generalizada o la airada indignación de tanto estamento burrocrático: "Oooh, excede a todo lo imaginable que nuestros amigos de EEUU miren a los europeos como enemigos"... ¿De verdad podemos tomarnos en serio el estupor de las instituciones europeas? ¡Venga ya! 

Todo esto es tan ridículo que no se ni por dónde empezar. Parece que el pobre Edward Snowden ha desvelado el más terrible secreto alquímico; como si el tema del espionaje no fuera algo tan viejo como el mear de pie (aplíquese la metáfora sólo al género masculino). ¿Acaso la humanidad se ha agilipollado tanto en las últimas décadas que, como hoy día estamos tan "guays" y felizmente globalizados en el primer mundo, pensamos que ahora todos somos supercolegas de la muerte, nos llevamos de puta madre y remamos juntos hacia el mañana, en pos de un bien común, más elevado y dignificante, sin importar un ápice cientos de años de historia de rencillas, guerras -comerciales y de las otras- y de hacernos putaditas los unos a los otros...

¿Acaso alguien piensa que los todopoderosos USA van ha ceder -al menos intencionadamente- un ápice de su ventaja militar y económica porque ahora tienen muy buen rollo con la vieja y colonialista Europa? Y mucho menos ahora, que países como China, India o un montón de emergentes, vienen apretando por detrás con su particular manera de entender la democracia, los derechos laborales, el libre comercio y cosas así... 

¿Va a dejar Estados Unidos de controlar a los países europeos, enzarzados en disputas políticas y comerciales (cuando no estamos partiéndonos la cara) desde que el mundo es mundo porque ahora somos ""Unión"" Europea? 

¿Se van a fiar los americanos, por ejemplo, de Alemania, que hoy vuelve a manejar los hilos políticos y económicos de toda Europa, porque son un ejemplo de trabajo y perseverancia? Que yo no digo que no lo sean, pero muchos en Estados Unidos pensarán que los alemanes ya la han liado un par veces y andan con la mosca detrás de la oreja. 

¿Dejarían los EEUU sin vigilar a un montón de estados, que han albergado (y aún albergan) células de decenas de movimientos terroristas, y que comparten frontera con la mayoría de los países conflictivos que consideran que el imperialismo americano es la raíz de todos sus males, sólo porque ahora somos todos muy "amigos"? 

¿De verdad podemos indignarnos por la pérdida de privacidad cuando llevamos años contando los pormenores de nuestras vidas en redes sociales y medios de Internet (la mayoría de origen americano), esparciendo nuestras fotos personales a diestro y siniestro, y lanzando nuestra intimidad por un metafórico retrete conectado a todas las tuberías del mundo? 

¡Venga ya! 

No niego que la ausencia de privacidad sea un problema (lo es y me fastidia...). Y desde luego saberse espiado y controlado (bien como país o bien como persona) no es plato de buen gusto. No aplaudo este tipo de prácticas, ni en países, ni en empresas (a las que todos los días entregamos parcelas de nuestras vidas); pero nosotros nos lo hemos buscado. Es el precio que tenemos que pagar por la interconexión, la hiperinformación y la tecnología. Y esperar que los poderosos, golpeados por una repentina ola de ética y humano buenrollismo, no vayan a hacer uso -y abuso- de todo esto, con los siglos de historia que nos preceden, es ser muy inocente o, sencillamente, muy tonto. O quizás piensan que los demás los son y por eso hacen ahora el teatrillo de llevarse las manos a la cabeza y rasgarse las vestiduras... 

Si cuentas en Facebook que esta mañana has tenido problemas con tu regularidad intestinal, no te sorprendas de que al día siguiente Kellog's intente venderte All-Bran... Esa es la pura y dura realidad.

jueves, 27 de junio de 2013

Panadero humilde, anónimo héroe

Es el 21 de diciembre de 1976. Ya trascurren las horas centrales del día pero afuera hace frío. El niño duerme plácidamente en su cuna. La niñera, joven, inexperta y, probablemente, poco espabilada, recorre el piso realizando algunas labores domésticas de forma un tanto anodina. Tras un rato en la cocina regresa al comedor. Observa el panorama apabullada. Las faldillas de la mesa camilla arden pasto de las llamas, también hay fuego en los sillones y ha comenzado a extenderse por las cortinas. La chica sale corriendo aterrorizada de la vivienda, cerrando la puerta tras de si.

Poco rato después Juan, el panadero que hace su reparto diario en ese edificio, está parado frente a la puerta de la casa. Recoge descuidadamente la nota prendida de la bolsa del pan y entonces se da cuenta de algo: parece que sale humo por debajo de la puerta. Empieza a llamar insistentemente; primero al timbre, luego aporreando con los nudillos. No hay respuesta. Sin pensárselo dos veces la emprende a patadas y logra vencer la fragilidad de la cerradura. Una oleada de humo le llena súbitamente los pulmones y le irrita los ojos. Aguza el oído, cree haber escuchado algo. El sonido se hace más nítido, es el llanto de un bebé. Sin tener demasiado claro qué será lo siguiente, entra en la casa con el cesto del pan colgando de su hombro. Entre toses, logra abrirse paso a través de la humareda y encuentra la habitación donde un bebé de seis o siete meses llora, el humo ha empezado a entrar en el cuarto y el irritante olor ha desatado la llantina. Juan coge a la criatura, la deposita cuidadosamente dentro del cesto entre bollos y vienas, y cubre su cara con una sábana de la cuna. Luego sale corriendo de allí tan rápido como el humo y sus piernas se lo permiten.

Cuando el hombre llega a la calle, las sirenas de bomberos y policía ya ahogan cualquier otro sonido con su estruendo. El crío llora a todo pulmón, alterado por la agitación y el ruido, cuando Juan se lo entrega a uno de los agentes... 


... 

El otro día en casa de mis padres, volvió a surgir el tema del incendio, y por enésima vez desde que Olga supo que hace mucho tiempo la casa de los abuelos se había quemado, nos vimos narrándole una versión light del acontecimiento para satisfacer su curiosidad. Luego cuando la niña olvidó un poco el tema, mis padres y yo seguimos conversando un rato. Mi padre me contaba, todavía con un nudo en la garganta, que alguien le puso una mano en el hombro diciéndole apesadumbrado que su hijo estaba dentro. Me contaba, aún con una pizca de rabia, cómo intentaron impedirle la entrada en su casa. Me explicaba que, cuando logró entrar, se encontró en medio de un espectáculo desolador, y cómo intentando descolgar una lámpara de techo, que aparentemente se había salvado, ésta se convertía en polvo en sus manos...

