miércoles, 2 de marzo de 2016

El SUP3IA viaja con niños. El método H.E.R.O.D.E.S.

Ya lo he dicho otras veces, viajar es una de las experiencias más edificantes. Reservar un vuelo de última hora, coger una habitación cutre en cualquier hotelucho, meter cuatro cosas en un bolso y salir zumbando... ¡OLVIDALO! ¿Quién te crees que eres? ¿El adolescente alocado, protagonista de un Road Trip? Nooo, tú tienes una criaturica, un pequeño y adorable apéndice que no puedes -o no quieres- dejar con los abuelos... Tú quieres ¡Viajar con niños!...

Intentar dar consejos sobre cómo viajar con niños pequeños es un poco aventurado. Más allá de las pautas mil veces repetidas: llévales entretenimiento, ten comida a mano, bla bla bla..., los niños son pura entropía. Conozco a quien que se cruza el Atlántico con bebés casi sin despeinarse y quien no puede doblar la esquina de su calle sin que el nene eche la raba seis veces. Hay niños que se entretienen con cualquier cosa y no dan un ruido y niños a los que tirarías desde el avión a la quincuagésima vez que manifiestan su aburrimiento de forma exasperante. Algunos pequeños son fáciles de llevar porque saben mantener un mínimo de compostura y otros sonrojan a sus padres sistemáticamente en cada sitio que pisan... No es que tenga una experiencia muy holgada, pero desde aquel "SUP3IA por el mundo" he adquirido un poquito de rodaje en esto de moverse con peques. Todavía estamos algo lejos de las epopeyas de algunas familias que conocemos -más numerosas que la nuestra-, pero mi experincia personal me ha permitido desarrollar un método innovador: El Método H.E.R.O.D.E.S., para que nuestras vacaciones en familia no se conviertan en una nueva matanza de los inocentes... *BA DUM TSS*

H de HUMOR

No hay otro modo de afrontar un viaje con niños. La cosa cambia tanto con respecto a cuando viajamos en pareja o con amigos que si no nos tomamos las situaciones con sentido del humor vamos a estar encabronados todo el tiempo. Hay que asumir que no vamos a poder llegar a todo, nos vamos a dejar muchas cosas en el tintero y vamos a perdernos rincones y experiencias disfrutables sólo por adultos. Ya puedes olvidarte de los momentos más glamurosos, cuando estés admirando alguna maravilla arquitectónica u observando un fresco con lágrimas en los ojos, el pequeño va a querer hacer caca, va a vomitar o va a decir alguna barbaridad; así que sonríe, discúlpate y desaparece discretamente. 

E de EQUIPAJE

Uno de los mayores hándicaps de viajar con los peques suele ser que consideramos sus necesidades de equipaje inversamente proporcionales a su tamaño. Creo que en esto los padres pecamos un poco por exceso. Cuando viajamos con nuestro coche suele bastar con apretar un poco más las cosas en el maletero, pero cuando viajas en avión la cosa se nos complica. A mi personalmente facturar equipaje me parece un coñazo: las esperas, el pesaje de las maletas, los frecuentes desperfectos y pérdidas... ¡Uf! Menuda pereza..., y si vas con críos ya ni te cuento. Desde bien pronto (prácticamente desde que pises y cacas dejaron de ser un problema por los frecuentes cambios) nosotros intentamos viajar con equipaje de mano (aunque no siempre lo logramos). Nuestras estancias no suelen ser de más de una semana y con una buena organización no tiene porque ser necesario llevar dos maletones. Los bolsos y maletas de mano deberían ser más que suficientes, y si no que se lo digan a nuestros abuelos que llevaban en sus hatillos todas sus pertenencias. Puede ser que te veas en la tesitura de tener que comprar una sillita para el crío por sobreestimar su capacidad de aguantar caminatas -nos paso en Bruselas- pero es un mal menor si lo comparas con la satisfacción de viajar ligero de equipaje... Tratar de cargar con todo lo que podrías, tal vez, quizás necesitar es lo peor de lo peor. Por lo demás la cuestión se reduce a convencerse de que viajas a un lugar civilizado y con supermercados (y obviamente hacerlo... Por mucho que te interese la cultura mesopotámica por ahora Siria no nos vale...). Cuanto antes asumas que posiblemente nunca serás padre/madre del año, antes aceptarás que el niño vaya un poco guarrete con los pantalones rozados del día anterior, o incluso que la criatura desprenda un ligero tufillo a humanidad por usar una camiseta del día antes (esto es aplicable a uno mismo con tal de ahorrar en equipaje..., aunque mejor no abusar)... Total ¿a caso vas a volver a cruzarte con esa señora con pinta de urraca que arrugó la nariz cuando pasásteis a su lado?... Pues eso, mejor adoptar un sano "Me la pela"...

