miércoles, 7 de enero de 2015

Mantener la fe en los Reyes Magos en los tiempos que corren...

Uf! Ya hace seis meses que no me asomo por estos lares, y no porque haya poco de lo que despotricar, que lo hay y en cantidades generosas... Lo que pasa es que he andado en otros frentes y casi siempre he tenido mejores cosas que hacer (o peores, según se mire...) que sentarme a escribir. Y no se me sientan despreciados mis "legiones" de lectores, la vida tiene sus fases y yo he pasado una fase en la que esto no era lo que me pedía el cuerpo... Las pocas veces que me he planteado escribir en estos meses, las ideas y las palabras se me aturullaban en la sesera y al final me dejaba vencer por un reprobable "buf! que pereza...". Ni siquiera hoy, en contra de lo que pueda sugerir el título, me voy a meter en epopeyas dialécticas contra los males insalvables del mundo... Voy a hablar, de verdad, de los Reyes Magos, bueno de sus decepcionantes representantes y de la noche de Reyes del pasado día 5 en Coria, por la que deberían encerrar a alguien o por lo menos darle una manita de hostias... Esto queda enmarcado en el ámbito de "cosas traumáticas e insufribles que hacemos para complacer a nuestros hijos"... Vamos con ello. 

Pongámonos en situación: Día 5 de enero, llego a Coria después de una absurda y desperdiciada mañana en Mordor en pro de los "servicios mínimos". Mi mujer y mi niña me esperan en una plazoleta tras ver la cabalgata de los Reyes. Se supone que "en breve" van a llegar Sus Majestades para saludar a los pequeños y obsequiarles con un detalle. Cuando llego, la plazuela ya está bastante concurrida. Hay tres colas (una por cada rey) separadas por vallas, donde los pequeños y sus padres ya están esperando. Tardo unos minutos en localizar a mi familia (y eso gracias al "guasap")... La música está alta, muy alta... 

Al poco rato empieza el "espectáculo"... Quien sea, en el Ayuntamiento, ha creído que la mejor forma de amenizar la espera de padres y -sobre todo- niños de 0 a 10 años (que eran la mayoría) es la música estridente, focos discotequeros y máquinas de humo; todo ello aderezado con un cantamañanas, clon de Paquirrín, a quien algún imbécil le ha dado un micrófono... 

La música, como digo, estaba a un volumen lejos de lo saludable, pero ese no era su mayor problema; si al menos hubieran sido villancicos, cantajuegos o cualquier otro tipo de música más o menos insoportable, pero infantil a fin de cuentas, podría haber pasado por alto el dolor de cabeza, pero nooo..., nos tragamos todos los "éxitos" del tecno-latino, con sus letras infantiles, navideñas y para nada fuera de lugar en una fiesta para niños... Puro chunda-chunda del bueno, bueno... Cuando llevábamos allí una hora (helados como pingüinos por cierto) yo sólo escuchaba un sordo "BUMBUMBUM..." que me agitaba las entrañas, mientras veía a la gente mover la boca -como si intentaran decirme algo- y los putos focos moviéndose y cambiando de color, que a esas alturas casi me habían provocado ya un ataque de epilepsia. Mi hija se me abrazaba, quejándose del ruido y el frío, pero negándose a irse de allí (por el puñetero regalito)... Y luego estaba él..., nuestro Paquirrín particular...

El tío estuvo cubriéndose de gloria durante las dos horas que duró la espera. Al principio, cuando salieron unos tipos disfrazados de Bugs Bunny y el Pato Donald (Donald sí, el pato blanco, con gorrito y camisa azul...) y los presentó al grito de "¡¡¡BUS BUNI Y EL PATO LUCAS (sic), VENIDOS DIRESTAMENTE DESDE DISNEIWOL!!!", resultó incluso cómico -patéticamente cómico-, sobre todo cuando niños y padres a mi alrededor le gritaron "¡¡¡ES DOOOONALD!!!" (yo habría añadido un "puto ignorante" al final, pero mi hija me abrazaba en ese momento...). Y aún así el tío volvió a repetir lo de "Pato Lucas"..., como unas diez veces más... 

Estuvo vociferando chorradas con su micrófono y saltando de un lado a otro, como si fuera de LSD hasta las cejas, durante dos horas. Y se coronó (no lo olvidemos, en una plaza llena de niños esperando a los Reyes Magos) con frases como "¡¡¡ARRIBA ESAS MANOS, VENGA ESAS MUJERES Y NIÑAS DE CORIA, CON DOS OVARIOS!!!...". Sinceramente, no sé cómo el niño Jesús, en su misericordia y justicia infinitas, no envío su rayo justiciero en aquel momento... 

Y por fin empezó a moverse la cola. Dos horas y pico más tarde, tras esperar a que un grupito de niñas preadolescentes se hicieran varios estúpidos selfies con el rey negro, y aguantar que un niñato -poco más mayor que Olga- se colase (pese a que se lo hicimos saber al imbécil -presunto padre- que le acompañaba), La niña consiguió sentarse en las rodillas de un Baltasar más falso que una moneda de tres euros y logró su chorrada del todo a cien, mientras su madre y yo nos manteníamos a una distancia prudencial para hacer la puñetera foto de rigor... 

Cuando la niña volvía con nosotros visiblemente decepcionada -mirando estupefacta su regalo- me preguntó "Papi, ¿Por qué Baltasar lleva pintada la cara?" (Realmente mal pintada debo señalar)... Me hubiera gustado contestarle: "Pues verás hija, los Reyes de verdad, que son unos putos graciosos, han enviado a Paquirrín y a tres farsantes mal maquillados y disfrazados, y han montado todo este tinglado para que volvamos a casa jodidos de frío y con dolor de cabeza. Así nos acostaremos pronto y no se nos ocurrirá salir de la cama ni para mear, con lo que ellos podrán trabajar más tranquilos esta noche...". Pero me mordí la lengua. "Estos son sólo unos emisarios, los de verdad ya están repartiendo regalos por el mundo" le dije...