No se si la historia fue exactamente así, pero sí se que el bebé al que una niñera inconsciente abandonó en medio de un incendio era yo. También se que si hoy puedo escribir esto es porque el señor Juan, me sacó de allí en su cesto del pan. Aquel día mis padres, dos críos con a penas 23 años, lo perdieron casi todo, pero un humilde panadero salvó lo más preciado.

Muchos años después, cuando mi familia volvió a Badajoz, trataron de localizar a aquel panadero para que yo lo conociera. Encontraron a su hijo. El señor Juan había muerto un año atrás por problemas basculares. Ocasionalmente el incendio, el panadero y el cesto de pan vuelven a nuestra memoria y hablamos de ello. Sin embargo en esta ocasión cuando mis padres me recordaron el nombre (supongo que por enésima vez), algo se me removió por dentro y pensé que después de llevar tanto tiempo escribiendo en blogs y contando tontadas más o menos intrascendentes sobre mi vida, nunca había escrito nada sobre este hecho en particular, sobre el héroe protagonista y sobre el día en que probablemente volví a nacer.

viernes, 14 de junio de 2013

Nevus Man o cómo me convertí en superhéroe...

Recientemente me han extirpado otros dos lunares en la espalda. Las secuelas de la intervención en uno de ellos, por cierto, lleva dándome la lata desde hace varios días. Mientras la herida y los puntos de uno han curado y cicatrizado satisfactoriamente (de hecho me quitaron los puntos un día antes de lo previsto), el otro ha terminado convirtiéndose en un quebradero de cabeza en las últimas dos semanas... Infección, herida abierta, antibióticos y curas cada dos por tres. 

El caso es que en estos días estoy sufriendo mi agobio periódico por el gran número de lunares que salpican mi piel por todas partes. Suele coincidir con el advenimiento de los primeros calores. En estos días "casi" puedo ver como los rayos ultravioletas manipulan con absoluta abyección la pigmentación y forma de las dichosas acumulaciones de melanocitos de mi dermis. Casi puedo sentir con pavor como se precipita el melanoma... Me lanzo a la búsqueda desesperada de todo tipo de información, medidas de detección y prevención..., y claro, me pongo a leer uno de esos test y el agobio crece... 

-¿Tienes la piel y los ojos claros?- Pues sí, tengo la piel bastante clara y unos irresistibles ojos verdes azulados... grrrr... 
-¿Tienes más de cien lunares?- ummm... sí. Si me apuras seguro que puedo contar hasta doscientos...
-¿Lo tienes con distinta pigmentación?- eh... sí. Desde negros, hasta marrones de varios tonos... ¡Ah, y rojos!. 
-¿Alguno es de cierto tamaño y/o con bordes irregulares o poco definidos?- Pues sí, más de uno la verdad... 
-¿No te pones moreno y te quemas la piel con facilidad?- Blanco nuclear o rojo salmonete, esos son mis colores... 
-Usted tiene treinta veces más posibilidades de sufrir cáncer de piel...- ¡MIERDA! 

La verdad es que es un tema que me preocupa bastante, afortunadamente he aprendido a convivir con mis problemas de piel. Me hago revisiones anuales y a la mínima que veo algo raro me voy echando leches al dermatólogo... Lo bueno es que a veces, cuando más angustiado te encuentras, das con una noticia que, como poco, te arranca una sonrisa y te sube un poco el ánimo: 


¡Toma ya! Soy un superhombre... Siempre y cuando consiga mantener a raya la mutación de mis células dérmicas... Todo superhéroe tiene sus debilidades ya se sabe. La jodida naturaleza es muy sabia y tremendamente ecuánime.

viernes, 17 de mayo de 2013

Sólo un par de ejemplos...

Nuria Martí Gutiérrez, licenciada en Biología en la Universidad de Valencia en 2003 y máster en Biología Clínica y Experimental de la Reproducción en la Universidad de Alicante en 2004, fue incluida en el ERE que tuvo lugar en el Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia, en 2011 -junto con más de 100 personas-. Actualmente trabaja en Estados Unidos, con el equipo que hace unos días ha dado un gran paso en medicina regenerativa, logrando obtener células madre embrionarias a partir de células adultas en humanos...

Diego Martínez Santos, físico gallego, considerado por la Sociedad Europea de Física el mejor físico de partículas joven del año, trabaja como investigador en el Instituto Nacional de Física Subatómica de Holanda. Desarrolla su trabajo de investigación en el acelerador de partículas LHC de Ginebra, y dirige un grupo de análisis de medidas en el Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN). Sin embargo, el gobierno español considera que no da el perfil y que carece de liderazgo internacional, por lo que le han denegado una beca Ramón y Cajal, que le permitiría volver a España...

...Y éstas, señores, son sólo dos de las innumerables razones por las que nos vamos a la mierda; y además por carril preferente.


miércoles, 8 de mayo de 2013

Poniendo una pica en Flandes

Este año necesitábamos tomarnos unas tempranas vacaciones como agua de mayo. Así que hace un par de meses me puse a indagar sobre destinos cómodos en Europa, donde poder ir a pasar unos días con la niña. Teníamos bastantes ganas de tirar hacia el norte -por eso que dicen de que allí están más civilizados-, así que empezamos merodeando por los Países Bajos. Una vez allí nos decidimos por Bélgica, y finalmente nuestro dedo se posó sobre la capital del Viejo Mundo (yo creo que por algún tipo de publicidad subliminal de los telediarios): Bruselas.

La idea original era haber situado el puesto base en Bruselas y desde allí haber visitado Brujas, Gante y, quizás, Amberes o alguna otra ciudad. Después, reconocidas nuestras limitaciones de tiempo y movilidad (Olga no puede llevar nuestro ritmo), decidimos dedicar la mayor parte del tiempo a Bruselas y una jornada completa a Brujas (sin combinarlo con Gante, cosa que hace mucha gente). El resto debería esperar.

El viaje ha estado muy bien. Bruselas es una ciudad bonita (más de lo que muchos piensan, por esa etiqueta que lleva de centro político y administrativo) y bastante cómoda. Brujas es preciosa (aunque el día que fuimos había allí más gente que en Disneylandia). Además estuvimos en un buen y céntrico hotel. Incluso hemos tenido una climatología razonablemente buena... Sin embargo he vuelto con cierto sabor agridulce, la niña y yo hemos estado enfermos toda la semana -ella incluso tuvo algo de fiebre-. Durante el día aguantábamos bastante bien (yo con paracetamol y ella con Dalsy), pero las noches han sido una horrible sinfonía de toses y falta de descanso, por lo que pasábamos casi todo el día a medio gas...