R de RITMO

El ritmo del viaje es absolutamente crítico, y ese ritmo es el de tu pequeño. Aquí hay mucho que decir, porque hay niños que tienen más aguante en las caminatas o que poseen la paciencia y la curiosidad necesarias para soportar la visita a ciertos museos..., para ser niños claro. Pero no olvidemos que estas capacidades no son equiparables a las de un adulto. Así que resignate: al final casi siempre acabarás siendo prisionero de los circuitos convencionales por montar en los dichosos autobuses turísticos y el tiempo que pases en el museo siempre te parecerá insuficiente..., pero amigo, eso es lo que toca. Y hablando de ritmos..., por favor lleva siempre toallitas en una mochila, y asume que vas a tener que parar cada hora a comprar una botella de agua que no necesitas o a tomarte un café que no quieres, para que la criatura haga sus cositas en el baño de algún bar o restaurante. Tampoco olvides llevar suficientes snacks y fruta en esa mochila, es la única forma de flexibilizar un poco los horarios de las comidas; créeme, lo último que quieres es a un pequeño gremlin hambriento colgado de tu brazo... Y por cierto, no sufras demasiado si durante las vacaciones el nene come poco o si sólo ingiere porquerías procesadas, afortunadamente un crío sano no va a padecer desnutrición en una semana.

O de OCIO

Esta parte es difícil, porque posiblemente aquí es donde más influye la capacidad de entretenerse de los niños. Olga disfrutó mucho el museo de Historia Natural de Londres con solo cinco años, y si llevamos una libreta y colores podemos pasar tranquilamente dos horas comiendo en un restaurante sin que la niña de un ruido. Llevar la Nintendo DS o la tablet también ayuda en los momentos más críticos... Pero no todos los críos son tan fáciles, de hecho algunos son absolutamente insufribles, los aguantas porque son tus hijos y con el tiempo se les coge cariño... Ya que has decido llevarlos contigo -en lugar de dejarlos con los abuelos- toca aceptar esto: no puedes diseñar el viaje para tí. En el mejor de los casos, si mantienes vivo a tu niño interior, te será más fácil disfrutar de un viaje con tus hijos pequeños, pero de cualquier forma el 80% del ocio del viaje debe estar orientado a ellos: columpios, parques de atracciones, zoos y jugueterías son buenas bazas a tener siempre en cuenta; y cuando toquen museos o arquitectura llévate preparada una buena historia sobre el lugar o las cosas que vayáis a ver. También puedes organizar pequeñas gymkanas para que ellos busquen e identifiquen las cosas que estáis viendo, si el niño tiene un mínimo de curiosidad (y no está cansado o hambriento) disfrutará..., y si no infórmate sobre las medidas de protección de la infancia del país que estás visitando, para ver si es muy grave dejarlos encadenados al radiador en la habitación del hotel...

D de DESCANSO

No suele ser habitual que los niños pequeños sean grandes trasnochadores. Adaptarse a los horarios más relajados de las vacaciones les suele suponer más esfuerzo que a los adultos. Además muchos tienen la mala costumbre de levantarse bastante temprano sea cual sea la hora a la que se acuesten, así que es mejor no pasarse con la hora de recogida si queremos mantenernos en nuestro sano juicio hasta el final del viaje. Los niños necesitan dormir muchas horas así que hay que intentar que las duerman; un peque con sueño es otra de esas cosas que queremos evitar. Si queremos que nuestro viaje sea una grata experiencia en familia, será mejor no llegar muy tarde al hotel. Las largas cenas hasta la media noche y las copas de madrugada molan bastante, pero deberíamos dejarlas de momento si queremos que el día siguiente sea mínimamente aprovechable. Volvemos a lo de perderse cosas interesantes: la vida nocturna es uno de los atractivos de muchos viajes, es una mierda, lo sé, pero cuanto antes lo asumas mejor será para todos. Además piensa que al levantarte temprano podrás disfrutar a tope del bufé de desayuno antes de que ningún guiri haya tocado un solo panecillo...