Día 28 de abril

Nuestro primer paseo por Bruselas -nada más soltar las maletas- comenzó por la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula, que teníamos a poco más de 200 metros del hotel. Se trata de un precioso templo gótico cuya construcción abarca desde el siglo XIII hasta principios del XVI.


Caminando menos de diez minutos llegamos a la que es sin duda la protagonista de la ciudad, la Grand Place. Esta plaza, que es Patrimonio de la Humanidad, es considerada una de las más hermosas del mundo (y con razón). Sus edificios (de estilos gótico y neogótico) están increíblemente adornados y son una continua invitación a fotografiarlos. Un amante de la arquitectura y la escultura, armado con unos prismáticos, podría perder horas y horas allí. 



Dimos un largo paseo por la plaza y sus alrededores ubicándonos -y tirando nuestro primer centenar de fotos supongo-. En nuestro periplo nos encontramos con uno de los iconos más conocidos de Bruselas, el Mannenken Pis. Esta estatua -de poco más de 60 centímetros- no es más que la representación de un niño en pelotas meando dentro del cuenco de una fuente. La verdad es que como escultura, como fuente o como cualquier otra cosa dice bastante poco, pero bueno, no deja de tener su gracia ver como lo seres humanos convertimos en iconos cosas (cuando no personas) bastante insulsas, adornándolos con leyendas épicas o historias graciosas: que si es un niño que apagó la mecha de una bomba con su orina, que si es un bebé que se meó sobre las tropas enemigas... En fin, yo le hice unas cuantas fotos, así que no hablaré demasiado...


Con la niña no pudimos hace mucho más aquella tarde, el viaje había sido agotador (y ya no andábamos muy finos a última hora) así que cenamos en un restaurante Quick (en Bruselas no hay ningún Burger King -aunque sí McDonals-, los Quicks son el equivalente), y un rato después, tras otro breve paseo, nos fuimos al hotel.

Día 29 de abril

Por la mañana temprano, tras un copioso desayuno en el bufé del hotel, nos fuimos a la estación central -a escasos cinco minutos- con la intención inicial de coger un bus o un metro para ir a ver el Atomium y Mini-Europa. Al final, como el día se había levantado algo lluvioso, Cris me convenció para coger uno de esos autobuses turísticos Hop On Hop Off. La idea era que nos podríamos mover en esos autobuses durante todo el día y obtener una vista panorámica de lo más destacado de la ciudad. Para la niña desde luego era lo más cómodo, y en Londres nos había ido muy bien con uno de estos en un día lluvioso semejante, así que lo hicimos. Al final no lo usamos más que un par de veces, pero hizo su función y al concluir el primer trayecto (30 o 40 minutos después) estábamos frente al Atomium. Esta curiosa estructura de más de 100 metros, representa un cristal de hierro ampliado miles de millones de veces. Se construyó en 1958 con motivo de la Expo Universal de aquel año y se ha convertido en un símbolo de Bruselas.


A un pequeño paseo se encuentra Brupark, un parque de atracciones donde se encuentra Mini-Europa. Aunque al principio nos cayeron cuatro gotas, al final la mañana se apaciguó, y pasamos más de dos horas caminando entre cientos de conseguidas maquetas a escala de los edificios más representativos del continente. Algunas son realmente espectaculares y la enana disfrutó sintiéndose como una gigante. Comimos en un local de The Village (otra zona del parque con restaurantes, cervecerías y zonas infantiles). Un rato después, tras otro largo paseo en bus (en el que Olga dio una cabezadita) volvimos al centro de la ciudad.



A esas alturas la niña estaba ya en su límite. Entre lo malilla que estaba y las caminatas, empezó a ponerse ligeramente insoportable con los "cógeme", "estoy cansada" o "me duelen las piernas"... Así que la primera parte de la tarde la empleamos yendo a centros comerciales para buscar una sillita de paseo (de esas ligeras y minimalistas). Encontramos una por poco menos de 30€ y, pese a las limitaciones (sobre todo en calles adoquinadas, que no son pocas), nos salvó la vida. Después de eso tomamos un café en un Häagen Dazs, dimos un paseo por un par de calles comerciales y fuimos a ver el Palacio Real y sus inmediaciones. Junto al palacio está el Parque de Bruselas, donde hicimos una pausa para que Olga liberase la energía ahorrada gracias a su nueva sillita, en una zona de juegos infantil.


La hora de la cena nos pilló cerca de la Grand Place. Concretamente estábamos atravesando unas famosas galerías comerciales, las Galerías Hubert. A mitad de camino (entre la Galería del Rey y la Galería de la Reina) surge, casi perpendicular, la Rue des Bouchers, una de esas calles llenas de restaurantes para turistas que debe tener toda ciudad que se precie. Mirando referencias antes del viaje, me había encontrado algunas webs que desaconsejaban este lugar porque asediaban, según decían, a los turistas, y la calidad y los precios no siempre eran los más recomendables... Pero ¿qué queréis que os diga? Estábamos cansados y hambrientos, y como no tuvimos la sensación de ser acosados, nos dejamos "embaucar" por un tipo tunecino y sus menús económicos, y entramos en su restaurante. La cena no estuvo mal -el servicio algo lento- y pude probar los famosos moules et frites, no creo que fueran los mejores, pero estaban buenos y eran abundantes.


Día 30 de Abril

Bruselas es considerada la capital del cómic. Varios rincones y fachadas están adornados con ilustraciones de personajes famosos. Algunas calles, junto a su nombre en francés y en flamenco, llevan el nombre de algún personaje de cómic. La ciudad ha visto nacer a personajes legendarios como Tintín, Lucky Luke, Spirou, Marsupilami o los Pitufos. Así que obviamente yo no podía dejar pasar una visita al Centre Belge de la Bande Dessinée -el Centro Belga del Cómic-. Tuvo que ser una visita rápida (no creo que estuviéramos ni hora y media, pero ya se sabe, Olga establece los tempos), me supo a poco y mis limitaciones con el francés me obligaron a centrarme en disfrutar de los dibujos, con lo que no pude reírme a carcajadas (como hacía un tipo junto al que me paré a disfrutar de unas viñetas).

Después del Museo del Cómic fuimos al Musée du Jouet. De éste sí que fue más difícil sacar a la niña. El Museo del Juguete abarca tres plantas de un viejo edificio, está lleno hasta la bandera de juegos y juguetes antiguos. La verdad es que tiene un aspecto bastante destartalado y caótico, pero tiene algo muy atractivo para los pequeños: además de lo que hay en las vitrinas y colgando de las paredes, hay montones de juguetes desperdigados por todas partes con los que pueden jugar libremente; así que os podéis imaginar lo que eso supone para una niña de cuatro años... La verdad es que yo pasé ciertos momentos de desasosiego sintiendo como docenas de muñecas "adorables" -las había por todas partes- me observaban desde las vitrinas. A penas estábamos tres familias desperdigadas por las diferentes plantas del edificio, había pocos niños y todo estaba bastante silencioso; así que el ambiente recordaba ligeramente a una pelí de terror... Pero tengo que reconocer que también tuve algún momento de nostalgia cuando vi aquella primera edición del barco pirata de playmobil -algo destartalado- en una vitrina...



Estábamos relativamente cerca de una zona financiera próxima al Jardín Botánico, bastante alejados del centro histórico, así que comimos bien y barato en un restaurante, nada turístico, frecuentado por trabajadores.

Dedicamos el resto de la tarde a dar un largo paseo (ahora con la sillita ya no había límites... relativamente) que nos llevó primero hasta las inmediaciones del Palacio Real. Luego continuamos hacia el sur para ver la iglesia gótica de Notre Dame du Sablon y admirar más tarde el impresionante Palacio de Justicia (fue una pena que la fachada estuviera llena de andamios). Junto a éste se encuentra el Elevador de Mallores, que nos permitió bajar desde el barrio de Sablon al barrio de Mallores. Continuando con el paseo nos topamos con la iglesia de Notre Dame de la Chapelle (mezcla de románico y gótico). Más tarde nos tomamos un capuchino en el Cómic Café, en la plaza du Grand Sablon.


Había sido un día bastante intenso, y el cansancio y el resfriado comenzaban a pasarnos factura -a mi hija y a mí-, así que nos volvimos al hotel y cenamos unos bocadillos sentados en la cama en una novedosa modalidad de picnic indoor.

Día 1 de Mayo

El miércoles, tras el consabido desayuno generoso del hotel, cogimos unas mochilas con algunas provisiones (agua, zumos y galletas de los pitufos) y nos fuimos a la Estación Central para coger el primer tren que pudiéramos con destino a Brujas. No tardamos demasiado (salen con mucha frecuencia). Más o menos una hora después llegábamos a la capital de Flandes Occidental.


Brujas es una ciudad preciosa (muchos dicen que es como estar en un cuento). La ciudad es conocida como la Venecia del Norte por sus numerosos y bonitos canales. Su casco histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco hace más de una década. Por desgracia había muchísima gente, por lo que la experiencia se vio un poco truncada.



Después de dar un paseo pensamos que lo mejor sería tomar una barca y recorrer los canales. La decisión fue un acierto, pues más tarde (y con la niña) las colas habrían sido insufribles. Comimos temprano y dedicamos el resto de la tarde a recorrer las calles en una larga y tranquila caminata. La verdad es que íbamos un poco a la deriva. Se que vimos el Hospital de San Juan, la Iglesia de Nuestra Señora, la Catedral de San Salvador, el plácido Minnewater (o Lago del Amor), la Plaza Mayor (con su impresionante campanario) y la Plaza Burg (con el magnífico edificio gótico del Ayuntamiento); pero también pasamos por bonitos rincones a los que no puedo poner nombre.



Por la tarde regresamos relativamente temprano a Bruselas, así que dimos un tranquilo paseo por zonas comerciales y cenamos en un nada glamuroso McDonals (aunque muy bien situado frente al precioso Edificio de La Bolsa). Después encaminamos nuestros pasos hacia el hotel para intentar descansar nuestra cuarta y última noche en la capital belga.

Día 2 de Mayo

La última mañana en Bruselas me desperté con dos ideas en la cabeza: chocolate y gofres... Podría renunciar a los publicitados 300 tipos de cervezas belgas, pero no a los dulces más mentados del país... Nos quedaban más de dos horas antes de hace el check out en el hotel (ventajas de una niña madrugona), así que, haciendo un gran esfuerzo (sobre todo yo), desayunamos moderadamente en el hotel y nos lanzamos a la calle en busca de algunos souvenirs y, sobretodo, bombones y gofres. Comimos unos discretos pero ricos gofres en uno de los numerosos puestos cercanos a la Grand Place y compramos bombones belgas para nosotros y la familia en un lugar cercano llamado Chocopolis. Y de esa forma tan dulce dimos por finalizada nuestra estancia en la capital de la UE.



Horas más tarde recogíamos nuestro coche en el parking de larga estancia de Barajas y recorríamos el último trecho de nuestro regreso a casa, empezando a sufrir ya los primeros indicios de síndrome postvacacional...

jueves, 18 de abril de 2013

Gran "Marciano"

¿Cuántas veces habremos dicho eso de "que paren el planeta que me bajo"?... Yo muchas. Pues mira por donde, la empresa holandesa Mars One llega con una "solución". Esta gente está dispuesta a emprender una de las aventuras más colosales de la humanidad: establecer una colonia estable de seres humanos en Marte. Y lo quieren hacer en un plazo de tiempo relativamente breve, para el 2023 (diez años pasan en nada...).

La verdad es que el tema es, cuanto menos, apasionante... Aunque no se... Creo que podría apañármelas con un tercio de la gravedad de la Tierra, con las temperaturas extremadamente bajas e incluso con la atmósfera de dióxido de carbono. Pero lo de plantearlo todo como un reality estilo Gran Hermano a lo bestia igual me sobrepasa un poco. No digo que no sea una buena forma de financiación (visto el éxito de estos tipos de programas...), pero cualquier cosa parecida al confesionario o a Mercedes Milá diciendo gilipolleces acabaría por desestabilizarme emocionalmente y pondría en riesgo todo el proyecto... Así que por ahora paso...

martes, 9 de abril de 2013

Reformas

Corre el año 14 de Gran Fulano y ha llegado el momento de hacer una dolorosa confesión: Ya no puedo afirmar tan alegremente como antes eso de que odio a muerte los realities... No, no me malinterpretéis, Gran Fulano, Jersey Shore (o Gandía Shore, o Topotamadre Shore...) y otros derivados protagonizados por algún tipo de subespecie ligeramente semejante al homosapiens me siguen pareciendo una zafiedad sublime que no tienen disculpa por mucho que los camuflen de experimento sociológico... Sin embargo debo reconocer que puedo ver, sin ningún cargo de conciencia, como el chef Gordon Ramsay pone a caer de un burro a los propietarios y trabajadores de los antros que visita (sin embargo no soporto a Alberto Chicote que protagoniza la versión made in Spain del programa original, y eso que tiene legiones de fans...).