E de EXPECTATIVAS

Como ya vamos asimilando que nos vamos a perder algunas cosas y que tendremos se soportar otras que no nos apetezcan demasiado, estamos preparados para el siguiente punto: mantener unas expectativas realistas sobre el viaje; esto nos ayudará a apreciarlo mucho más. El hecho es que los niños son unos cracks en lo de disfrutar de las cosas más sencillas (a los mayores nos cuesta). Olga a penas menciona nada de la Catedral de Florencia o de la Torre de Pisa; sin embargo tiene muy presentes los helados, las pizzas y la pasta que disfrutó en Italia, o incluso el gran agujero que hizo en la playa con sus amigos. Lo mismo le da el país en el que estuviera esa playa o que sus aguas fueran las del mar Tirreno. Hay que saber disfrutar de las pequeñas satisfacciones de nuestros hijos; y en las cosas más serias casi siempre es posible cambiar un poco el enfoque para adaptarlo a su visión: "Mira cariño, el David de Miguel Ángel es una de las obras más importantes del renacimiento, su pose, la mirada desafiante, la calma tensa de sus músculos..."
"Papá, se le ve el pene..."
"Sí hija, se le ve el pene..., pero así y todo el tío le pegó una pedrada a un gigante malo en toda frente..."
"¡HALAAA...!"

S de SALUD

Como último punto de nuestro método -pero no el menos importante- está la salud. Cuando estamos de vacaciones (y sobre todo si estamos fuera de España) un problema de salud de los peques puede dar al traste con toda la experiencia. Por eso durante unos cuantos años -cuando son más pequeños- es conveniente buscar destinos amigables con los niños (Siria sigue sin valer...). Yo personalmente hasta ahora me he decantado por España y por Europa, sobre todo por comodidad. En general la sanidad española funciona bien (sobre todo cuando se trata de niños), y la tarjeta europea te puede sacar de un apuro en un montón de países. Nosotros tenemos la suerte de tener una niña con la que es relativamente fácil viajar. Puede dormirse largas siestas o estar diez horas hablando sin parar, pero afortunadamente no se pone muy cansina, se entretiene con facilidad y no se marea... Sin embargo, durante sus primeros años, ir a un hotel que no tuviera cerca un centro de salud no era una opción; tenía la mala costumbre de enfermar en las vacaciones -fiebres altísimas- o en su defecto se esmorraba desde lo alto de las camas con una facilidad pasmosa...

Con problemas de salud y todo, lo cierto es que empezamos a viajar con ella bastante pronto (entiéndase "viajar" como ir por ahí de vacaciones, no ir a casa de los abuelos...). A sus seis años ya ha estado en casi todas las Comunidades Autónomas españolas y ha pisado otros cuatro países. Le encanta "vivir" fuera de casa, en hoteles, apartamentos, casas rurales..., y se adapta bastante bien a cambios de horario, comidas y gente. Así que viajar con nuestra hija es bastante satisfactorio. Las cosas han cambiado sustancialmente con respecto a aquellos otros viajes como pareja, pero cada viaje con la peque nos ha reportado grandes experiencias. Hay muchos destinos por España y por Europa que son, como dicen ahora, Child Friendly, donde es posible organizar planes atractivos para niños con un mínimo de curiosidad y de los que los padres también podemos disfrutar. En cualquier caso la niña crecerá y nuestros viajes serán cada vez más para personas adultas; luego, algún día, ya no querrá viajar con nosotros, cosa que probablemente nos dejará hechos polvo, pero entonces podremos volver a movernos en plan pareja (esperemos que antes del IMSERSO...).