Pero sin duda, en lo que a telerrealidad se refiere, mi debilidad son los programas de reformas. Hace no mucho daban uno, Extreme Makeover, en el que una familia (generalmente con problemas económicos o con un gran compromiso social y comunitario) era seleccionada para reformar su casa. Cogían a la familia en cuestión y la mandaban una semana de vacaciones, y luego una horda de trabajadores tiraban la casa abajo y construían una de esas casazas que hacen que odies, con envidia malsana, a una buena familia americana... Más tarde llegó, como no, una mala copia a la española, Esta casa era una ruina, en la que el grueso de de la reforma se centraba en llenar las habitaciones de los niños de juguetes y echarle mucho teatro para arrancar la lágrima fácil a la pobre familia, "víctima" del programa, y al desprevenido espectador... Vamos una mierda. Y es que para qué negarlo, nadie hace estas cosas como los yankees. En Extreme Makeover te tiraban una casa y la levantaban enterita en una semana (7 días). En la versión hispana necesitaban 15 días para reformar tres habitaciones...

Ahora, en ocasiones, veo uno que se llama Love or list it. En éste, una diseñadora y un agente inmobiliario, compiten para que una familia se quede en su casa tras una super-reforma o la vendan y se muden. Afortunadamente no hay versión española, y no creo que la haya, entre otras cosas porque el agente inmobiliario se iba a comer los mocos... 

¿Que por qué cuento esto? Bueno, resulta que estamos de reformas en casa. Después de cuatro años, y ante la inminente necesidad de otro dormitorio para que mi estimada suegra se pueda venir (al menos por temporadas, pues por ahora no acepta otra cosa), nos hemos metido en faena. Pese a que sólo vamos a arreglar un par de habitaciones y a pintar el salón (tenemos un modestísimo presupuesto; nada que ver con los sesenta u ochenta mil dolares de los tipos de la tele, con los que casi me podría comprar otra casa...), está todo el piso empantanado, el patio recuerda bastante a Kosovo en un día malo, y continuamente entra y sale gente de casa, mientras Olga, acuciada por la novedad, va detrás de unos y otros, presentándose, preguntando nombres (y otras referencias) y pregonando a los cuatro vientos que ha sido su cumpleaños y que le tienen que felicitar... Y la verdad, ante la improbabilidad de tener una vivienda como las de la tele, lo de las reformas ya no me hace tanta gracia.

domingo, 17 de marzo de 2013

Una casualidad muy desagradable

Corría el año 1996. Yo era pavo de 19 años, en segundo año de carrera, agobiado por los estudios y con muchas ganas de partirle la cara a más de uno. Desde siempre me habían gustado las artes marciales (ya conté en alguna ocasión ciertas anécdotas al respecto en este blog...). Mi condición de universitario y mi flamante carnet del SAFYDE, me permitían acceder a la práctica de varias actividades deportivas a un precio muy económico.

Por aquel entonces el profesor de la asignatura de Deportes de Combate de una jovencísima Facultad de Ciencias del Deporte, estaba impartiendo también clases de karate para el Servicio de Actividad Física y Deporte de la Universidad y yo me apunté. ¿Cómo perder la ocasión?, había hablado con algunos conocidos de esa facultad y me habían convencido. El tío era todo un as, había sido campeón de Europa con la selección española de karate no se cuantas veces, tenía tropecientos títulos nacionales e internacionales y encima era un canario majo... Y el otro día viendo las noticias reconocí su cara y me quedé lívido. Le acababan de condenar a 302 años de cárcel por la mayor trama de pederastia que ha conocido este país.

Llevo meses escuchando, sin demasiado interés la verdad, noticias sobre el "Caso Karate". Como mucho pensaba: menudos hijos de puta, ¿Cómo habrá gente así?... pero hasta hace unos días ni siquiera había visto una foto del tipo. Parece ser que por aquel entonces ya tenía montado su truculento tinglado en las ínsulas (dicen que lleva 35 años con el tema) y estaba haciendo en Cáceres su tesis doctoral... Es una sensación desagradable ésta de haber conocido a uno de los personajes más despreciables que uno puede imaginar y haber sentido admiración por él.

domingo, 3 de marzo de 2013

Un padre tiene que hacer lo que tiene que hacer

Uno nunca es capaz de apreciar los sacrificios que un padre puede llegar a hacer por sus hijos mientras está en el lado del hijo. Es cuando tienes a tu criatura en los brazos cuando te das cuenta de que, por un hijo, el único límite es la propia vida.

En estos casi cuatro años de paternidad han sido muchas las situaciones que me han puesto a prueba. Desde la horripilante primera caca (esa que llaman meconio… Sólo las primeras -y descriptivas- palabras de la Wikipedia ya son escalofriantes...). Hasta los potreos a los que la enana me somete cuando está peleona, momentos en los que lo que más le mola es pisotearme en el sofá, treparme hasta el cuello y dejarse caer de culo sobre mi barriga, mi espalda o mis costillas...

Los momentos de ocio suelen ser poco menos que épicos. Normalmente (y siempre en la intimidad del hogar) los papás también nos los pasamos en grande haciendo el idiota para arrancarles esas carcajadas chillonas y contagiosas. No son pocas las veces que he bailado a todo trapo los singles más cañeros de Pocoyó (o cualquier otro temazo del Top Ten del Clan o el Disney Channel)... Y es que, cuando ellos empiezan a reírse, tú ya no puedes parar de hacer el payaso. Otras veces las cosas no resultan tan divertidas para los progenitores; el número de veces que uno puede ver el mismo capítulo de los Little Animals (unas tontas marionetas con serios problemas mentales...) tiene un límite... Si bien es cierto que a Olga le gustaban bastante determinadas aberraciones infantiles (como a todos los niños), también es cierto que desde muy pequeñita ha sido capaz de mantener cierto nivel de atención con películas de animación de mayor duración y de factura un poco más digna. Además le gusta cierta dosis de variedad, así que, a lo sumo, hemos tenido que sufrir a Blancanieves una o dos veces al día durante un par de semanas, pero luego no le hacía ascos a películas nuevas.

Aunque sin duda, unas de las pruebas más difíciles a las que me he enfrentado hasta hoy, tuvo lugar el sábado pasado, cuando decidimos llevar a la niña al cine. Mira que han puesto películas de animación decentes en los últimos tiempos, pero tuvimos que decidir acercarnos al cine precisamente este fin de semana, cuando la única película autorizada para todos lo públicos (autorizada, que no aconsejada...), en los multicines de Coria, era "Blackie & Kanuto"... Claro que debí imaginármelo cuando el chico de la taquilla me miró con una mezcla de lástima y admiración, como diciendo "Ahí va un héroe, directo a las garras de la más profunda desesperación...".

Esta aberración visual es una copro-dución hispano-italo-francesa (tiene narices, tres países y a nadie se le ocurrió pensar en el tamaño del excremento que iban a lanzar al mundo...). Una película llena de topicazos, gags horrorosos y personajes feos y mal animados. Mira que yo tengo una alta tolerancia a los productos cinematográficos de calidad cuestionable, pero en este caso estuve pidiendo la hora desde el minuto dos. Fueron 81 minutos insufribles, una pérdida de tiempo y dinero que podría haber sido suplida y superada por un par de capítulos de casi cualquier serie de animación de la tele... Al salir del cine mi mujer intentaba consolarme diciendo "al menos a tu hija le ha hecho gracia...". Al cruzarme con el chaval de la taquilla me miró furtivamente y bajó la vista avergonzado, como diciendo "Yo pude haberlo evitado…".

miércoles, 20 de febrero de 2013

Vergüenza. Allí sí parece que hay.

Otro ejemplo más de que existen políticos con vergüenza que tienen muy claro a quién sirven. Por desgracia están a 3.000 kilómetros:


Me quedo con la frase del primer ministro, Boiko Borisov: "No participaré en un gobierno bajo el cual la policía está pegando a la gente"... No hay más que decir.

martes, 5 de febrero de 2013

Frontera II

Esta hierba artificial es confortable. Me encuentro tumbado en el domo agrícola, rodeado de árboles frutales y pequeños parterres de tubérculos y hortalizas. Al principio me pregunté: ¿Por qué césped artificial? Parece un poco idiota poner césped artificial en un vergel... Pero claro, luego lo pensé. Los recursos son limitados. El sintetizador biosférico es un dispositivo impresionante sin ningún lugar a dudas, pero el aire y el agua se obtienen, al final, gracias a la hábil descomposición y recombinación del nitrógeno, el metano y el monóxido de carbono que el sistema recolecta del suministro finito que hay en las inmediaciones de La Cúpula... Tengo que reconocerlo, todo esto es una ingeniosa locura. Parecen haber pensado en todo. Claro que ¿de qué otro modo podrían haberlo hecho?

Así que aquí estoy, disfrutando de uno de los pocos placeres que me ofrece esta densa soledad. Tumbado en medio de un natural artificio, mirando al cielo a través de la transparencia de esta magnífica bóveda. Después de tantos días aquí, la visión de ese gran satélite sigue siendo tan hipnótica como al principio.

Hasta hace unos pocos días no había logrado superar esa extraña sensación de vértigo. He podido conjeturar a cerca del motivo, pero no he llegado a ninguna conclusión. Quizás fuera un efecto de la criogenización o tal vez el hecho de volver a una situación de gravedad. Luego se me ocurrió que la extraña forma de rotación de este sistema binario podía tener algo que ver... El caso es que ya ha parado, y eso me ha permitido desempeñar mejor las baterías de experimentos. Las transmisiones son regulares y bidireccionales, pero la latencia resulta por momentos insoportable. Las comunicaciones láser con balizas de repetición tardan un promedio de cinco horas y media. Se utiliza un avanzado sistema de comunicación heurística que permite la emisión continua desde luego, pero está bastante lejos de parecerse a una conversación.

Por lo demás el tiempo disponible -después de todo el trabajo- es bastante. Quizás demasiado, porque me permite pensar a menudo en los motivos que me han traído hasta aquí. Supongo que esa componente psicológica, o emocional, o lo que sea, también forma parte del experimento.

Cuando el niño murió pensé que no podríamos recuperarnos nunca, pero poco a poco se fue vislumbrando la luz al final del túnel... Al menos eso pensaba yo. Pero luego llegué aquel día del trabajo y la encontré a ella. Lívida. Fría. El frasco de Berequinol en la mesa... Entonces creí que el Universo se había acabado. Pero el Universo seguía aquí y en aquel momento se me antojó la única solución para mí.

La situación no carece de cierta ironía. Hace ya más de seis años, cuando empezaron los primeros procesos de selección de candidatos, yo era un suicida en potencia. Pero al mismo tiempo, mi dura formación y mi férreo cientifismo, me ayudaron a convencerme de que el suicidio era la más estúpida y vacía de las soluciones. Por encima de todo el dolor existía ese otro sentimiento, uno que siempre me había acompañado: un fuerte anhelo por trascender. Y entonces llegaron ellos con la solución.

A principio de siglo las iniciativas privadas estaban empezando a dar sus primeros pasos en viajes espaciales. A mediados de la década de los años 20, ya habían pisado Marte antes que la CNSA (y por supuesto mucho antes que la NASA o la ESA). Luego, a principios de los años 40 tuvo lugar la llamada Magnus Revelatio Technologia y todo cambió definitivamente. Las velas impulsadas por viento solar, el control de la criogenia y un sinfín de barreras tecnológicas fueron derribadas. La D-Space Corp. -un conglomerado de entidades privadas- logró el consenso que no habían logrado en décadas las distintas agencias espaciales nacionales y se lanzó en alocada carrera para dejar fuera de juego a cualquier gobierno.

Sólo un suicida podría haber aceptado de buen grado sus ambiciosas pretensiones; y un suicida fue lo que buscaron -anunciándolo sin tapujos-. Alguien que tuviera la certeza de que iba a perder la vida -y que quisiera perderla- lanzándose desde el principio a una aventura sin retorno. Pero también alguien con la formación y la perseverancia necesarias para sacar el máximo provecho antes del incuestionable final. Y ahí estaba yo. Me dieron justo lo que necesitaba: un gran pretexto para lanzarme a los brazos de la muerte. Bien es cierto que, si esto sale demasiado bien, tal vez el anhelado final aun se demore un poco, aunque a la vista de este cielo eso ha dejado de ser importante. Cientos de pruebas a lo largo de dos años les dieron la certeza de que yo era el tipo que buscaban: Lo suficientemente jodido para que no me importara lo que iba a ser de mi. Lo suficientemente egocéntrico para querer pasar a la historia. Lo suficientemente duro para transmitir información a la Tierra hasta mi último aliento. Lo suficientemente cuerdo para resistir esta inmensa soledad. Lo suficientemente loco para ser el primer ser humano en pisar Plutón.

martes, 29 de enero de 2013

Miedo a perderla

Hace algo más de una semana falleció la madre de un sobrino de Cris. Tenía a penas 40 años. Se la ha llevado un rápido y devastador cáncer. Olga no ha llegado a conocerla; el hermano de Cris y ella se separaron hace ya años -antes de nacer la niña- y, pese a alguna conversación por teléfono, no hemos vuelto a tener contacto en todo este tiempo. Sin embargo, su muerte ha afectado a Olga a un nivel muy primario.

No pensábamos haberle dicho nada de momento, pero hace unos días Cris estaba hablando por teléfono con su sobrino y la niña quiso hablar con su primo, por el que siente mucho cariño. Como ya le habían llegado campanas de que la madre de su primo estaba "malita", le preguntó al chaval por ella, así que se hizo necesario darle alguna explicación: "La mamá del primo se ha ido al Cielo, con el abuelo Pepe"... Su abuelo Pepe no ha sido para ella más que un retrato en el salón de la abuela que le infundía cierto respeto. A penas has visto un par de fotos de él. Pero en esta ocasión hay algo diferente. La niña no conocía a esta tía suya, pero había oído hablar de ella como alguien que estaba, pero ahora ya no está. Sabía que su primo tenía una madre y que ahora no la tiene. A su manera entiende que es alguien que se ha marchado a algún sitio y que no va a volver. Y sobre todo comprende una cosa: esa persona es la mamá de alguien cercano para ella... Su cabecita y su empatía han hecho el resto, y el resultado es que estos últimos días está evidenciando una notable preocupación por el tema, y de paso está siendo un ligero quebradero de cabeza para nosotros. Otra vez está durmiendo peor por la noche y se despierta asustada. De nuevo demanda mucho más a su madre junto a ella y la desarma con interpelaciones como "Mamá, tú no te vas a morir nunca ¿Verdad?"...

Desgraciadamente la muerte es un hecho mal aceptado en nuestra sociedad. Otras culturas la asumen con absoluta naturalidad como un acontecimiento más de la vida, pero no nosotros. No por desgracia. Tengo la certeza que hay muchos motivos para esta negativa, aunque creo que la principal razón es que adolecemos de un excesivo y egocéntrico sentimiento de individualidad, un "¿Cómo va a seguir mi mundo sin mí?"... En otros casos prima el miedo a lo que habrá después -si es que hay algo-, o la angustia ante el hecho de dejar simplemente de existir. Quizás para otros es la sensación de no querer dejar nada por hacer, o la aprensión por perder definitivamente el disfrute de la materia... En fin es un tema complicado. Muy arduo y extenso.

Como engañar a la niña y decirle que nosotros no vamos a morir nunca me parece más una vileza que una forma de protección, intentamos permanecer íntegros a nuestras convicciones diciéndole, con la mejor sonrisa posible, que a todos nos llegará la hora, pero que será dentro de mucho tiempo, cuando sea muy mayor y, en cierto modo, ya no nos necesite. También esto puede ser una mentira flagrante (pues es más bien el enunciado de un deseo y no un hecho incuestionable). Pero hasta este punto de sinceridad es, por ahora, hasta donde puedo soportar su carita de pena...

miércoles, 23 de enero de 2013

La historia de las cosas

Este es un vídeo un poco antiguo, pero en su día pegó el pelotazo en Internet. Yo lo he descubierto hace poco. No es que descubra nada nuevo a la mayoría -son esas verdades ante las que casi todos cerramos los ojos a diario- pero viene muy bien refrescar la memoria de vez en cuando.

martes, 22 de enero de 2013

¡Nieve!

Ha hecho frío, mucho frío, aunque eso no ha importado, porque ha sido, en parte gracias al frío, un gran fin de semana.

Como ya he comentado en alguna otra ocasión, hemos forjado una gran relación con los padres de algunos antiguos compañeros de guardería de Olga. Gracias al hilo conductor de la amistad entre nuestros hijos, hemos encontrado personas afines con las que ya hemos pasado unos cuantos buenos momentos. Los niños ahora están desperdigados por los colegios de la ciudad, pero en un esfuerzo (nada ingrato) por que sigan viéndose, surgen estupendas ocasiones para la convivencia entre los papás.

En esta ocasión nos hemos reunido cinco familias, diez adultos y siete niños, y hemos tomado por asalto una casa rural en Hervás. No es que hayamos tenido una climatología maravillosa (de hecho hemos pasado allí el temporal de este fin de semana), pero la chimenea, la comida y una moderada ingesta de alcohol nos han proporcionado las calorías precisas.

Llegamos a la casa rural Valdeamor el viernes por la tarde. Hacía frío en Hervás, pero la vivienda, bien acondicionada, no tardó en coger temperatura con la chimenea y el bullicio de siete pequeños torbellinos. Todos nos presentamos allí con cantidades ingentes de comida y bebida, así que esa tarde celebramos -con cierta opulencia- el cumpleaños de una de las niñas; la primera de las Tres Divinas que consigue un póquer de dedos. Pasamos una tarde estupenda, pero los enanos estaban tan revolucionados que costó Dios y ayuda acostarlos. Desde luego no fue a su hora, y finalmente se durmieron más allá de las doce. Fue entonces cuando los padres pudimos "descansar" un rato, desplegando toda nuestra destreza frente a una de las WII’s que un par de mentes preclaras tuvieron el acierto de llevar. Entre tenis, boxeo, bolos, golf y cubatas acabamos más allá de las tres de la mañana.

Sin ningún tipo de consideración hacia sus padres, y ajenos al hecho de que ellos mismos se habían acostado mucho más tarde de lo habitual, lo primeros pequeños empezaron a dar señales de vida poco después de las ocho de la mañana. No quedó pues más remedio que poner el sábado en marcha. Disfrutamos de un prolongado desayuno que resultó relativamente relajado, y después trazamos el plan del día. La idea era acercarnos a Candelario y subir a la primera plataforma para que los niños pudieran disfrutar de la nieve. Después comeríamos en el pueblo.

De camino a Candelario íbamos recreándonos con las vistas de una maravillosa carretera de montaña cuando empezó a llover. Según ascendíamos la lluvia dio paso a los primeros copos de nieve y para cuando llegamos a Candelario la nevada ya era bastante respetable. Poco después de iniciar el ascenso (unos seis o siete kilómetros) hacia la plataforma, un tipo (de protección civil imagino) nos dijo que el temporal hacía muy peligroso subir y que debíamos dar la vuelta... Los críos se llevaron un disgusto monumental (y los mayores también, para qué negarlo). Allí estábamos, pertrechados con nuestras ropas de nieve recién estrenadas, abrigados hasta las orejas, digiriendo nuestra decepción en la plaza de Candelario.


Pese a todo disfrutamos de una buena comida y una bulliciosa sobremesa en un restaurante del pueblo. A media tarde volvimos a Hervás. Mientras los mayores nos relajábamos con un café, los niños se asilvestraban en una estancia abuhardillada llena de cojines en la parte superior de la casa. Nadie durmió siesta aquella tarde. Como no nos apetecía apoltronarnos demasiado decidimos aprovechar la tregua que nos brindó el mal tiempo para dar un paseo, cuando ya caía la tarde, por el barrio judío de Hervás. Más o menos una hora después, con los niños suficientemente agotados, volvimos al calor del refugio para poner en marcha una elaborada estrategia de baños y cenas, con el fin de que todos los enanos y enanas estuvieran en la cama y dormidos no más tarde de las diez.

El baño fue todo un acontecimiento. Una de las habitaciones tenía una bañera jacuzzi, así que organizamos dos tandas de garbanzos en remojo. En primer lugar se bañaron las Tres Divinas (la cuarta niña, más pequeña, se había quedado dormida en el paseo). En el segundo turno fueron los tres chicos. Luego, ya límpidos y en pijama, les dimos la cena. Un rato después estaban todos en la cama y dormidos, sólo un poco más tarde de las diez.

Los adultos disfrutamos de una estupenda y tranquila cena que se prolongó en la sobremesa hasta más allá de las doce. Como un par de horas de conversación no parecieron suficientes para arreglar el país, los papás decidimos darle una oportunidad a los juegos de mesa y nos entregamos a las intrigas de la antigua Roma jugando a Tribuno, profanando, de paso, un buen ron con bebidas gaseosas. Las mamás sin embargo pensaron que todavía podían hacer algo por el estado de la nación y continuaron con la conversación (también convenientemente regada con algún cubata). Y en esas alcanzamos, otra vez, horas intempestivas.

Ponerse en marcha el domingo fue una tarea ardua, pero alentados por un cielo parcialmente despejado y la esperanza de alcanzar la nieve en un segundo intento, nos levantamos y desayunamos ávidamente. Teníamos que dejar la casa a mediodía así que no podíamos pararnos en desayunos ceremoniosos. Antes de las doce habíamos recogido y cargado los coches. Una hora más tarde llegamos a Candelario, subimos a la primera plataforma y, esta vez sí, pisamos la nieve.



Olga y los demás críos estaban emocionados. Corrían y resbalaban de un lado a otro cogiendo puñados de nieve. La lanzaban, la amontonaban y se revolcaban en ella (bendita ropa impermeable…). Durante la tarde del sábado y toda la noche había caído una espectacular nevada, así que había varios centímetros de nieve limpia, blanquísima y blanda como una mousse de nata. El paisaje tenía un aspecto fantástico. Las vistas eran espectaculares, y grandes y pequeños disfrutamos por igual.


Por desgracia el mágico momento terminó pronto. No llevábamos allí ni tres cuartos de hora cuando arreció el viento y de nuevo comenzó a nevar. Como no queríamos llevarnos sorpresas en la carretera durante la bajada decidimos emprender la marcha. Estábamos a uno o dos grados bajo cero, y el hielo y la nieve en aquella estrecha y sinuosa carretera, con los coches cargados hasta la bandera, no eran una buena perspectiva. Así, satisfechos con el agotador e intenso fin de semana, emprendimos el viaje de vuelta a casa.

lunes, 14 de enero de 2013

Un despistillo

Me considero una persona despistada. En algún momento de mi ajetreada vida me he puesto calcetines desparejados, me he colocado una camiseta con la etiqueta pa’lante o me he calzado los calzoncillos del revés. En un par de ocasiones me he olvidado de la pizza que tenía en el horno y he terminado cenando una suculenta porción de carbón con extra de mozzarella. Alguna vez he quemado un cazo al cocer arroz o unos huevos, no lo negaré. Incluso en ocasiones olvido fechas señaladas. Qué demonios, hasta me he pasado la salida de la autovía alguna vez...

Pero lo de esta señora belga es un poco excesivo. Ir en dirección a Bruselas, desde un pueblo a 150 kilómetros, y acabar cinco o seis países más allá, a casi 1500 kilómetros, es ligeramente desproporcionado. Es como si un día, yendo a trabajar (a poco más de 60 kilómetros), en lugar de encontrarme el cartel de "Mérida Patrimonio de la Humanidad", me doy de narices con uno que diga "Bienvenue à Eurodisney", así, sin darme cuenta... Nunca he estado en el Norte y el Centro de la Europa continental, pero la señalización tiene que ser un asco...

martes, 8 de enero de 2013

El típico balance ¿positivo? del año que acabó

Hoy es día 8, un poco tarde para balances anuales pensarán los avispados lectores, pero no desde mi punto de vista. Coincidirán conmigo, los que de un modo u otro festejan las pasadas fechas, en que el día de Reyes se antoja más adecuado para cerrar el ciclo anual. ¿Qué mejor día para hacer el añal balance que el día de Sus Majestades? A fin de cuentas son ellos los implacables brazos ejecutores de la justicia divina. Son ellos los que, hasta su día de autos, toman buena nota de quién ha sido bueno y quién ha sido malo. Ellos recompensan y ellos castigan... Bueno, eso, y que hasta hoy no he tenido ni ganas ni tiempo de escribir.

Decir a estas alturas que el año 2012 ha sido un año difícil es una obviedad tal, que merecería que alguien me diera un porrazo en todos los morros. En términos económicos, políticos y sociales ha sido poco menos que un desastre (¿poco menos?). Pero como pretendo, de verdad, parecer positivo en este post, voy a tratar de enfocar el tema desde una perspectiva más cercana y personal.

A nivel personal, y en lo tocante a mi ámbito más próximo, la situación no ha sido, ni mucho menos, la peor. La mayoría de mis familiares, amigos y conocidos más cercanos se mantienen bastante a flote. Algunos tienen incluso grandes perspectivas. Hay, por desgracia, algunas excepciones muy cercanas, pero confío en que ciertas nuevas oportunidades se conviertan, para personas muy queridas, en brillantes expectativas de futuro.

En lo relativo a nosotros, mi núcleo más íntimo y cercano, el 2012 ha sido, por lo menos, laboralmente estable. Cris y yo conservamos nuestros trabajos. Yo he sido ligeramente tocado económicamente, pero por fortuna no nos ha faltado ni comida en la mesa, ni unas breves vacaciones (más modestas que otros años), ni algunos pequeños caprichos.

Otros aspectos, sin embargo, incluso han mejorado más que notablemente. Desde su operación Olga no has vuelto a coger un resfriado serio. A penas has tenido décimas de fiebre por alguna pequeña infección. Escuchar su respiración pausada y tranquila cuando duerme es un auténtico alivio para nosotros. A falta de los resultados de su último estudio del sueño (que le hicieron a principios de diciembre), me atrevería a decir que las apneas han desparecido. Es todo un placer verla corretear arriba y abajo sin que a penas se le agite el aliento...

Parece que, después de todo, los Reyes Magos SÍ que me trajeron algunas de las cosas que les pedí el año pasado...